Carlos Lesmes está como en No me amenaces, que se va, y se va, y se va y no se ha ido. Hace un mes dijo que se daría unos días para hacerlo y ahí sigue. La última es que, entre este viernes y el lunes que viene, a más tardar el martes, tratará de conseguir que el Consejo nombre a los dos magistrados del Tribunal Constitucional que le corresponden. Hasta hoy, a pesar de que el Gobierno había puesto el término del 13 de septiembre, el Consejo no ha cumplido con su obligación porque ocho vocales conservadores lo han impedido y no se han prestado a ningún acuerdo. Lo han hecho para castigar al Gobierno, no tanto por quitarles la función de cubrir las vacantes que se van produciendo en los altos tribunales, sino por haberles devuelto sólo la de hacer los nombramientos del Tribunal Constitucional porque es lo que le conviene a Pedro Sánchez. Lesmes podía haberse unido a los vocales que protestan contra esta forma de legislar ad hoc. Pero, por lo que sea, ha preferido unirse a los progres y ha intentado encontrar dos nombres de consenso que fueran del agrado de todos los vocales. Convencidos hoy de que los ocho díscolos no van a dar su beneplácito a nadie, el nuevo plan, la "vía alternativa" de Lesmes y los progres es atraer a su redil a uno de los ocho díscolos. De esa forma tendrían los doce votos necesarios para conseguir que el nombramiento de los dos nuevos magistrados salga adelante y que el Gobierno pueda finalmente hacer los suyos. Si ninguno de los ocho cede, el bloqueo continuará.
Los conservadores rebeldes alegan que no encuentran ningún candidato idóneo que quiera serlo. No es tan difícil de creer. ¿Qué jurista va a querer manchar su nombre prestándose a la operación del Gobierno para controlar el tribunal de garantías y hacerle decir que es constitucional lo que los golpistas, separatistas y filoetarras quieran? Al parecer, Lesmes ha encontrado a uno con el suficiente prestigio como para convencer al más tibio de los díscolos y que se una a los vocales del PSOE, IU y PNV, además de los dos conservadores que ya están convencidos, y sumar los doce votos necesarios. Ya veremos.
En cualquier caso, informan las crónicas que, tenga o no éxito en perpetrar el crimen que el Gobierno le ha exigido que cometa, Lesmes dimitirá antes del 12 de octubre y así de paso se libra de ir al desfile. Pero tampoco es seguro. Si PP y PSOE dan indicios de estar poniéndose de acuerdo para renovar el Consejo, Lesmes podría aguantar unos días más. Ya se sabe que el que quiera seguir progresando en su carrera no puede dimitir jamás, salvo que se lo pidan. En ese caso, como acaba de hacer el director general de Radio Televisión Española, ha de largarse a toda mecha por la misma razón, para conservar para el futuro el posible favor del sistema. Aquí sólo se va el que el Gobierno quiere que se vaya. Por eso Lesmes está que se va, y se va y se va y no se ha ido.