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EDITORIAL

Ramón Espinar y la desfachatez del neocomunismo 'cool'

Estos neocomunistas 'cool' ven la paja en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio. Lo suyo es de una hipocresía y una desfachatez descomunales y detestables.

"Dime de qué presumes y te diré de qué careces": pocos refranes ilustran tan claramente hasta qué punto los dirigentes de Podemos, en general, y su portavoz en el Senado y en la Comisión Anticorrupción de la Comunidad de Madrid, Ramón Espinar, en particular, actúan de forma contraria a lo que pregonan. El supuesto azote de los pelotazos urbanísticos, de la especulación capitalista, del enchufismo de la casta y de los chanchullos bajo cuerda, el ya citado Ramón Espinar, compró en 2010, a la edad de 21 años y cursando todavía estudios universitarios, una vivienda protegida en Alcobendas sin sorteo público por 146.224 euros, para venderla, pocos meses después y sin llegar a ocuparla, por 176.000.

El neocomunista ha tratado de justificar semejante pelotazo alegando que el beneficio que obtuvo no ascendió a 30.000 euros sino a 20.000, que él se limitó a comprar y vender la vivienda a los precios fijados por la Comunidad de Madrid y que vendió el inmueble –de una cooperativa de CCOO y subvencionado por el contribuyente– no movido por el lucro sino debido al hecho de que no tenía suficientes recursos para afrontar la hipoteca.

Nada habría que añadir a la irrelevante puntualización de que la plusvalía obtenida era, en realidad, de 20.000 euros, si no fuera por la ridícula aseveración del podemita de que ese dinero lo destinó al pago de la matrícula del máster que estaba cursando y a la compra de un ordenador. Si el coste de dicho máster –en la Universidad Complutense de Madrid– no llegaba a los 4.000 euros, el ordenador de marras debía de ser de oro macizo, tal y como se ha ironizado en las redes sociales.

Más relevante es el hecho de que la promotora del inmueble, Vitra (cooperativa de CCOO), construyera 103 viviendas pero sólo sacara a concurso el 85%. Estos pisos fueron sorteados por el Ayuntamiento de Alcobendas entre los jóvenes inscritos en su bolsa de vivienda. El otro 15% fue vendido directamente por Vitra a clientes elegidos discrecionalmente, con el único requisito de que no superaran el máximo legal de ingresos. Así fue como Ramón Espinar consiguió su vivienda.

Se ignora si Espinar, hijo del que fuera alcalde de Leganés, presidente de la Asamblea de Madrid y consejero autonómico de Cultura y Hacienda, Ramón Espinar Gallego, hizo uso de las relaciones de éste –en especial, de su estrecha amistad con el entonces alcalde de Alcobendas, José Caballero– para acceder a tan privilegiada posibilidad de adquirir una vivienda. Lo que es seguro es que quien ahora va por la vida de desheredado activista antisistema se valió de un préstamo de su padre –imputado en el escándalo de las tarjetas black–, su madre y su abuela para abonar los 52.000 euros de la entrada del piso. Ningún revés económico o pérdida de empleo sobrevenidos avala la explicación de Espinar de que tuvo que vender por no poder afrontar los costes que poco meses antes sí estaba en disposición de poder asumir, a pesar de no trabajar. Por cierto, pudiendo venderla al mismo precio que la adquirió, optó por hacerlo al máximo autorizado por la Comunidad de Madrid, por lo que obtuvo un pingüe beneficio que no obedeció a ninguna útil y productiva aportación a la sociedad, sino a uno de los múltiples chanchullos que el intervencionismo económico avala legalmente, siempre con la falsa presunción de que favorece a los más desfavorecidos.

Todo el mundo se puede hacer una idea de cómo habrían puesto el grito en el cielo los dirigentes podemitas –y también los sindicatos– si este pelotazo con viviendas subvencionadas a cargo del contribuyente lo hubiera perpetrado un hijo de papá relacionado con el PP. Pero ahí está la reacción de Pablo Iglesias para constatar que estos neocomunistas cool ven la paja en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio. Lo suyo es de una hipocresía y una desfachatez descomunales y detestables.

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