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Eva Miquel Subías

Mío, tuyo, suyo

A los cargos electos les suelen gustar los pronombres posesivos. Así, en general.

A los cargos electos les suelen gustar los pronombres posesivos. Así, en general.

Veamos. Lo pensaba a raíz de las recientes dimisiones de los miembros de la Ejecutiva del PSC, que han abandonado el órgano de dirección, pero no así las filas de la formación política. Desconozco, a estas alturas, si se llevan consigo escaños o no. Fíjense lo afectada que está una.

Pero bien podría referirme a cualquier otro partido político. Que en todas partes cuecen habas.

El problema que acecha a la mayoría de los cargos electos es que confunden el escaño o la silla consistorial que han conseguido gracias a unas determinadas siglas, con su posición individual. Y no es así.

Porque supongo que más allá de lo que pueda influir un cabeza de lista, ya deben saber a estas alturas que el ciudadano medio español desconoce por completo quiénes conforman una lista electoral. A lo sumo, un par de ellos. Y además, no nos engañemos, a muchos les trae sin cuidado.

Con lo que un concejal o un parlamentario supongo que es consciente que, mientras aquí no haya un proceso de listas electorales abiertas –algo que no parece, por el momento, se pueda avistar ni a corto ni a medio plazo– el que rellena una lista no pinta demasiado.

Sí, lo sé, y lo lamento por el ego de algunos. Pero así es. Y ellos también lo saben. De hecho, yo he dejado de votar en alguna ocasión a una determinada formación política por estar en completo desacuerdo con el o la cabeza de lista, pero sin embargo me he resistido a dejar de hacerlo cuando alguno o algunos de los que la completaban no me han agradado. Y ha sido el caso de más de uno, me atrevo a confesar.

Debería, pues, ser una consecuencia lógica que, una vez se está en desacuerdo con el partido que te ha permitido obtener un escaño y deseas abandonar la formación correspondiente –por los motivos que sean: o por coherencia o por propio interés– te vayas tal y como llegaste.

Y de la misma manera al ocupar un cargo institucional en España o más allá de nuestras fronteras. "Es que le han votado a él o a ella…", dirán algunos.

No, perdonen. Han votado al representante que el PSOE o el PP han propuesto y han apoyado para tales efectos. ¿O es que le habrían votado de haberse presentado sin el respaldo de un partido político?

Porque a estas alturas, señores y señoras, ya nos vamos conociendo todos y sabemos dónde estamos cada uno. Así que vayamos por delante con las cosas claras y dejemos los eufemismos, las metáforas y las posiciones demagogas para otro momento u otro ámbito.

El único deber que tiene el parlamentario o el concejal en cuestión es llevar a cabo su labor de la manera más rigurosa posible y sin perder en ningún momento de vista que no ocupa una plaza de propiedad, que no le pertenece, sino que la está disfrutando en régimen de alquiler.

Y en cuanto una determinada ideología o unas posiciones concretas ya no le estimulan lo suficiente, o simplemente tiene otros objetivos en mente, lo que corresponde es proceder de inmediato a devolver el escaño a la formación que te lo permitió obtener.

Así de sencillo.

En España

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