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ORIENTE MEDIO

La carrera atómica de Irán

En algún momento anterior a febrero de 2008, agentes alemanes y estadounidenses capturaron la laptop de un ingeniero iraní vinculado al programa nuclear de su país. Entre los documentos que hallaron, uno sobresalía de manera alarmante: mostraba el arco de la trayectoria de un misil de fabricación iraní, el Shahab 3, que puede recorrer 1.300 kilómetros, con una indicación de detonación a 600 metros de altura.


	En algún momento anterior a febrero de 2008, agentes alemanes y estadounidenses capturaron la laptop de un ingeniero iraní vinculado al programa nuclear de su país. Entre los documentos que hallaron, uno sobresalía de manera alarmante: mostraba el arco de la trayectoria de un misil de fabricación iraní, el Shahab 3, que puede recorrer 1.300 kilómetros, con una indicación de detonación a 600 metros de altura.

El entonces vicedirector de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), Olli Heinonen, explicó que la explosión de una bomba convencional a esa altura no tendría el menor efecto, pero que una detonación nuclear tendría consecuencias devastadoras. De hecho, esa fue la altura aproximada a la que fue detonada la bomba atómica sobre Hiroshima, en 1945.

En noviembre de 2011 la AIEA publicó un informe sobre el estado del programa nuclear iraní del que cabe citar tres graves afirmaciones:

1) "Irán ha llevado a cabo actividades relevantes para el desarrollo de un mecanismo de explosión nuclear";

2) Irán ha adquirido "información y documentación" acerca del desarrollo de armas nucleares a "una red clandestina ";

3) Irán ha trabajado también en el "testeo de componentes".

Recientemente la AIEA informó de que Teherán había aumentado su producción de uranio enriquecido muy por encima de lo necesario para un posible uso civil, y de que más de un tercio del proceso de enriquecimiento tiene lugar en la planta de Fordo, situada unos ochenta metros bajo tierra y rodeada de sistemas de defensa antiaérea; asimismo, expresó su preocupación por que los ayatolás hayan prohibido el acceso de sus inspectores a algunas de sus plantas nucleares. Por ello, la referida agencia seguía teniendo 

graves preocupaciones relativas a las posibles dimensiones militares del programa nuclear de Irán.

La integridad de este organismo de las Naciones Unidas difícilmente pueda ser cuestionada. Fue esta misma institución la que aseguró, en pleno debate sobre la inminente guerra en Irak (2003), que para ese entonces Sadam Husein ya no tenía armas de destrucción masiva. En cuanto al régimen iraní, su comportamiento hace poco por suscitar confianza en la comunidad internacional. Aún debe explicar convincentemente por qué necesita invertir grandes cantidades de recursos en la construcción de reactores nucleares para generar electricidad si posee importantes reservas de gas y petróleo, o por qué rechazó en el 2010 una oferta rusa de importar uranio enriquecido a la gradación de uso civil y se avocó en vez de ello a la costosa tarea de enriquecer uranio por sí mismo, o por qué ocultó algunas de sus instalaciones nucleares bajo tierra, o por qué permitió sólo limitada e intermitentemente el acceso a las mismas a los inspectores internacionales. No es menos fácil de entender su decisión de seguir adelante con su programa nuclear a prácticamente cualquier costo político y económico, aunque le suponga ser objeto de sanciones internacionales y ostracismo diplomático o incluso aunque le cueste guerra total.

La evidencia y el sentido común sugieren que el programa nuclear de la República Islámica de Irán tiene una finalidad militar. En algunos rincones, hay quienes insisten en negarlo por temor a que la admisión de esta realidad derive en una situación bélica. Pero cerrar lo ojos no hará que la amenaza desaparezca. En tiempos recientes, el Gobierno de los ayatolás se robó una elección nacional, arrestó a cineastas, estudiantes, diseñadores de moda y políticos disidentes, prohibió la venta de la muñeca Barbie, las películas occidentales y los juegos con agua en las plazas públicas, condenó a muerte a una mujer adúltera y a un pastor cristiano, mientras siguió ejecutando a homosexuales, amenazó con cerrar el Estrecho de Ormuz, atentó contra diplomáticos israelíes en Tailandia, Georgia y la India, planeó el asesinato del embajador saudita en la capital de los Estados Unidos, continuó armando a la agrupación fundamentalista Hezbolá y respaldando al represor de Damasco.

Todo esto lo hizo sin tener la bomba nuclear en sus manos. Imagínese de lo que sería capaz si la tuviera.

 

julianschvindlerman.com.ar

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