De los muchos asuntos tratados por los editoriales de prensa de este viernes, hemos escogido el supuesto "giro al centro" del PSOE en política económica que comenta El Mundo, y las vicisitudes del Pacto por la Justicia que analiza El País.
El Mundo considera que “la dirección socialista tendrá que vencer importantes resistencias internas para presentarse a las elecciones con un programa que contemple la congelación de impuestos, el mantenimiento del gasto público y el compromiso de respetar el Pacto de Estabilidad. El simple anuncio de estas medidas abrirá un debate interno en el PSOE, puesto que el ala más izquierdista no va a aceptar con agrado un giro tan centrista”.
El Mundo considera que “Zapatero se encuentra entre dos fuegos porque la reacción del Gobierno no se ha hecho esperar. Tanto el ministro Zaplana como el vicepresidente Rato aseguraron que no se creen una palabra porque el sector guerrista está ganando protagonismo dentro del PSOE”.
El Mundo, sin aportar un solo elemento más que contribuya al escepticismo, pasa inmediatamente a decir que “si finalmente la dirección socialista lograra superar las dificultades y concurriera a las elecciones con una oferta de este tipo, sería un hito comparable a lo que significó el abandono del marxismo como seña de identidad del PSOE”. “La renuncia a incrementar el gasto público —sigue un poco más adelante El Mundo— supone alejarse de la ortodoxia keynesiana defendida por la socialdemocracia europea. Lo que los socialistas españoles pretenden plantear, en definitiva, es algo parecido al Nuevo Laborismo de Blair”.
Aunque El Mundo concluye con un “habrá que verlo para creerlo”, ya hemos apuntado que este diario se queda muy corto señalando los hechos que justifican, no ya el escepticismo sino la absoluta incredulidad en ese cambio en el programa económico del principal partido de la oposición.
Precisamente porque de llevarlo a cabo asistiríamos a un “hito histórico” comparable al producido en el seno del Partido laborista de Blair, hay que señalar que esos cambios ideológicos no se producen de la noche a la mañana. El Partido Laborista de Blair utilizó la larga estancia en la oposición a la que le abocaron las reiteradas victorias de Margaret Thather para renovar sus ideas... y sus lecturas. La critica que durante décadas habían venido realizando contramarea solitarios e infatigables pensadores liberales habían calado en Blair y muchos otros dirigentes laboristas, si no directamente, sí a través de ideólogos próximos al laborismo como Arnold Plant o Anthony Giddens. En el caso inglés, por lo tanto, se produjo un largo proceso de renovación de ideas que luego se tradujo en el programa electoral.
Nada parecido ha sucedido en el PSOE, cuyos dirigentes no sólo no renuevan lectura alguna, sino que hasta ayer mismo no paraban de arremeter contra la “obsesión por el déficit cero”. El Mundo, siempre tan indulgente y voluntarista con el actual secretario general del PSOE, nos presenta a un Zapatero decidido a luchar contra focos de resistencia de su propio partido. Pero el primero que ha demostrado no estar convencido con las líneas del new laborism es el propio Zapatero. Hasta tal punto hemos de sospechar su falta de claridad -incluso mero conocimiento en política económica- que hace escasos meses Zapatero protagonizó el bochornoso y silenciado espectáculo de creer que el “equilibrio presupuestario” era una cosa —de la que él, decía, era partidario— y el “deficit cero”, otra distinta de la que él se manifestaba detractor...
Además, la crítica del PSOE al PP sigue pasando indefectiblemente por reclamar mayor gasto público, ya sea en educación, vivienda o cualquier otra área que se trate. Además los medios de comunicación que marcan las directrices del PSOE —que por mucho que le duela a El Mundo, siguen siendo los de Prisa— siguen siendo infatigables defensores de la ortodoxia keynesiana y los principales voceros del manirroto eje franco-alemán.
Para colmo de obstáculos, ya no está sólo el pasado de gasto, déficit y endeudamiento público del PSOE, sino la actual política de los gobiernos autonómicos socialistas que contradicen, en su discurso y en su práctica, ese supuesto giro liberal. A Bono con generosidad, lo podemos colar, pero ¿qué decir de Ibarra, Chaves y compañía?
Y ya para rematar, ¿qué nos dice El Mundo de la Comunidad de Madrid que Zapatero pretendía convertir en el “escaparate” de su futuro Gobierno? ¿Va a ser de la mano de Izquierda Unida —unión bendecida, por cierto, por el diario El Mundo— como el PSOE va a mostrar su giro al centro?.
El optimismo de El Mundo con Zapatero no se sostiene. Si Zapatero con la defenestración de Redondo Terreros claudicó en una materia mucho más fácil como es la defensa del discurso nacional , ¿cómo vamos a creernos ahora un giro en política económica que requiere del PSOE una renovación de ideas mucho más profunda?.
Aunque se materializara en el programa electoral, la nueva oferta del PSOE sería igualmente increíble. Para que lo fuera, se necesitaría más tiempo y más voluntad de soltar lastre ideológico que los que tiene el Partido Socialista. Al partido laborista liberalizar su programa le exigío tres derrotas consecutivas. Al PSOE, lo mismo. Como poco...

Madrid, ¿exponente del “giro al centro” del PSOE?
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