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EDITORIAL

Rajoy se queda frío

También en esta cuestión el PP cambia de postura, pasando de la defensa del sentido común frente al alarmismo a la indefinición y la falta de credibilidad.

El miércoles se presentó en Madrid el libro Planeta azul (no verde), en el que su autor, el presidente de la República Checa, Václav Klaus, pone de manifiesto que no existe un consenso sobre el calentamiento global. Además, aunque las variaciones climáticas que se observan en distintos puntos del planeta apuntasen hacia un aumento global de las temperaturas, no es probable que este cambio obedezca a la acción del hombre, sino a factores naturales. Durante el acto, tanto Klaus como José María Aznar señalaron que el auténtico peligro consiste en poner en manos de algunos científicos y activistas políticos socialistas grandes cantidades de recursos destinados a unas políticas que, además de causar graves daños medioambientales, pondrían en peligro el desarrollo económico y social de buena parte de la población de la Tierra.

Una semana antes, los Gobiernos de Italia y Polonia amenazaban en la cumbre europea con vetar la política de la UE sobre cambio climático, al estimar que los costes son demasiado alto y sus resultados inciertos. Al menos siete miembros más de la Unión se oponen a unas directrices que siguen a pie juntillas el paradigma alarmista defendido por Al Gore. En tiempos de crisis económica como la que paceremos, nada peor que derrochar recursos en acciones que no hacen sino distorsionar de forma innecesaria los mercados energéticos.

Mientras tanto, el Partido Popular, que en ocasiones ha defendido por boca de Mariano Rajoy una línea similar a la de Aznar, Klaus y un número creciente de científicos y Gobiernos occidentales, anunciaba su compromiso con el paradigma progresista respecto al calentamiento global y sus presuntos efectos perniciosos sobre la humanidad.

También en esta cuestión el PP cambia de postura, pasando de la defensa del sentido común frente al alarmismo, a la indefinición y la falta de credibilidad. Lo mínimo que podría hacer el partido de la oposición es, en primer lugar, explicar a qué se debe este cambio. A continuación, y si es que Rajoy ha dejado de confiar en su primo, el catedrático de Física Teórica José Javier Brey Abalo, el PP debería proponer el levantamiento de las restricciones a la energía nuclear y hacer de esta tecnología, que es en la actualidad el medio más limpio y seguro de evitar que la acción humana contribuya al calentamiento de la atmósfera, su caballo de batalla frente a las intoxicaciones de la izquierda.

Por desgracia, ni una cosa ni la otra, sino una vacua declaración de vagos principios cuya generalidad es sólo equiparable a su simplismo. Así, una vez más, el Gobierno socialista encuentra en la oposición un aliado excepcional a la hora de poner en práctica una política miope y radical que sólo tiene en cuenta a una parte del debate científico y que, de llevarse a cabo según los planes del Ministerio de Industria, hipotecaría el futuro de la economía española.

Es lamentable que sea un grupo de naciones de la UE cuyos políticos carecen de los complejos de la clase política española, y no nuestro partido de la oposición, el que tenga que parar los pies a los eco-socialistas apoyados por Madrid y Bruselas. De nuevo, el PP se queda frío. Y lo que es peor, sus votantes también.

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