Los partidos mayoritarios y los sindicatos combaten al unísono el copago, como si fuera una perfidia atroz, pero se cuidan de decir a la gente que nuestro sistema no obtiene buenos resultados justamente porque conduce a un mal uso de unos recursos cada vez más escasos.
La escasez de recursos y la cada vez mayor demanda son algunos de los retos que tiene que afrontar el sistema sanitario. A este respecto, la sanidad –al igual que la educación– es y debe ser un objetivo nacional y concitar acuerdos básicos, que involucren a la población.
El sistema se encuentra en estado crítico debido a que en los años de crecimiento económico el gasto sanitario aumentaba más rápidamente que el PIB; gasto que luego no ha podido ser contenido porque nadie se atreve a pinchar la burbuja de ilusiones creadas en torno a una amplia oferta de acceso ilimitado. En 2002, ese gasto era del 5,2% del PIB, mientras que en 2008 alcanzó el 6,5%. Ante la caída de los ingresos públicos como consecuencia de la crisis, el gasto se ha hecho insostenible y ha tendido a generar déficits en todas las administraciones públicas.
Por ello, concienciar a los pacientes sobre los costes de la sanidad ha sido una acertada iniciativa de la Comunidad de Madrid, que comprende la entrega de una factura informativa en la que consta el costo de –según los casos– una consulta médica, una visita a Urgencias, una intervención quirúrgica, etc.
Se trata de una iniciativa muy útil pero claramente insuficiente. Cuando menos menos, se debería haber introducido alguna medida de castigo a la utilización irresponsable de los servicios sanitarios. Por ejemplo, la imposición de una multa a quien no acuda a una cita médica sin previo aviso. Cancelar una operación de manera injustificada no sólo representa un coste elevadísimo, sino que impide atender a otro paciente igualmente necesitado.
A pesar de que una parte importante de nuestros impuestos se utiliza para pagar la sanidad, lo cierto es que, cuando se tiene la impresión de que se está recibiendo algo a coste cero, la atención no se valora.
Según la OCDE, los españoles son los ciudadanos europeos que más van al médico (8,1 veces frente a las 5,8 veces de media en la UE). Y según el informe del Euro-Canada Health Consumer para 2010, no es España sino Suecia el país que obtiene la más alta puntuación (300) en resultados médicos (outcomes); le siguen Holanda, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Alemania, Italia, Francia... Al final de la tabla se encuentran el Reino Unido y España (214 puntos), los dos países que no tienen copago alguno, y Portugal.
El sistema español no resiste el despilfarro. Nos gusta porque podemos, sin costo directo alguno, ir cuantas veces queramos al médico; pero esto no nos hace estar más sanos, ¡todo lo contrario!
La aplicación de medidas de copago y de multas por uso irresponsable provoca escándalo. Ahora bien, es justamente lo que se estila en los países más eficientes; y no porque sus gestores sean malos, despiadados o neoliberales, sino porque no son demagogos ni populistas, porque consideran que hay que ser responsables con el buen uso de los recursos.
Los modelos son muy diversos; aquí nos centraremos en el de un país conocido por su gran Estado del Bienestar y su altísima eficiencia sanitaria, Suecia, que encabeza el ranking arriba mencionado.
En Suecia el copago en la atención primaria ha existido siempre. Una cita al médico de familia cuesta unos 15 euros; al especialista, unos 32 euros; una mamografía, 14 euros; recurrir a los servicios de urgencia, unos 40 euros; pasar un día en un hospital, unos 9 euros. En cuanto a los que no anulan una cita médica con la debida antelación, han de pagar una multa de unos 32 euros.
En Suecia, sociedad racional pero altamente solidaria, tratan de que el coste de la atención médica no resulte insoportable a gente como los enfermos crónicos. De ahí que tengan unas tarjetas de gasto máximo anual (frikort) que posibilitan a sus usuarios seguir siendo atendidos luego de haber superado dicho gasto. Aunque las cantidades varían según las regiones, la frikort se suele obtener una vez se han superado los 100 euros en visitas médicas o los 180 en compra de medicamentos. De esta manera se logra el doble objetivo de corresponsabilizar al ciudadano y de proteger solidariamente a los más necesitados.
El resultado es un mejor uso de los recursos, que al no ser sobredemandados en la atención primaria pueden dedicarse en mayor medida a la especializada, lo que permite que el conjunto del sistema obtenga mejores resultados. Por otro lado, con el copago se refuerza la financiación del sistema, si bien éste es más un efecto secundario (cubre no más de un 10% del costo del sistema sueco), ya que lo importante es el uso racional y responsable de los recursos existentes. Uno de los resultados más notables de este tipo de medidas, por cierto, es que se contiene el gasto sanitario sin que la calidad del sistema se resienta.
Así se protege el Estado del Bienestar, en vez de reventarlo, que es lo que estamos haciendo en España.