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LIBREPENSAMIENTOS

Ideología vigente y omnipresente

La sentimos todos los días y a todas horas, en cualquier sitio y circunstancia, sea laboral, festiva o simplemente cotidiana. Más que estar de moda, cabe decir de ella que constituye la doctrina oficial del Estado y de la sociedad. Es envolvente y circundante, y, como si de una lluvia fina se tratase, acaba salpicándolo todo y empapándolo todo. Actúa por aspersión y con perseverancia. Es la ideología vigente y omnipresente.

La sentimos todos los días y a todas horas, en cualquier sitio y circunstancia, sea laboral, festiva o simplemente cotidiana. Más que estar de moda, cabe decir de ella que constituye la doctrina oficial del Estado y de la sociedad. Es envolvente y circundante, y, como si de una lluvia fina se tratase, acaba salpicándolo todo y empapándolo todo. Actúa por aspersión y con perseverancia. Es la ideología vigente y omnipresente.
Lee Butcher: IDEOLOGY.
A menudo nos referimos a ella como "pensamiento único". A veces la identificamos también con el nombre de "corrección política". Comoquiera que sea, conforma un haz de creencias y usos lingüísticos y sociales pretendidamente inocentes e inocuos que no haciendo, a primera vista, ningún mal a nadie, promete, sin embargo, toda clase de parabienes. Las técnicas de la publicidad han asumido que la fuerza y el valor de comunicación, para ser efectivos, necesitan de la moderación y aun, temporalmente, de la tregua, puesto que el martilleo y la insistencia de marcas y lemas sin freno acaban agotando al espectador mejor dispuesto; consumiendo al consumidor, si podemos decirlo así, más favorable.
 
La propaganda política y, sobre todo, la ideológica logran, sin embargo, su objetivo de penetrar en la cabeza y el corazón de los ciudadanos a base de bruta insistencia y repetición. Pueden considerarse exitosas –"establecidas"– en el momento en que la población se deja penetrar por sus sentencias y opiniones sin apenas darse cuenta, y no tanto por apreciarlas correctas y valiosas cuanto por aceptarlas como lo más natural del mundo. De hecho, crean adicción y no puede vivirse sin ellas. Nadie de entre el gentío sabría decir con seguridad de dónde vinieron, cuándo se instalaron entre nosotros y quién las dispuso. Pero, una vez fijadas en la conciencia desgraciada e irreflexiva de la gente, son afirmadas sin reservas. Es más, su mero cuestionamiento provoca rechazo y hostilidad en la opinión pública.
 
Es por esta circunstancia singular que Ortega y Gasset reconoció el "vigor de las vigencias" sociales por la doble resistencia que exhiben: la que ejercen unos para defenderlas y otros para oponerse a ellas. La segunda reacción suele ser más consciente que la primera. Por su parte, la resistencia al examen crítico de las creencias se produce de modo prácticamente instintivo, por un impulso de supervivencia de grupo. En las creencias estamos… como en casa. Las aceptamos como "nuestras" porque están "entre los nuestros", porque nos acompañan y protegen contra la soledad de la meditación.
 
En realidad, poco se sabe de estas presencias que nos hablan con tanta familiaridad en lenguaje directo y sencillo. Una vez "entre nosotros", ya no tienen nombre propio ni filiación. Actúan con la fuerza escueta y natural del pronombre y la soberbia llana del prohombre: al llamar a la puerta de casa ni siquiera se presentan o identifican, ni tampoco dan explicaciones. Basta con su solo advenimiento para dejarlas entrar. Toc, toc. "¿Quién es?". "¡Yo!". "¡Ah, tú! Pasa, pues". La ideología vigente y omnipresente es la soberana de las opiniones reinantes. La reina de cada casa.
 
El término "vigencia" apunta, en efecto, a lo que tiene vigor, fuerza y vitalidad. En el campo de las ideologías significa, en especial, aquello que es dominante e impera con fuerza de ley. No es casual que la voz remita, en primera instancia, al lenguaje jurídico: "La ley vigente es aquella –afirma Ortega– que cuando el individuo la ha menester y recurre a ella, se dispara, automáticamente, como un aparato mecánico de poder". Merced a este automatismo, no siempre espera a ser invocada para hacerse notar, sino que, por lo general, hace acto de presencia cuando menos se la espera. Con la frescura –de inmediato tornada en descaro ("la confianza da asco")– propia de quien sabe que siempre será bien recibido.
 
En las sociedades desarrolladas, liberales y capitalistas no es fácil encontrar personas e instituciones que sostengan con plena libertad ideas liberales o alaben el capitalismo y el modo de vida burgués. Por el contrario, las creencias opuestas, convertidas en ideas imperantes gracias a la ideología vigente y omnipresente, pululan por doquier y conforman nuestro horizonte sin remedio. ¿Cómo es esto?
 
Caricatura de Mick Jagger.Alexis de Tocqueville, a propósito de la pujanza de las ideas estatalistas, escribe lo que sigue, y que perfectamente puede aplicarse en la descripción de la vigencia y omnipresencia de la propaganda: "Estas ideas no sólo se exponen en los libros, sino que toman cuerpo en todos los espíritus, se mezclan con las costumbres, entran en los hábitos y penetran por todas partes, hasta en la rutina cotidiana de la vida" (El antiguo régimen y la Revolución).
 
A la vista de este panorama, uno diría que tomándose unas vacaciones de política y apartándose temporalmente del ámbito agonal de la vida pública se verá libre de la propaganda única. Pero se equivoca. No quedan ni el rock ni el pop con los que poner música de fondo a nuestro descanso. Ni los Beatles o los Rolling nos quedan ya para nuestro consuelo y solaz. En el verano de 2005 se estrena en Broadway el esperado musical Lennon, que recrea la vida del célebre componente de los Beatles. Pues bien, las notas de prensa resaltan primeramente la vertiente "inconformista y provocadora" del personaje mostrada en la obra, su "compromiso político" (el "compromiso" siempre palpita a la izquierda) y su pacifismo. Sobre el escenario, "Lennon" y compañía levantan el puño y esgrimen pancartas de "Stop the war".
 
Mensajes muy oportunos, precisamente ahora, cuando la propaganda de izquierda resucita y esgrime amenazante el espectro ("vade retro") de la guerra del Vietnam como forma de "parar" a Bush y la "invasión" de Irak. Con flores en el pelo, sandalias en los pies y mucha generosidad en el alma, miles de jóvenes guerreros de la paz asisten asimismo a un nuevo espectáculo (un nuevo Woodstock) en la explanada cercana al rancho del presidente estadounidense. Allí esperan que cante Cindy Sheehan, madre de un marine norteamericano muerto en Irak que exige una explicación al máximo dirigente del país, antes de ser entrevistada en la vigente y omnipresente Cadena Ser. Pero como Cindy no sabe cantar, llega a la romería Joan Baez.
 
En atención a los jóvenes lectores de Libertad Digital que me estarán leyendo, me siento en la obligación de aclarar que Joan Baez no es un dirigente catalán de ERC recién aterrizado en América, sino una venerable y canosa folclórica que allá por los años 60 del siglo pasado, junto a Pete Seeger y otras figuras de la izquierda local vociferante, hacía gorgoritos a favor la paz mundial y las buenas causas, como, por ejemplo, que se dejase en paz de una vez a la URSS, la China y otras democracias populares.
 
¿Quién puede hablar bien en público, incluso en inglés, de George W. Bush? Según la ideología vigente y omnipresente, nadie, ni siquiera Mick Jagger. Este fibroso danzarín de la generación de la Baez incluye en el nuevo disco de los Rolling Stones una pieza de combate, Sweet neocon, contraria a la actual Administración instalada en la Casa Blanca, caracterizada, como todo el mundo sabe, por enviar "a prisión sin juicio" a todo aquel que le lleva la contraria. ¿Qué roquero, sin contar a Bob Geldof y a Bono (el de U2), le cantaría una balada de amor a Bush? ¿Quién se resiste a denigrarlo sabiendo que sale gratis?
 
He aquí la clave del asunto: determinada propaganda sabe a dulce porque sale doblemente gratis. Gratis su defensa cerrada y gratis el ataque feroz a quien la critica. Pacifismo, ecologismo, feminismo, relativismo, multiculturalismo, anticapitalismo, antiamericanismo, antisemitismo, nudismo, vegetarianismo, rock and roll: même combat!
 
Vayamos, pues, al cine. Ya que la perspectiva de acudir a las salas cinematográficas es deprimente, se refugia uno en casa y conecta la televisión digital. En la programación de la cadena TCM (Turner Classic Movies) escucho, por ejemplo, comentarios muy agresivos contra el cine bélico, también contra John Wayne, quien, exclama la voz en off, es un impresentable y un contumaz por "obstinarse" en rodar Boinas Verdes. Y a continuación… la película de la noche. Tal vez tras los títulos de crédito se abra un cinefórum con artistas invitados provenientes de la Academia de Cine. Fundido en negro.
 
En las cadenas españolas de televisión de pago por visión no hay cortes publicitarios que nos amarguen el pase de las películas, pero es fácil encontrarse con tropezones propagandísticos de la ideología vigente y omnipresente que se nos atragantan en mitad de la velada. La propaganda que no cesa.
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