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CUBA

El llamado de la raza

Los afrocubanos demócratas hemos esperado décadas una declaración pública de comprensión y solidaridad como la que acaban de suscribir decenas de personalidades afroamericanas.

Los afrocubanos demócratas hemos esperado décadas una declaración pública de comprensión y solidaridad como la que acaban de suscribir decenas de personalidades afroamericanas.
La injustificable demora no resta importancia a esa iniciativa. Tampoco significa que sea la primera vez que líderes e intelectuales negros de EEUU se movilizan para condenar el racismo en la isla y defender los derechos, no sólo de los cubanos que compartimos su color de piel y su origen histórico y cultural, sino de todos los que han padecido la tiranía castrista. Una diferencia clave es que, por su carácter público y contundente, ha puesto en solfa, en sectores de la izquierda norteamericana, otra de las cacareadas conquistas del castrismo que no resiste un análisis serio: la idea de que la revolución liberó a los negros y mulatos cubanos de la explotación y la discriminación y les puso en pie de igualdad con los blancos.

La dictadura –y su secuela: el exilio– se ha prolongado tanto, que se hace necesario evocar los desvelos de figuras destacadas como Tony Bryant, el ex pantera negra que pasó casi 12 años preso en Cuba por dar a conocer la realidad de la isla entre los afroamericanos. "Es cuestión de tiempo e información", me dijo Bryant una vez, "el que mi gente sienta el llamado de la raza en la isla, que entienda que los negros se hallan entre los más manipulados y explotados [por el castrismo]". Bryant llevó esa verdad, que experimentó en carne propia, a todas las comunidades afroamericanas donde encontró oídos atentos. Su muerte prematura, hace 10 años, ha impedido que disfrute el gesto solidario de sus compatriotas, y del que acaso fue el más notable precursor.

Se impone recordar también los esfuerzos que realizara Jesse Jackson para informarse debidamente con exiliados sobre la realidad de los afrocubanos y, después, para interceder en La Habana por ellos y por otras víctimas del castrismo. Presencié de cerca la evolución ideológica de Jackson sobre este tema, especialmente durante sus comparecencias ante la junta editorial del Miami Herald en los 90, a la que entonces pertenecía yo. Jackson prefería maniobrar entre bastidores porque creía que así podía conseguir más excarcelaciones de presos de conciencia. Me gustaría ver su firma estampada ahora en la declaración de apoyo de los afroamericanos a la lucha por los derechos civiles en Cuba.

Fidel y Raúl Castro.El régimen de los hermanos Castro ha explotado sin escrúpulos las ansias de reivindicación histórica y social de los afrocubanos para vender a muchos el bulo de que la revolución se hizo principalmente para liberarlos del abuso y la discriminación. Sin embargo, los ha utilizado como carne de cañón predilecta en sus aventuras bélicas (por ejemplo, en África), al tiempo que los ha excluido sistemáticamente de los círculos de poder político.

También humilla y pone trabas particularmente onerosas a los que pretenden exiliarse, sobre todo si son profesionales. Y falsifica las estadísticas para sugerir que la población negra y mestiza es minoritaria, algo que desmiente la realidad cotidiana: en el censo de 1981, por ejemplo, el régimen contabilizó apenas un 12% de negros y un 22% de mestizos.

Una de las acciones más canallescas del castrismo ha sido el uso deliberado de policías afrocubanos provenientes de las provincias para patrullar La Habana, algo que ha acentuado los prejuicios y emponzoñado las relaciones entre muchos blancos, negros y mestizos.

Ante la firme denuncia afroamericana, el régimen se ha rasgado las vestiduras. Como suele hacer en estos casos, pasó una cuenta a ciertos afrocubanos por los privilegios y prebendas de que disfrutan, exigiéndoles que rechacen la acusación. Algunos compatriotas, en un gesto digno que los enaltece, han rehusado prestarse a esta nueva manipulación. Lo que nos lleva a una conclusión evidente: mientras perdure la dictadura, en Cuba no se podrá confrontar con seriedad el viejo y persistente patrón de racismo que consiste en mantener o ignorar las prácticas discriminatorias y abusivas mientras oficialmente se finge que no existen. De ahí la importancia de propiciar e intensificar el debate desde afuera, como han hecho los autores y firmantes de la declaración afroamericana por los derechos civiles de los afrocubanos.


© AIPE

DANIEL MORCATE, periodista cubano.
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