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EDITORIAL

Un presidente y un vicepresidente

Se ha evidenciado el error garrafal de Rajoy al no designar un vicepresidente económico. Nunca ha sido tan necesario como en las circunstancias actuales tener una política económica claramente definida y nítidamente explicada

En su sorpresiva comparecencia pública de este lunes, Rajoy insistió en que la reducción del déficit público y las reformas estructurales constituyen el único camino para que la economía española recupere el crecimiento y pueda comenzar a crear puestos de trabajo. El presidente puso el acento en la voluntad del Gobierno se seguir por esta senda, en un mensaje con un claro destinatario: las instituciones europeas. Rajoy cree que España ya ha hecho los deberes y ahora corresponde al BCE “asegurar la sostenibilidad de la deuda”, ya que España no podrá financiarse si la prima de riesgo se mantiene por encima de los 500 puntos. Así lo reconoció públicamente Rajoy, que se mostró tajante al negar que la banca española pueda necesitar acudir al fondo de rescate.

Las palabras de Rajoy no tuvieron, lógicamente, un efecto inmediato sobre los mercados. El temido “lunes negro” cerró con una nueva caída del Ibex y la prima de riesgo en máximos históricos. Pero sí suponen un cambio en una estrategia de comunicación marcada hasta ahora por el secretismo y la improvisación. La noticia no estaba tanto en qué iba a decir Rajoy, sino en el hecho mismo de que se dirigiese públicamente a los españoles. La de este lunes fue la primera rueda de prensa desde que fue investido presidente del Gobierno a finales del pasado año. Algo insólito aún en condiciones normales, y letal en la situación de excepcionalidad que atraviesa España. Lo ha hecho, además, en la sede nacional del PP en la calle Génova, lo que se puede interpretar como un toque de atención a un partido que, como el Gobierno, no está brillando precisamente en materia de comunicación.  

Tiene razón Rajoy cuando señala la consolidación fiscal y la liberalización, mediante reformas, de la economía como condiciones necesarias para recuperar la confianza en la economía española, pero hasta ahora olvidaba un tercer elemento imprescindible: la transparencia.  Si prácticamente cada semana, cuando no cada día, la credibilidad de España se pone en cuestión, no basta con la buena labor que cada viernes desempeña la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. El Gobierno y su presidente deben hacer un esfuerzo mucho mayor en dar explicaciones a los españoles. En una coyuntura como la actual es imprescindible para que la economía consiga remontar, pero además es su obligación democrática. No es de recibo que Rajoy se niegue a hablar, las poquísimas veces que lo hace, de nada que no sea la economía. Hay asuntos como los cambios en la política penitenciaria de los presos de ETA o la crisis de Gibraltar, entre otros muchos, lo suficientemente graves como para que el presidente del Gobierno de España no se pronuncie.

En este sentido, se ha evidenciado el error garrafal de Rajoy al no designar un vicepresidente económico. Nunca ha sido tan necesario como en las circunstancias actuales tener una política económica claramente definida y nítidamente explicada. Es obvio que la bicefalia Montoro-De Guindos no lo ha conseguido. Bastante confusión genera ya en el exterior el disparatado sistema autonómico, como para añadir más. La comparecencia de hoy no servirá de nada si se queda en un hecho aislado y no hay un cambio profundo en la organización y comunicación del Gobierno. Será solo una estéril respuesta a un día nefasto para España en los mercados.      

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