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ESTADOS UNIDOS

Los ex presidentes se forran

De acuerdo con el historiador David McCullough, cuando Harry S. Truman abandonó la Casa Blanca, en 1953, no contaba con ingreso o estipendio federal alguno, excepción hecha de la pensión que le pasaba el Ejército, y que ascendía a 112,56 dólares mensuales. No se le dio dinero para que contratara una secretaria o para que alquilara una oficina. En fin, que no recibió un centavo.

De acuerdo con el historiador David McCullough, cuando Harry S. Truman abandonó la Casa Blanca, en 1953, no contaba con ingreso o estipendio federal alguno, excepción hecha de la pensión que le pasaba el Ejército, y que ascendía a 112,56 dólares mensuales. No se le dio dinero para que contratara una secretaria o para que alquilara una oficina. En fin, que no recibió un centavo.
Harry S. Truman.
De hecho, hubo de pedir un préstamo al banco para afrontar su regreso a la vida privada. De hecho, él y su esposa regresaron a su vieja casa de campo de Independence, Misuri, porque, entre otras cosas, "no tenían muchas más opciones, financieramente hablando" (McCullough).
 
Truman rehusó hacer caja a base de explotar su condición de ex presidente. Por poner un ejemplo: rechazó una oferta de un promotor inmobiliario de la Florida de no menos de 100.000 dólares (le quería como "presidente, directivo o accionista" de su compañía). No rodó spots comerciales, no aceptó pagos por "servicios de consultoría", no se ajuntó con los lobbies. Míster No incluso rechazó el coche que le ofreció Toyota como muestra del fortalecimiento de las relaciones americano-japonesas.
 
"Jamás me prestaría a transacción alguna, por muy respetable que fuera, si ello conllevara la comercialización de la dignidad y el prestigio de la Presidencia", escribiría más tarde el propio Truman. Si bien vendió los derechos de sus memorias a la revista Life por una bonita suma, rechazó cualquier otra tentación de sacar tajada de su condición de ex presidente.
 
Medio siglo después, la rectitud de Truman parece tan antigua y pintoresca como los dientes de madera de George Washington.
 
Bill y Hillary Clinton.La semana pasada nos enteramos de que la actividad de conferenciante le ha reportado a Bill Clinton en los últimos seis años –es decir, desde que abandonó la Casa Blanca– la fabulosa cifra de 40 millones de dólares. Infatigable, ha pronunciado decenas de discursos, por los que a menudo ha cobrado más de 150.000 dólares. Según el Washington Post, dos terceras partes de sus ingresos por este rubro proceden de capitales extranjeros; por ejemplo, de la compañía de inversiones saudí Dabbagh, que le retribuyó con 600.000 dólares por un par de alocuciones, y de la promotora inmobiliaria china Jing Ji, controlada por un miembro del Partido Comunista, que le pagó 200.000 dólares por un discurso.
 
El portavoz de Clinton afirma que el equipo de éste realiza una investigación escrupulosa antes de dar el visto bueno a una conferencia. El caso es que Clinton ha aceptado invitaciones de entidades con historiales manifiestamente mejorables. El Washington Post ha informado de que en 2005 aquél percibió 650.000 dólares por impartir dos conferencias para The Power Within, una compañía especializada en discursos motivacionales cuyo fundador, procesado por fraude accionarial, tiene prohibido de por vida emprender negocios en bolsa. Asimismo, Clinton discurseó por 150.000 dólares para Serono International, el gigante suizo de la biotecnología, mientras éste estaba siendo investigado por si había sobornado a médicos para que prescribieran innecesariamente sus medicamentos. Posteriormente Serono se declaró culpable de conspiración, y desembolsó 704 millones de dólares en compensaciones.
 
Si conocemos las ganancias post Casa Blanca de Clinton es sólo porque su mujer, la senadora Hillary Clinton, está obligada a dar cuenta de ellas, en virtud de las normas de transparencia financiera (con todo, no conocemos los millones que ha recaudado la William J. Clinton Foundation con los discursos de su fundador).
 
George W. H. Bush y su esposa, Barbara.Clinton no es el único que hace caja a cuenta del prestigio de ser un ex. El que abrió la veda para esta censurable práctica fue Gerald Ford, que aceptó entrar en los consejos de dirección de empresas como 20th Century-Fox o American Express a cambio de sumas fabulosas. Por su parte, Ronald Reagan llegó a percibir dos millones de dólares por pronunciar dos discursos (de apenas 20 minutos) en Japón al poco de abandonar la Casa Blanca (1989). Y tanto George Bush (padre) como Jimmy Carter se han recorrido el mundo impartiendo conferencias con la mano por delante.
 
"En los cuatro años que han pasado desde que abandonara la Presidencia, Bush, que ya era rico, ha ganado millones de dólares con sus intervenciones públicas", informaba The Wall Street Journal hace una década. "Bush se limita generalmente a dar discursos y a codearse con ejecutivos y altos cargos gubernamentales", añadía. Su tarifa: entre 80.000 y 100.000 dólares por aparición.
 
Semejante avaricia pospresidencial sería más comprensible si los mandatarios abandonasen el cargo como lo hizo Truman, es decir, sin recibir del contribuyente otra cosa que un sentido adiós. Pero no ha vuelto a ocurrir nada parecido desde 1958, cuando entró en vigor la Ley de Antiguos Presidentes.
 
Los ex perciben una generosa pensión –actualmente, de 186.000 dólares; y aumenta cada año que pasa–, pagadera desde el mismo momento en que abandonan la Casa Blanca. Además, disponen de cientos de miles de dólares para gastar en personal, oficinas y viajes; y de protección (a cargo del servicio secreto) para ellos y sus familiares durante las 24 horas del día. Se calcula que el coste de esto último asciende a 20 millones de dólares al año.
 
Según la National Taxpayers Union, Clinton disfrutará de una pensión de más de 7 millones de dólares (en el caso de que cumpla con la esperanza de vida del varón norteamericano); George Bush (padre), de una de 3; Carter, de una de 4. Por otro lado, en el año fiscal de 2007 el marido de Hillary percibirá del Tesoro  aproximadamente 1,6 millones de dólares.
 
La época en que los ex podían llegar a encontrarse en apuros económicos ha pasado a la historia. Por desgracia, también es cosa del pasado ese sentido de la integridad y la decencia que impidió a hombres como Truman dedicar su expresidencia a amasar dinero a toda costa.
 
 
JEFF JACOBY, columnista del Boston Globe.
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