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Enrique Navarro

¡Que los árboles de Rivera no nos impidan ver el bosque de Sánchez!

La cagada de Sánchez ha sido monumental. Sólo su dimisión y la presentación de un candidato fiable podría revertir la situación.

La cagada de Sánchez ha sido monumental. Sólo su dimisión y la presentación de un candidato fiable podría revertir la situación.
Pedro Sánchez, a su llegada a la sede del PSOE durante la noche electoral | EFE

Mal haríamos en centrar el análisis de estas elecciones en la debacle de Ciudadanos, porque estaríamos obviando qué ha ocurrido el 10-N y quién es el auténtico perdedor. ¡Que los árboles de Rivera no nos impidan ver el bosque de Sánchez!

Hay tres elementos que penalizan los españoles a la hora de votar: primero la incoherencia, segundo la ausencia de fidelidad a unos principios cualesquiera que éstos sean y finalmente la frivolidad. Estos factores se encuentran tanto en la desaparición de Ciudadanos, como en la gran derrota de Pedro Sánchez.

La aproximación camaleónica y cortijera de Pedro Sánchez a la política le han traído unos resultados calamitosos, unas elecciones a las que él, en su soberbia, nos condujo, sin importarle los costes ni los riesgos (que ya eran evidentes).

Unas elecciones convocadas para dinamitar a Podemos, y que lejos de conseguir este propósito han dejado en el electorado de izquierdas la impresión de que Iglesias acertaba al no pactar con Sánchez. ¡Como para fiarse de alguien que consigue la abstención de ERC en julio y busca en agosto la del PP!

Pretendía ocupar el centro político, y acaba de dejarle en bandeja al PP un espectro enorme, con una muleta gigantesca en Vox, que si algo tiene claro es impedir que la izquierda gobierne en España, aunque ahora suspira para que sean los populares los que pacten con el PSOE, un escenario idílico para los intereses de Abascal.

La catadura moral de quien enardeció a la militancia devolviéndoles una voz, como si alguna vez la hubiera perdido, negando la gobernabilidad al PP, y, sin el mayor recato, pretender ser ungido presidente con la abstención del PP, es el mayor ejemplo de incoherencia política de nuestra historia reciente. ¿Acaso va a consultar a la militancia pactar con el PP la abstención? Seguramente no; porque la militancia sólo es útil cuando sirve a sus propios intereses.

El sanchismo versión 1.0 consistía en llegar un acuerdo con independentistas y Podemos para alcanzar el poder con "el sano" propósito de no soltarlo nunca; en utilizar el negro pasado de España para rascar votos, sin importarle soliviantar a millones de españoles que ahora claman por políticas que creíamos abandonadas.

El sanchismo se ha suicidado. Ya nos parecen cómicas las encuestas de Tezanos; la locura de invadir los medios de forma apresurada la ultima semana de campaña cuando se anunciaba la debacle. Hasta la exhumación de Franco en plena campaña, que se ha demostrado inútil electoralmente. El sanchismo versión 1.0 incluso estaría dispuesto a llevarnos a unas nuevas elecciones, hasta que por aburrimiento consiguiera sus ansiados 140 diputados, pero ya no es posible.

El PSOE le ha hecho dos grandes favores a la derecha: cargarse a Ciudadanos, cuyos votantes acudirán en masa a votar al PP convirtiéndole en la fuerza más votada en unas nuevas elecciones y dividir el voto de la izquierda todavía más con la estrategia Errejón, que al final ha restado más votos en el PSOE que en Podemos. Vamos, que ha hecho un pan con unas tortas.

En estas condiciones nacerá el sanchismo 2.0 porque ni Sánchez va a dimitir, aunque fuera por la gobernabilidad de España -un concepto que solo es aplicable cuando sirve para elegirle presidente- ni va a buscar el gobierno de coalición con Podemos. El sanchismo 2.0 pretende plantear la cuadratura del circulo, gobernar con Podemos con la abstención del PP; y eso es imposible porque ambas opciones están descartadas: ni siquiera puede contar con la abstención de Ciudadanos, que ya tiene otras cuitas diferentes que la gobernabilidad de España para terminar suicidándose apoyando al PSOE.

Ante esta realidad, el sanchismo 2.0 pretende perpetuarse en funciones, no tiene otro plan, que una patada a seguir a ver si ocurre un milagro sea el que sea. No acudirá a la investidura si no tiene un acuerdo que le asegure la gobernabilidad y no lo va a tener.

El PP no tiene ninguna alternativa; si Sánchez gobierna con la abstención del PP, el próximo presidente del gobierno será Abascal; si entra en una coalición, en cuatro años la disputa electoral será entre Vox y Podemos. Vamos que la cagada de Sánchez ha sido monumental y al PP no le deja otra opción que el voto negativo.

No obstante, lo anterior, no se puede negar que el PSOE ha ganado las elecciones y debe ser el partido que gobierne en España, pero no puede liderarlo quién le ha llevado a una situación límite y por segunda vez en apenas cuatro años. El problema de Pedro Sánchez es que nadie se fía de él. El PP sabe que si gobierna Sánchez será imposible articular una mayoría para desbancarle, y además es consciente de que acabará pactando el indulto, el referéndum y las políticas fiscales con Podemos, y a ese juego no puede prestarse el Partido Popular.

Podemos no va a prestarse a un juego que le puede dar excelentes resultados en unos meses. Iglesias no va a entrar en un contubernio con el PP y PSOE, ni va a exigir menos de lo que ya pidió en Julio, ¿Pará qué si no le ha ido tan mal en las elecciones? Y el camaleónico Sánchez ahora dirá que sí se fía de Pablo Iglesias y de tenerle en el consejo de ministros a pesar de su inexperiencia, y esto una vez más le hará menos de fiar.

Sólo la dimisión de Sánchez y la presentación de un candidato fiable podría provocar un cambio del panorama, pero eso no parece que vaya a ocurrir; el sanchismo 2.0 es el resistir hasta que el entorno sea favorable; no importa que no haya presupuestos ni reformas; la opción es resistir y buscar culpables fuera o incluso dentro del propio partido que ya el sanchismo 2.0 ha puesto en marcha la maquinaria de encontrar culpables, y no los está buscado en Moncloa, sino en Ferraz.

Sin embargo, el PP haría mal en hacer parafernalia del no es no; una mesa de partidos constitucionalistas debería ser el primer paso para hablar de acuerdos de gobierno, y el PP debería ser quien promoviera una iniciativa que, en caso de prosperar, permitiría tener una agenda de cambio y un gobierno. Sólo en un marco pluripartidista sin exclusiones en posible asegurar la marcha de la legislatura; no le auguro mucho éxito a esta mesa, si es que llegara a convocarse, pero al menos servirá para retratar a cada uno y determinar responsabilidades, que en los tiempos que corren no es poco. Es la hora de España y los nombres no son importantes sino las ideas, y esta altura de miras necesaria está muy lejos de la realidad actual, así que tendremos un largo 2020 en funciones; y Sánchez asomándose todos los días al balcón de Moncloa para ver si escampa.

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