Menú
DRAGONES Y MAZMORRAS

La excepción cultural

Para demostrar lo que les importa la cultura, el PSOE ha prometido una política de “excepción cultural”, un invento francés para no extinguirse como foco de Occidente. Dejo de lado el dato poco prometedor para la cultura occidental de tal amenaza de extinción (chorradas aparte, no se la merecen), que en el caso de Francia es una realidad palmaria, sobre todo en lo que se refiere a su lengua, pero ¿España?

Para demostrar lo que les importa la cultura, el PSOE ha prometido una política de “excepción cultural”, un invento francés para no extinguirse como foco de Occidente. Dejo de lado el dato poco prometedor para la cultura occidental de tal amenaza de extinción (chorradas aparte, no se la merecen), que en el caso de Francia es una realidad palmaria, sobre todo en lo que se refiere a su lengua, pero ¿España?
¡Si está que se sale! La industria editorial campea por el mundo entero a sus anchas, al amparo de una lengua universal que está a punto de convertirse en lengua franca; de hecho, en las televisiones españolas es cada vez más frecuente ver a extranjeros corrientes y molientes dirigirse a las cámaras en español, cuando les pillan por la calle. Casi se puede decir que España, una vez recuperada la confianza en sí misma, gracias a la democracia, va sola. Pero los de izquierdas no lo ven así. Insisten en que seguimos en la caverna, en que en España no hay cultura, como no sea de izquierdas (recuerdo a Aranguren diciendo esa melonada durante la transición o a Jaime Salinas negando la importancia de la literatura española, pasada, presente y futura, en el concierto internacional), en que todo el pasado de España, excepto los años de la II República y los 14 de gobierno socialista, es ominoso y opresivo, por no decir sangriento.
 
Por eso, Mercedes Cabrera, la segunda del PSOE por Madrid, echa de menos en España una polémica entre historiadores, que llegue a la ciudadanía, para que contribuya al encaje (de bolillos) de las diferentes partes de España, o sea, la famosa “España plural”. Eso es lo que, según ella, ha pasado en Alemania con la llamada discusión de los historiadores sobre el oscuro pasado alemán, el pasado nazi. Como si fueran comparables. Pero no lo son: Que en Alemania haya ocurrido una revisión así tendrá un sentido, porque Alemania, bajo el régimen del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (que es así como se llamaba en realidad), invadió a varios países europeos, sojuzgó pueblos enteros y exterminó científicamente a más de seis millones de judíos, gitanos, etc. No recuerdo que en España haya pasado algo parecido, ni en la historia reciente, ni en el pasado más remoto. Todavía, de tener  sentido hacer alguna comparación histórica sería con la Francia de la Liberación, la Resistencia y la depuración. No es la primera ideóloga de izquierdas a quien he oído intentar comparar la Alemania nazi con la España ¡de los Reyes católicos!. Hace poco Ridao, el presentador de libros más de moda en la actualidad, decía lo mismo ante Jorge Semprún quien le recriminó duramente  –y le desmontó– tal aserto.  
 
Pero cuando hablan de medidas de excepción no están refiriéndose a eso, sino a una especie de política de “¡Santiago! ¡y cierra España!” que, por cierto es un grito guerrero y no una exhortación a que el Apóstol Santiago ponga restricciones a la entrada de películas americanas, como es el caso. Porque de eso se trata, obligar a los sufridos espectadores a soportar las subvencionadas y soporíferas películas españolas, con sus amanerados actores españoles y sus pretenciosos directores españoles, de entre los que exceptúo –según mi gusto– a Almodóvar, Amenábar y Alex de la Iglesia, y estos dos últimos sólo a veces. Si realmente fuera cierto que ganaran e hicieran esa atrocidad, volveríamos otra vez a la etapa de los cines de arte y ensayo, en los se proyectarían las películas consideradas, ahora, comerciales. Si es que no las prohíben, claro.
 
¿Quieren excepción? Pues vayan a ver en la Biblioteca Nacional la exposición conmemorativa de los 25 años de la Revista Poesía, que bajo esa humilde denominación esconde un subtítulo, realmente programático: “Revista ilustrada de información poética”. Porque es lo que fue, a trancas y barrancas, desde que en 1978 apareció el primer número, dejando con la boca abierta a todos los que hacían cosas parecidas. Gonzalo Armero, su director, y el malogrado Diego Lara, ilustrador, pintor y grafista, hicieron escuela, y marcaron para siempre, y para bien, el diseño editorial de las publicaciones oficiales y de los catálogos de arte. Lo asombroso de esta aventura, es que se ha mantenido a flote, a pesar de su elevado coste, sin ceder ni un milímetro en las exigencias materiales para llevarlo a cabo. Los números monográficos son su especialidad y algunos conocieron incluso una reedición: Fernando Pessoa, Juan Ramón Jiménez, García Lorca, el especial dedicado al Guernica de Picasso, con su puzzle de tamaño natural en el que se reproduce el cuadro. Porque esta era una de las características del concepto de revista ilustrada, el acompañar la revista con objetos, recortables, discos de vinilo, convirtiendo cada ejemplar en un libro-objeto. Y no se ha terminado. Hace dos años salió el número dedicado a Rimbaud, que ha marcado un hito en la bibliografía rimbaldiana, y para finales de este año aparecerá un número especial dedicado al Quijote, cuya cubierta se expone ya en la muestra. Como también se exponen los 44 números publicados desde sus inicios (¡una media de 1,8 números al año!), así como las fotografías y originales utilizados en su confección. ¡Ah!, se me olvidaba mencionar un hecho que los de la “excepción cultural” deberían de tener en cuenta: esta revista la subvencionó el Ministerio de Cultura, cuando era su titular Pío Cabanillas, hasta que en los años de gobierno socialista, se consideró que era una empresa demasiado onerosa, y tras un vano esfuerzo para que se pudiera coeditar con editoriales privadas, se fue publicando, gracias a estas últimas y al esfuerzo de su director, poco a poco. 
0
comentarios