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CRÓNICA NEGRA

'El Boca' estaba muy entero

José Franco de la Cruz, el Boca, asesino de la niña Ana María Jerez, de 9 años, en Huelva, en 1991, tiene aspecto de boxeador jubilado: fibroso, renegrido, musculoso. En su cara destacan dos ojos añosos, algo cansados y la boca presidiéndolo todo. No le llaman el Boca por casualidad.


	José Franco de la Cruz, el Boca, asesino de la niña Ana María Jerez, de 9 años, en Huelva, en 1991, tiene aspecto de boxeador jubilado: fibroso, renegrido, musculoso. En su cara destacan dos ojos añosos, algo cansados y la boca presidiéndolo todo. No le llaman el Boca por casualidad.

Sale de Sevilla II con cierto aire juvenil, aunque algo fósil. Una mochila a la espalda y dicharachero. Dice que no pide perdón porque no hizo nada. Y que ha vuelto. No hay más que verlo. Está entero. La experiencia de la vida me dice que veinte años de cárcel pasan por encima de un tío: lo aplanan, se lo tragan, lo degluten, lo drenan, destruyen su aparato óseo y lo escupen, con la conciencia y la voluntad en una bolsa aparte, como mantequilla desnatada.

Al Boca la cárcel le ha respetado. Ha cumplido 21 años, quizá cinco más que cualquier otro de los grandes criminales españoles, que suelen estar en torno a los 16 años de talego, y está como para correr por las tardes en el Retiro o hacer el tonto en bicicleta por las aceras, eso tan moderno que inventó en Madrid el hoy ministro de Justicia, y entonces alcalde, Ruiz-Gallardón.

"A mí me acusaron, señora, y cuando te acusan, pagas". Así de rotundo se manifiesta en la tele. Lo condenaron a un total de 44 años por la violación, tortura y asesinato de la niña Ana María Jerez. Trae el hígado completo, sin viciar. Nada del paté de foie de otros. Este tiene hígado para más combates. Y mandíbula. Nada de cristal: acero y granito, como en una factura de Santiago Calatrava.

La madre de la víctima, Adoración Cano, dice que primero intentó acosarla a ella y que luego fue a por su hija. Adoración fue la primera madre coraje, la primera en esta larga procesión de madres con niñas muertas. Hace ya más de veinte años, que en la cárcel para el Boca han sido un suspiro. ¿Dónde le habrán tenido? ¿A qué dedicaba el tiempo libre?

Porque dice Adoración, que lo ha seguido, que no ha consentido hacer terapia, ni cursillos de rehabilitación. No ha trabajado ni ha indemnizado a sus víctimas. Nada de terapia y nada de arrepentimiento. El Boca dice que no tiene de qué arrepentirse. Después de cumplir tras las rejas, puede decir lo que quiera. En la tele española es como si los delincuentes tuvieran patente de corso: pueden hablar sin que nadie les rebata o les lleve la contraria.

El Boca dice que es inocente y yo no digo que no, pero acaba de cumplir condena, muy larga y algo mentirosa, porque le condenaron a 44 años y solo ha pasado 21 tras los barrotes: ¿por qué tanta condena si se cumple la mitad?

En veinte años ha habido para todo: vista oral, recursos, etc. Del cielo han ido cayendo una tras otra las condenas. La pequeña Ana María fue secuestrada en Carnaval y apareció muerta mucho después. En el proceso se encontró una fibra de la ropa de José Franco de la Cruz en el cadáver. Es decir, que para el tribunal juzgador hubo pocas dudas. Incluso hubo pruebas científicas. Un momento para pensar, con dolor, en el horrible delito del que hablamos: el sufrimiento de la niña por la felonía del delincuente.

Salvo novedad o alteración, el Boca es un asesino de niñas, y vamos a ponerlo en su sitio. Debería hablar con más respeto, mostrarse menos retador, dar a entender que ha aprendido la lección, porque lo que hace con su actitud, yendo de sobrado por la rue, es dar la razón a Adoración Cano, que desde su dolor teme que este delincuente sexual sin debastar, este tipo para el que veinte años de trullo, tigre, trena, no son nada, vuelva a delinquir.

Sólo por haber pasado el tiempo, ha pagado sus culpas, aunque no ha puesto de su parte, pero todavía debe observar medidas de seguridad, como seis años de alejamiento de los padres de Ana María Jerez, y, si quiere que le vaya bien, un mínimo de humildad ante una sociedad que le ha recibido en su seno después de tan horrible delito. Más respeto.

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