De modo igualmente imprevisto, Rusia decide cortar el gas a Ucrania y, como consecuencia, a unos cuantos países europeos, de los cuales el menos afectado es Alemania, donde desembocan dos macrotuberías de transporte del precioso combustible: el que pasa por Ucrania pero también el que pasa por Bielorrusia. Por destino geográfico, Polonia también recibe gas vía Bielorrusia, pero eso es obra de lo que Lezama Lima llamaba "azar concurrente": es la única ventaja que el estar exactamente entre Rusia y Alemania ha proporcionado a los polacos en mil años.
De estos dos acontecimientos, el empleo de Schroeder y el corte de gas por el zar Putin, la prensa española no ha sacado conclusiones que valga la pena reseñar. Lo que sí conviene subrayar es la aparente ingenuidad de todo lo que esa misma prensa ha dicho al respecto, y la enormidad de lo que ha omitido. Debe de ser, imagino, porque a nosotros nos trae sin cuidado el problema: los gasoductos rusos no llegan hasta la siempre feliz Iberia, generosamente provista de gas por nuestros hermanos de la costa sur del Mediterráneo: Argelia nos lo proporciona vía Marruecos, en pura y dura manifestación de alianza de civilizaciones.
Imagino también que Zapatero se habrá alegrado de que la fracasada Merkel se enfrente a una reducción en la cantidad de gas que recibe del Este, al menos tanto como le habrá alegrado que su admirado Schroeder no se quedara en la calle, cosa que le va a ocurrir a él cuando deje de ser presidente si Gas Natural no lo remedia dándole otro papel en la comedia económica: es el problema de quienes no tienen más formación profesional que la de la política.
Dicho esto, conviene hablar en serio de la cuestión y recordar al menos una parte de lo que la prensa ha omitido. En primer lugar, algo que les resulta difícil entender a un presidente y a un partido de gobierno que tiene por norma prescindir de la oposición, y es que Angela Merkel y Gerhard Schroeder son alemanes en la misma medida, con la misma fuerza e igual inteligencia de lo que ello significa: ambos están decididos a defender y a promover los intereses de Alemania en forma idéntica, y ambos trabajan en ello.
Ambos están encantados de que el Papa sea alemán, saben que los luteranos de Hamburgo no harán boicot a la cerveza de Baviera por la cuestión vaticana y piensan dedicar el resto de su vida a consolidar el papel de Alemania en la UE y en el eje francoalemán: el de locomotora, de su vecino preferido y de todos los demás.
Entendido esto, habrá que aceptar la idea de que Schroeder no ha optado por un puesto en Gazprom para jubilarse en condiciones más ventajosas (sus condiciones actuales son óptimas), sino para defender allí los intereses de Alemania. Precisamente, en una empresa rusa.
Fue bueno para Occidente que la URSS se rindiera incondicionalmente. Fue un éxito para los Estados Unidos. Cabría decir que lo fue también para Europa en general, en términos políticos, pero de lo que no hay duda es de que Alemania se benefició más que cualquier otro país, tanto en lo político como en lo económico. Por una parte, dejó de ser la frontera con el mundo del socialismo real, recuperó Berlín –el más claro símbolo de la Guerra Fría– y consiguió la reunificación, cosa a la que, por altos que fueran los costes y por grave que fuese la desconfianza mutua entre los del Este y los del Oeste, aspiraban todos los alemanes desde 1945.
Recordemos que la reunificación alemana repercutió en diversa medida sobre los bolsillos de todos los europeos, y que una Alemania más grande y con más población es más fuerte y tiene más diputados en el Parlamento Europeo, más capacidad productiva y más peso en el grupo de los países realmente industrializados.
Cuando la URSS colapsó definitivamente tenía una deuda externa de más de 100.000 millones de dólares. El 40% de la misma era con Alemania: 48.000 millones. Una parte sustancial del resto de esa deuda era con los países del Este de Europa, que se han ido incorporando a la UE en condiciones en muchos casos determinadas por Alemania, como la República Checa, separada de Eslovaquia de acuerdo con el mapa alemán de la época del III Reich, que se ha ido recomponiendo desde el malhadado momento en que Javier Solana, fiel representante de los intereses germanos, declaró que Croacia y Eslovenia eran sujeto de derecho internacional, dando el pistoletazo de salida de la guerra de Yugoslavia, que está muy lejos de haber terminado.
El primer 20% de la deuda rusa con Chequia se fue pagando, a partir de 1996, con material militar, combustible nuclear y equipos para la investigación nuclear, según informó en su día Radio Praga en internet. Los intereses alemanes en el Este tienen, pues, todas las garantías políticas posibles. Y como Polonia es, de todas las naciones otrora satélites de la URSS, la más reacia a someterse a los deseos alemanes y prefiere ampararse bajo el manto americano y enviar tropas a Irak cuando Alemania y su centenar de empresas proveedoras de material estratégico y militar a Sadam Husein se oponen, qué mejor método de presión sobre ella que la explícita dependencia energética del gas ruso en su paso hacia el Oeste.
Por el momento, porque dentro de poco, en menos de un lustro, se completará el gasoducto por debajo del Báltico, que comunicará directamente San Petersburgo con Greifenwald, Rusia con Alemania, obviando todos los pasos intermedios y poniendo a merced de las decisiones rusoalemanas la provisión de gas de Bielorrusia, Ucrania, Polonia, Eslovaquia, Chequia, Hungría, Austria e Italia.
La prensa sigue, entretanto, hablando de "crisis del gas entre Rusia y Ucrania", y asombrándose ante el hecho de que Alemania se niegue a mediar. El diario ABC reproduce un cable de DPA en el que se dice que el Gobierno Merkel "se mantiene en contacto con ambas partes", y que su portavoz, Ulrich Wilhelm, ha asegurado que Alemania "tiene interés en que se llegue a una solución en el conflicto". "Según el portavoz del Ministerio de Economía, el abastecimiento de Alemania está asegurado aunque Moscú decida paralizar el transporte de gas a través de territorio ucraniano", que cubre el 36% de las necesidades del país.
En ese comunicado Alemania aparece como víctima del conflicto, pero en realidad es el pescador más beneficiado en ese río revuelto, y probablemente haya que buscar en Berlín tanto como en Moscú el origen de esos remolinos. Entre la fracasada Merkel y el admirado Schroeder hay más acuerdos de los que el actual inquilino de la Moncloa quiera suponer: como él no es capaz de actuar como un español en relación con los demás españoles, desconoce el hecho de que los alemanes sí son capaces de actuar como alemanes en conjunto. Pero ésa es la realidad, y lo grave no es que él lo ignore, sino que lo ignoren la prensa y la oposición.