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VENEZUELA

Marx en Caracas

Hace poco tuvo lugar en Caracas un encuentro de representantes de partidos y movimientos comunistas. Uno de los temas de la agenda era analizar la vigencia del pensamiento de Marx en función del avance y consolidación del "socialismo del siglo XXI".

Hace poco tuvo lugar en Caracas un encuentro de representantes de partidos y movimientos comunistas. Uno de los temas de la agenda era analizar la vigencia del pensamiento de Marx en función del avance y consolidación del "socialismo del siglo XXI".
Algunos se sorprenden de que, tras el fracaso estruendoso del socialismo soviético y la bancarrota intelectual, política y moral del marxismo, se siga reivindicando a Marx y proponiendo el socialismo como una opción válida. Como decía Renan: "Después de cada experimento abortado los socialistas prosiguen con su esfuerzo y argumentan que la solución no ha sido hallada pero que, eventualmente, lo será. Jamás se les ocurre la idea de que semejante solución no existe, y en ello precisamente reside su fortaleza".
 
En otras palabras, el socialismo no es tan sólo una convicción política, sino algo así como un credo cuasi religioso. Como afirma Lee Harris –y, en particular, luego del derrumbe de los socialismos reales–, el socialismo se ha convertido en un mensaje que importa no tanto por su capacidad para transformar de manera positiva el mundo como por su poder para cambiar a las personas que se empeñan en enarbolarlo como bandera de lucha.
 
Ser socialista no es una cuestión racional sino un acto de fe, situado más allá de la racionalidad; y ser de izquierda, una condición que enaltece sicológicamente a quienes la asumen proporcionándoles un sentido de superioridad ética, aunque en la práctica la izquierda y el socialismo hayan sido y sigan siendo instrumentos generadores de dolorosos procesos históricos. La identificación del socialismo con la justicia y la igualdad continúa persuadiendo en un plano emocional, aunque todo indique que en la práctica sólo el capitalismo es capaz de sacar a la gente de la pobreza.
 
Marx es un buen ejemplo de lo anteriormente dicho. A estas alturas ya es bastante difícil tomarlo en serio como economista, aunque sin duda ocupa un puesto significativo como pensador social y, en particular, como profeta de una utopía sangrienta. Es en este último terreno, el del anuncio utópico de un mundo de abundancia y felicidad colectivas, donde Marx se destacó, a pesar de que sus pronósticos hayan quedado cruelmente desmentidos por el desarrollo histórico.
 
Karl Marx.Uno de sus textos postreros, titulado Crítica del programa de Gotha (1875), contiene la famosa frase mediante la cual Marx define la sociedad comunista: "¡De cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades!". Esta aseveración de Marx pone de manifiesto que no admitía el elemental concepto económico de la escasez con respecto a las necesidades de los individuos y grupos humanos. Las necesidades son múltiples y siempre crecientes, en tanto que los recursos para satisfacerlas son y serán relativamente escasos.
 
Mas hay que insistir en que Marx no era propiamente un economista, aunque sostenía con terquedad que su pensamiento tenía carácter "científico", sino más bien el predicador de un credo que se convirtió en decepción y muerte en manos de Lenin y de todos los que posteriormente procuraron concretarlo en un plano político práctico.
 
Tal vez el aspecto acerca del cual Marx se equivocó más seriamente fue en su apreciación del probable devenir del capitalismo. Si bien reconoció el intenso impulso global del modo de producción capitalista, vislumbró su maduración y posible colapso en términos muy breves, al punto de que llegó a pensar que algunas sociedades capitalistas de su tiempo reunían, en efecto, condiciones que las acercaban al momento del tránsito hacia el socialismo. Nunca imaginó que al modo de producción capitalista, y a su expansión internacional, todavía le quedaban inmensas energías, energías que de hecho apenas en nuestros días empiezan a convulsionar con su dinámica transformadora sociedades inmensas, como la india y la china.
 
El socialismo como credo, en sus distintas versiones y expresiones, es en un sentido imperecedero, pues no es vulnerable a una argumentación racional que lo cuestione decisivamente, sino que sobrevive gracias al oxígeno que le brinda la irracionalidad humana, a nuestra insatisfacción perenne con lo que tenemos por delante y a nuestra tendencia a buscar una inalcanzable perfección.
 
La reunión de Caracas reveló estas verdades nuevamente y con notable impacto, en vista de que los comunistas de muchas latitudes, empecinados sobrevivientes de un pasado atroz, encontraron en la Venezuela petrolera, que vive de una renta controlada por un Estado depredador, la acogida que sólo el delirio puede conceder a la pesadilla.
 
 
© AIPE
 
ANÍBAL ROMERO, profesor de Ciencia Política de la Universidad Simón Bolívar.
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