Le llegó el turno al secretario de Defensa. Después de los discursos de Obama y John Kerry sobre sus respectivos planes de trabajo para los próximos cuatro años, Chuck Hagel debía hacer lo propio.
Escogió la prestigiosa National Defense University (NDU) para desentrañar en público los retos –aquellos que plantea un escenario estratégico cambiante y las restricciones presupuestarias–, las posibles soluciones y las oportunidades que existen de remodelar la maquinaria de defensa, para que refleje, de la mejor manera posible, la realidad del siglo XXI. Oportunidades que precisamente no vieron sus predecesores en el cargo – Bob Gates y Leon Panetta– en las restricciones presupuestarias que tuvieron que afrontar. Es más, ambos advirtieron de forma constante e incansable que los recortes en defensa podrían ser más bien una catástrofe para la seguridad del país, que es de lo que se trata.
Ésta es una de las principales características de Chuck Hagel, que no cree que el tajo que le va caer a las fuerzas armadas gracias al denominado secuestro vaya a ser tan determinante para el Pentágono. Si no, no se explica cómo se va a presentar en el Congreso en los próximos días para defender un presupuesto de 526.600 millones de dólares para 2014, cifra que ignora por completo los recortes que por ley se deberían aplicar. Parece que Obama le ha convencido de que el Congreso y la Casa Blanca van a llegar a un acuerdo para poner fin al bajón presupuestario. Sin embargo, son muy pocos los que auguran que tal cosa vaya a suceder, al menos antes del 1 de octubre, fecha en la que empieza el próximo año fiscal. Y mientras tanto, según el Budget Control Act, los secuestros anuales en el Pentágono continuarán hasta 2021, con una reducción prevista para el 2014 de 51.000 millones.
Pase lo que pase, el Departamento de Defensa necesita un plan, y de inmediato. Pero en la NDU Hagel no habló de ninguna proposición concreta, y sin embargo sí dejó muchas preguntas en el aire: cómo adecuar misiones y recursos; cómo alcanzar el equilibrio entre personal activo y reservista, entre capacidades convencionales y no convencionales, entre unidades operativas especiales y generales; hasta dónde puede depender Estados Unidos de sus aliados y socios; cómo replantear costes de personal, adquisiciones y gastos generales; qué reorganización del Departamento y de las estructuras de mando se necesita.
¿Y todo esto para qué? Según Hagel, la amenaza está representada por la "violencia extrema" que emana de Estados débiles y espacios sin Gobierno en Oriente Medio y Norte de África, a lo que hay que sumar la ciberguerra y otras amenazas como "las implicaciones de la degradación medioambiental". Nada de Irán, de Siria, ni del giro a Asia. Buen intento, Hagel, pero hay que concretar mucho más.