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Emilio Campmany

Navajeo en Washington

Capitolio, Washington
Capitolio, Washington | Flickr: @82955120@N05

Desafiando al Senado, Barak Obama ha decidido designar a un nuevo magistrado para la Corte Suprema que llene la vacante dejada por el juez conservador Scalia, fallecido hace unas semanas. La mayoría republicana que controla la cámara alta ha asegurado que no confirmará a ningún juez que Obama designe durante su último año de mandato para dar ocasión a que sea el nuevo presidente, el que será elegido en noviembre, quien haga la elección. Sin embargo, Obama había manifestado su firme voluntad de ejercer su indiscutible derecho a designar a quien considere oportuno. Entre elegir a un candidato abiertamente de izquierdas para provocar un choque ideológico con el Senado y escoger a un juez moderado que los senadores republicanos no puedan rechazar, Obama se ha decidido por esto último. El juez finalmente designado ha sido Merrick Garland, un magistrado del Tribunal de Apelaciones del circuito de Columbia puesto allí por Clinton, pero que recibió el respaldo de diversos senadores republicanos en aquella ocasión por su prestigio como hombre entregado a la ley y no a la ideología. Obama espera que el rechazo del Senado republicano a un candidato tan presentable ponga en evidencia el sectarismo de la derecha norteamericana en la víspera de las elecciones de noviembre.

Hay que tener en cuenta que en esa fecha no sólo se elige al presidente de los Estados Unidos, sino que también se renueva un tercio del Senado. Un total de 24 senadores republicanos, además de 10 demócratas, tendrán que buscar la reelección y, caso de que la derecha perdiera la mayoría, podría darse el caso de que, rechazando a Garland hoy, los republicanos estén dando a Hillary Clinton la oportunidad de elegir a un candidato mucho más radical que podría ser ratificado por un Senado controlado por los demócratas. El escenario es más que probable si se considera que, salvo sorpresas o maniobras por debajo de la mesa de última hora, el candidato republicano será el atrabiliario Donald Trump, lo que garantizaría con casi toda seguridad la elección de Hillary Clinton.

La cuestión no es baladí porque hoy en la Corte Suprema hay un empate a cuatro que no permite resolver importantes cuestiones relacionadas con el aborto, la financiación de las campañas electorales y el derecho a portar armas. Juristas republicanos están convencidos de que Garland ha sido nominado precisamente para escorar las decisiones del tribunal del lado de la izquierda y que, a tales efectos, da igual que sea él el nombrado o cualquier otro más radical que pudiera elegir Clinton. Por lo tanto, según ellos, merece la pena negarse de momento a aprobar la elección de Obama y dar una oportunidad a que sea un republicano quien designe a un juez genuinamente conservador. En todo caso, argumentan, siempre podrán, en caso de ser elegida Clinton en noviembre, confirmar al candidato de Obama antes de que la nueva presidenta tome posesión en enero. Las facas que allí se cruzan no están menos afiladas que las que aquí se gastan.

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