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Gadafi en las últimas

¿Quiénes son los rebeldes? ¿Cuál es el papel del tribalismo en la vida política del país? ¿Qué puede venir después? En definitiva todo desemboca en esta última cuestión. No es nada aconsejable pelear por conseguir algo igual o peor.

El régimen de Gadafi se acaba, puede ser cosa de unos días o de unas semanas, pero pocas. Parece que aún dispone de medios materiales para seguir resistiendo y que cuenta con bastante apoyo en la capital. Ha estado repartiendo armas a civiles y proporcionándoles instrucción. Los combates de la noche del sábado y la mañana del domingo 21 parecen debidos más a la resistencia interna que se ha echado a la calle, que a la infiltración de rebeldes desde el exterior. Nunca ha dejado de haber disparos y explosiones nocturnas en la capital, pero lo de ahora es de mucha mayor magnitud. Aparte de esa generalidad, hay poca información precisa y segura.

Pero de lo que no cabe duda es que los enemigos de Gadafi han tendido un cerco en torno a Trípoli y lo están estrechando a buen ritmo. Primero cayó el enclave bereber de la montañas Nafusa al sur de la capital, extendiéndose hacia el SO hasta la frontera con Túnez. Luego Zlitan, al este. El sábado Záwiya, la primera refinería del país, en la costa, 40 km al oeste de la capital, y otras dos villas todavía más cercanas. En el mar, el embargo impuesto por OTAN es totalmente efectivo. Todas las posibles vías de abastecimiento están cortadas. Ante la presión de estas cuatro columnas, la quinta, interna, como en el Madrid de la guerra civil, ha comenzado su levantamiento mientras que muchos huyen hacia zonas rebeldes y éstos empiezan a situarse en los bordes de la ciudad.

Las bravatas de Gadafi –audios, nunca vídeos– y los suyos están cada vez más alejadas de la realidad. Pero si cumple su promesa de luchar hasta el último libio, el final podría ser muy sangriento, como lo es siempre el combate en las ciudades. Habría que facilitarle la salida por si sobreviene un acuerdo sobre sí mismo, aunque el auto del Tribunal Penal Internacional contra él lo dificulta seriamente. Pero con sus ahorros seguro que aún encuentra países africanos que lo reciban sin escrúpulos de legalidad internacional. Más todavía habría que facilitársela a sus partidarios, por si su voluntad flaquea ante lo que inexorablemente se les viene encima, especialmente aquellos que son de pago, es decir los mercenarios provenientes del África Negra. En ello una fuerte presión de los países a los que los rebeldes deben tanto resulta indispensable, porque de la magnanimidad de los combatientes anti-régimen mejor es no fiarse un pelo.

La pura realidad es que el problema que podía muy bien haber aconsejado pasar de la intervención sigue sin resolverse. Se trata de lo que no sabíamos y seguimos sin apenas saber. ¿Quiénes son los rebeldes? ¿Cuál es el papel del tribalismo en la vida política del país? ¿Qué puede venir después? En definitiva todo desemboca en esta última cuestión. No es nada aconsejable pelear por conseguir algo igual o peor. El futuro nunca es transparente, pero las incógnitas siguen siendo excesivas. Si nuestra diplomacia hace algo, guarda bien el secreto.

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