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CRÓNICA NEGRA

El asesino creció y se hizo pederasta

Dos niños aterrorizaron a Europa el día de San Valentín de 1993 asesinando a James Bulger, otro niño –de menos de tres años– al que secuestraron mientras la madre hacía cola para comprar carne en un importante centro comercial de Liverpool. Todo el mundo civilizado supo entonces que se podía ser un asesino con apenas diez años.


	Dos niños aterrorizaron a Europa el día de San Valentín de 1993 asesinando a James Bulger, otro niño –de menos de tres años– al que secuestraron mientras la madre hacía cola para comprar carne en un importante centro comercial de Liverpool. Todo el mundo civilizado supo entonces que se podía ser un asesino con apenas diez años.

Llegado el momento del juicio, el juez protegía a los criminales llamándoles, con mucha prosapia, Acusado A y Acusado B; luego, todo el mundo se hartó de la comedia, y finalmente se filtraron sus nombres: Bob Thompson y Jon Venables.

Uno era un psicópata, decidido y resuelto; otro, un chico feo y timorato que hacía lo que el otro le mandaba. El guapo, listo, despierto y curioso era Venables. Thompson se limitó a emocionarse. Creo que fue el primero que mencionó aquello tan feo de que al pequeño James le metieron unas pilas alcalinas por el ano.

Los chicos fueron juzgados y condenados; luego les aumentaron la pena, porque el ministerio del Interior británico tiene potestad para ello... "hasta que quede satisfecha Su Majestad". De modo que hubo teatro del bueno para toda Europa. Aquí, en España, estuvimos callados todo el tiempo porque de todas formas no habríamos sabido qué hacer. Bob y Jon fueron bandera para algunos que pidieron que se les juzgara de nuevo porque no habían tenido Justicia de la buena.

Unos por otros, la casa sin barrer: los dos pequeños criminales fueron creciendo en esos recintos modernos que no se sabe si son escuelas, clínicas o cárceles, pero que no arrojan buenos resultados en los casos graves. Se filtraron cosas, como que Bob y Jon tardaban en admitir sus culpas y, por tanto, en empezar una terapia de verdadera reinserción.

Fueron cumpliendo años y engordando, a base de pizza y cuidados. Se convirtieron en adolescentes de turbio pasado y, como tantos otros, banal presente; calzaban las mismas botas de marca y los mismos chándales que los demás.

Se dijo que finalmente Venables había admitido lo de las pilas, pero sin dejar de gritar: "¡No soy marica!", lo que se tomó como una especie de exorcismo.

Cumplieron la mayoría de edad y se habló de que Bob iría a las Fuerzas Armadas; no se ha vuelto a saber de Bob. Ojalá sea un soldado de Su Majestad. Tiene un nuevo nombre, y un nuevo cuerpo, lleno de músculos. Ya no es aquel pelirrojo sin voluntad, sino, quizá, un soldado adiestrado. Pero igual mañana nos enteramos de que no, de que es un fracaso andante como su compañero, del que fue separado para que ambos pudieran seguir caminos distintos, lejos de Liverpool.

En el caldo de cultivo de la cola del paro se preguntaban qué habría sido de Venables, el chico de la cabeza privilegiada de la pareja de niños asesinos. Se dijo que quería ser diseñador de ropa y que había creado un precioso vestido de novia. En febrero pasado se supo que había vuelto a prisión tras romper las condiciones de la libertad provisional. Se le acusaba de tres delitos de posesión y difusión de pornografía infantil. Recientemente ha sido condenado por ello a dos años de cárcel.

Según la investigación, se hizo pasar por una madre dispuesta a explotar sexualmente a su hija de ocho años a cambio de imágenes de porno infantil. Operaba bajo el seudónimo de Dawn.

Venables se declaró culpable.

Y ahora es cuando los presentadores de televisión dicen eso de vamos a algo menos penoso, como si tú fueras el pocero de la sociedad que te has colado vestido de pingüino en la fiesta de cumpleaños. Miren, no, hijitos: esto de los niños asesinos es una cosa de esta sociedad hipócrita que ustedes abanderan sin reconocer los errores ni arremangarse para resolverlo.

Miren, hijitos: estos niños son unos salvajes hijos del paro y de la corrupción política, y si no quieren contarlo no bajen a las cloacas, manténganse del lado de allá de la porquería. Estos niños no se curan solos, ni dejándolos al azar. Tropiezan con las drogas y arman peleas. Luego, si viene al caso, que en el asunto Bulger estaba cantado, se hacen pederastas. Venables se creyó descubierto y llamó a sus agentes de la condicional, a los que no pudo ocultarles el disco duro, donde encontraron 57 imágenes indecentes con niños de corta edad.

Thompson y Venables habrían merecido el cuidado de gente de moral recia y fuertes convicciones, amante del trabajo físico; de la que madruga para trabajar, come poco y cena todavía menos. A veces pertenecen a tal o cual hermandad, pero siempre están por el compromiso y la disciplina. Piensen: quizá encuentren la solución.

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