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CRÓNICA NEGRA

Los atracadores se presentan a las elecciones

Uno se imagina al Gobierno como productor de condiciones objetivas para la creación de seguridad y riqueza. ¡Y qué decepción al mirar la realidad! Además de la presunta ocultación de datos o maquillaje de cifras, la verdad desbordante es que el parón económico arroja más delincuentes a las calles y los profesionales se ven abocados a actuar más veces.

Uno se imagina al Gobierno como productor de condiciones objetivas para la creación de seguridad y riqueza. ¡Y qué decepción al mirar la realidad! Además de la presunta ocultación de datos o maquillaje de cifras, la verdad desbordante es que el parón económico arroja más delincuentes a las calles y los profesionales se ven abocados a actuar más veces.
A todo el mundo le han subido el pan, la leche y los derivados. También a los atracadores. Manolo el Nervios, por ejemplo, quinqui de etnia y enemigo del patrimonio por definición, estaba cumpliendo condena en Meco cuando le dieron un permiso carcelario que aprovechó para, presuntamente y según la policía, encabezar la banda que asaltó el furgón de Cartier, lleno de relojes y joyas de lujo. Uno de los relojes está valorado en 240.000 euros. Y puesto que lo demanda el mercado, ya que viajaba en el furgón, se ve a las claras que cada día es más profunda la sima que separa a pobres y ricos.
 
Manolo el Nervios ama los coches de alta gama, las joyas de buen colorao (oro), con marca y contraste. Nada más poner el pie en el mundo de fuera se dio cuenta de que habían subido los precios, por lo que era necesario fijar objetivos más altos. Había que currar, rápido y seguido. Lo primero que se le atribuye es el alunizaje contra el Ikea de Vallecas, con un X-5 "molón" que dio pruebas de su solidez alemana saliendo a toda marcha con el escaso botín por carga, unos 6.000 euros de nada en esta España del desplome.
 
Sin perder los nervios, El Nervios pudo trazar otro asalto días después; éste, mucho más provechoso: un furgón de Cartier que salía del puerto seco de Coslada y que, según las investigaciones, fue delatado por algún santo (chivato) no conocido. Se llevaron cuatro millones de euros, y parece que con el mismo todoterreno BMW, al que decidieron jubilar como las fallas de Valencia.
 
Lo quemaron, pues, pero no pudieron hacer desaparecer todas las pruebas. Y se dice que encontraron allí catálogos de Cartier, mientras los agentes localizaban a los supuestos cómplices del Nervios deshaciéndose, también por calcinación y porque quemaban, de 30 relojes –¡señor, qué pena!– de la lujosa marca francesa.
 
Una decena de detenidos, acusaciones, preguntas sin respuesta. El atraco al furgón de Cartier convertido en un éxito resonante de la policía. Pero al poco otro grupo de atracadores asaltaba un nuevo furgón, esta vez en la M-40, a la altura de O'Donnell, cargado de relojes Tag Hauer.
 
¡La manía que les ha entrado a los atracadores por robar el tiempo! Saben que es la hora de las elecciones, y que cada minuto cuenta. Los atracadores, espejo de delincuentes, se presentan a los comicios asaltando almacenes de joyería, concesionarios de vehículos y, lo que es peor, casas y chalés de Colmenar Viejo, cuyos inquilinos juran que les echaron un spray para dejarles dormidos. A uno de ellos le sacaron lo que llevaba en el bolsillo del pantalón mientras estaba en brazos de Morfeo.
 
Gobierno, ¿dónde está la seguridad de nuestras casas, de nuestras calles, de nuestras joyerías? Gobierno, ¿dónde están los niños desaparecidos? Gobierno, ¿dónde está la seguridad y la confianza perdidas?
 
Los atracadores, poco a poco, van confeccionando un cartel electoral. Su programa es sencillo: cuanto más fácil nos lo pongan, más atracos, y más osados. Dicen, porque las cifras no están claras –aquí nunca se aclaran con las mujeres muertas por la violencia machista, con las víctimas de tráfico, con la incidencia real de la delincuencia– que 50 delincuentes coleccionan miles de detenciones, de tal manera que toda la policía va en realidad todo el tiempo detrás de los mismos.
 
Sin ir más lejos, Manolo el Nervios, llamado así porque es persona hiperactiva y culo de mal asiento, estaba apartado de la circulación por gente diligente que lo considera un peligro. Pero, mira por dónde, llegó la ley y lo dejó salir a darse un garbeo. Inmediatamente, dado que la oportunidad la pintaban calva, se dispuso a subirse al tiovivo de los precios.
 
Con lo caro que está todo, los delincuentes multiplican sus fechorías para llegar a fin de mes. El alunizaje en el Ikea abrió una oleada de atracos que, si nadie lo remedia, llegará hasta el 9 de marzo.
 
En todos los países del mundo son los ciudadanos los que acaban tomando las riendas de su seguridad y exigiendo a los políticos que los defiendan. Los agujeros de las leyes españolas permiten a los peores delincuentes –una y otra vez capturados– tomar las de Villadiego sin siquiera tener que enroscar la sábana: les basta con poner el pie al otro lado de la verja en un suave paseo matutino.
 
Ninguno de los partidos que se presentan pone el acento en la seguridad. El partido en el poder, ya se ve lo que da de sí: las cárceles están repletas y Manolo el Nervios, de vacaciones. La oposición, a la que siempre se le supone una apuesta por la ley y el orden, parece dar por supuesto que, si sube al poder, cesará el embate de los atracadores. Nadie se plantea que esto puede quedar fuera de control. Los atracadores españoles han asimilado las técnicas destructivas de los que llegaron de fuera. Aquí siempre se han dado alunizajes, pero nunca tan violentos. Atracos, vaya si se han dado, pero ninguno con la precisión de un golpe militar: ahora les basta tres minutos para hacerse con el botín y poner pies en polvorosa.
 
Los atracadores concurren a estas elecciones, incluso cometen quebrantamientos de condena para depositar su voto; y quien no puede llegar a la urna por lo menos intenta determinar su opción política. Ellos apuestan por los más incompetentes, por quienes menos les persigan.
 
Los atracadores entran en las grandes superficies comerciales, en las joyerías o en las casas dando tiros. Si se encuentran al dueño, le repasan con una buena paliza y obligan a su mujer a buscar el dinero y las joyas. Queda claro su programa electoral: los que quieran atracos, que los voten. En tanto, los políticos niegan la mayor: "Aquí pasa lo de siempre. No, no hay más asesinatos. No, no hay tantos atracos. Tampoco hay más desaparecidos. Son los de siempre".
 
Una cosa que en los países democráticos se penaliza con dureza es la mentira. Vean, comparen y esperen, que Manolo el Nervios ya está tramitando su próximo permiso penitenciario.
 
 
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
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