Menú
Elías Cohen

Khaled Meshal en Gaza

Ha sido desolador el tratamiento que algunos medios han ofrecido de la visita del líder terrorista a Gaza. Ni que fuera Nelson Mandela...

Ha sido desolador el tratamiento que algunos medios han ofrecido de la visita del líder terrorista a Gaza. Ni que fuera Nelson Mandela...

El pasado sábado la mayoría de los telediarios nacionales abría con la visita a Gaza del líder de Hamás, Khaled Meshal. Teniendo en cuenta que Israel ha aflojado el bloqueo, que se atisba una reconciliación entre Hamás y Al Fatah y que los islamistas se han autoproclamado vencedores en su último enfrentamiento con el Estado judío, los medios retransmitieron el acontecimiento como si se hubiera alcanzado un punto de inflexión en el conflicto entre israelíes y palestinos.

No obstante, todo sigue igual de desesperanzador. En este sentido, la visita de Meshal a Gaza ha sido un despropósito constante contra la paz y contra la resolución del conflicto.

Así, la recepción que los gazatíes brindaron al líder de Hamás abundó en los mitos de sangre y terror contra Israel que tanto utiliza el liderazgo palestino. En los fastos con que se arropó a Meshal en su primera visita a Gaza, con motivo del 25 aniversario de la fundación de Hamás y de la primera Intifada, se vio un modelo a gran escala del misil M-75, el arma de mayor alcance del grupo terrorista, que ha dado nombre a un perfume. Las televisiones mostraron sin vergüenza imágenes de niños vestidos de combatientes, con réplicas de cohetes y de fusiles de asalto AK 47, mientras rendían pleitesía al abyecto líder y le pedían su bendición. En la multitudinaria concentración en la plaza Al Jativa –500.000 personas, según el gobierno gazatí– abundaban las banderas de Hamás, mientras que el número de enseñas palestinas no pasaba de anecdótico.

Meshal, jaleado por sus seguidores, ofreció un discurso de odio y de incitación al genocidio. Como pudimos leer en los subtítulos, lejos de tender algún tipo de puente al diálogo o a la paz, prometió seguir con la Yihad hasta la liberación de Jerusalén y Haifa, bendijo a quienes lanzaron cohetes sobre Tel Aviv y, eufórico, recalcó que nunca reconocerá al Estado de Israel. Antes, un portavoz de las brigadas Al Qasam, el ala militar de Hamás, hizo las veces de telonero y aconsejó a los israelíes que cogieran sus pasaportes y se fueran: de lo contrario, un ejército islámico los barrerá.

Sin querer incurrir en la Ley de Godwin, las palabras de Meshal y los desfiles en Gaza City el pasado fin de semana son un calco de otras manifestaciones escalofriantes que hemos visto en las hemerotecas y en los documentales históricos sobre los totalitarismos del siglo XX.

Insisto, ha sido desolador el tratamiento que algunos medios han ofrecido de la visita del líder terrorista a Gaza. Como si de un Nelson Mandela se tratara –la perenne fascinación con la loca comparación entre Israel y la Sudáfrica del apartheid, que cae por su propio peso cuando atendemos, por ejemplo, a algunas biografías de ciudadanos israelíes no judíos–, se le ha pintado un aura de heroísmo y resistencia. La resaca sesentayochista de seducción por el buen salvaje ha estado una vez más presente en los noticieros. De esta manera, apenas hemos leído o encontrado la palabra terrorismo en las crónicas. Parece que muchos han olvidado que Hamás está en la lista de organizaciones terroristas de la Unión Europea desde 2003. Además, las cifras del terror de Hamás no han salido a colación, algo inimaginable si el objeto de la información fuera otra organización terrorista: ETA.

A pesar de la imagen de activista cincuentón y exiliado mostrada en los televisores, es Meshal, –informa Jess Sadick, antiguo analista de la comunidad de inteligencia de EEUU– quien establece la estrategia de Hamás. Es el líder absoluto del movimiento islamista, y cada acto terrorista que perpetra Hamás tiene su aprobación.

Ciertamente, la retórica de Meshal no sorprende y no es nueva. Con tanta sangre en sus manos, con tanto fanatismo y odio extendido entre sus seguidores, nada positivo se espera de la dirigencia de Hamás. ¿Qué esperar de unos líderes a los cuales no les ha temblado el pulso a la hora de enviar a tantos palestinos a inmolarse en cafeterías y autobuses? ¿Qué esperar de unos líderes que disfrazan a sus niños de combatientes y de hombres bomba? ¿Qué esperar de unos líderes que ordenan atacar a población civil con cohetes y misiles, que celebran como un éxito la muerte de cada civil israelí? ¿Qué esperar de unos líderes que aprueban el linchamiento y la ejecución pública de los palestinos que supuestamente colaboran con Israel? ¿Qué esperar de unos líderes que, por activa y por pasiva, han reivindicado que su principal objetivo es la destrucción del Estado de Israel?

Nada. Por parte de Meshal y de sus secuaces no podemos esperar ya nada. En todo caso, podemos agradecer su sinceridad. Como ha apuntado el premier israelí, Benjamín Netanyahu: "Hemos vuelto a ver la verdadera cara de nuestro enemigo".

Temas

En Internacional

    0
    comentarios