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Francisco Pérez Abellán

La huella palmar

Acaba de celebrarse el juicio en Zaragoza contra el presunto autor de un crimen ocurrido en septiembre de 1996.

Acaba de celebrarse el juicio en Zaragoza contra el presunto autor de un crimen ocurrido en septiembre de 1996, un extraño suceso que diez meses antes de que prescribiera –los delitos de sangre prescriben en España a los 20 años– fue repasado desde el principio por los investigadores, que encontraron un nuevo valor de una huella palmar ensangrentada, es decir de la huella de la palma de la mano en la escena del crimen. La huella de la mano es tan válida para identificar a un individuo como la de los dedos, siendo hoy la dactiloscopia el método más frecuente en las causas criminales.

Se trata del asesinato de Eduardo Montori, al que apodaban Falconetti, por aquella serie de televisión, Hombre rico, hombre pobre; apellido que se hizo tan famoso como el de Fittipaldi para los que conducen a toda velocidad. Según las imputaciones del acusado, que adelanto que ha resultado exculpado por falta de pruebas, el fallecido se dedicaba a negocios turbios de los que él trató de sacarlo porque era su mejor amigo.

El fiscal, sin embargo, basado en el sorprendente trabajo de criminalística, expone que el procesado discutió con el fallecido y que en un determinado momento con un arma blanca infirió dieciséis puñaladas a Montori y lo decapitó, colocando sus restos sobre su propia cama. La cabeza del muerto no sería encontrada jamás.

Los investigadores volvieron a considerar la vieja huella de sangre y la sometieron a un proceso de digitalización, y aunque en aquella lejana fecha no dio resultado, en la actualidad resultó contundente para llevarlo a juicio. Por su parte, el acusado se defendió delante del tribunal acusando a su vez a los investigadores de corta y pega con el ordenador hasta lograr implicarle, cuando en los tiempos en los que se cometió el crimen le tomaron las huellas y no coincidían. El nuevo examen policial ha servido al fiscal para pedir 23 años de cárcel, que han quedado en nada, dado que los nueve hombres y mujeres que lo han juzgado no han encontrado pruebas suficientes. El caso es que la policía había dado el caso por resuelto y los investigadores habían sido reconocidos y felicitados. ¿Ha sido todo un fiasco?

Para el abogado de la acusación, el gran Javier Notivoli, es preciso plantear un recurso porque una huella como la obtenida que acusa al procesado significa dos cosas: o que es el autor o que estuvo allí y participó; con lo cual hay que pensar que es culpable. ¿Qué ha pasado entonces? Simplemente que el tribunal del jurado es especialmente sensible a condenar sin estar totalmente seguro y que las pruebas técnicas o científicas son difíciles de valorar. Es seguro que un tribunal de jueces de carrera habría valorado mucho más la nueva técnica. Los informes periciales suelen ser fríos, y frente a ellos está la rebeldía caliente del acusado, que siempre se declaró inocente, con desparpajo y seguridad en sí mismo. Ni siquiera sirvió el testimonio de los policías municipales que, detenido por disturbios en lugares públicos, afirman que le oyeron decir que los iba a matar como había matado a Montori. Al jurado tampoco le pareció suficiente y lo ha librado, aunque seguirá en la cárcel de Zuera por otro asunto.

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