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TERRORISMO

¿Se acabó la era Ben Laden?

Después de que Osama ben Laden alterase el tablero geopolítico mundial el 11 de septiembre de 2001, una nueva forma de hacer la guerra se expandió por todos los rincones del planeta. Se decía entonces que el mundo ya no sería el mismo. No lo fue, especialmente para los americanos, que no habían bregado con algo similar desde su guerra civil, a mediados del siglo XIX.


	Después de que Osama ben Laden alterase el tablero geopolítico mundial el 11 de septiembre de 2001, una nueva forma de hacer la guerra se expandió por todos los rincones del planeta. Se decía entonces que el mundo ya no sería el mismo. No lo fue, especialmente para los americanos, que no habían bregado con algo similar desde su guerra civil, a mediados del siglo XIX.

Para muchos americanos, los conflictos armados eran una cosa exótica, lejana y muchas veces ajena. La seguridad que ofrecía una sociedad abierta, democrática y altamente desarrollada era razón suficiente para que la opinión pública se mantuviera distante de tales cuestiones, incluso cuando los intereses estratégicos de EEUU aconsejaban lo contrario. Ben Laden los obligó a cambiar de perspectiva.

¿Qué efecto tendrá ahora la muerte del símbolo más emblemático del terrorismo? No es fácil avanzar una respuesta. Sin embargo, la muerte de Ben Laden se ha producido en un momento en que el terrorismo como forma de lucha está desprestigiado y, en cambio, cobran auge las revueltas populares, como hemos visto en Túnez, Egipto, Siria, Yemen y Bahréin. Revueltas que, o bien sustituyen gobiernos tiránicos con prontitud, o bien crean las condiciones para que, andando el tiempo, el cambio tenga lugar.

¿Una nueva era?

"Salimos de la era de Ben Laden e ingresamos firmemente en la de Buazizi", ha escrito un columnista cairota. Buazizi es el humilde vendedor que se prendió fuego en Túnez luego de considerarse ultrajado por un agente de policía, acto que se considera detonante de los estallidos que posteriormente han agitado la calle árabe.

El prestigioso sicólogo norteamericano John Dollard desarrolló la teoría de la frustración-agresión y afirma haber demostrado que una severa frustración conduce a la rabia, y ésta a la violencia. El término frustración lo usa Dollard en un sentido restringido, como la interrupción o el dificultamiento de un proceso del que se esperaba obtener algo importante. Dollard sostiene que la rabia y la violencia colectiva no son necesariamente una sumatoria de las frustraciones individuales; "en gran medida, es una función de cambios ideológicos, creencias y condiciones, que materialmente afectan a las concepciones de justicia y legitimidad".

El experto británico en violencia y terrorismo Paul Wilkinson sostiene que las sociedades están acostumbradas a asumir que no habrá base popular para una rebelión violenta, que este tipo de sucesos son cosa de "pequeños grupos conspirativos", de "criminales o sicópatas". Wilkinson previene además sobre la dificultad de definir la violencia, dado que comprende interacciones y actos de muchas personas y multiplicidad de motivaciones colectivas, sicológicas y evaluaciones subjetivas.

El símbolo

El terrorismo sigue el proverbio chino que reza: "Mata a diez y aterroriza a 100.000". La historia ha demostrado la inutilidad de esta vía para tomar el poder o cambiar el sistema imperante. El Che Guevara pensaba que las acciones terroristas eran "indiscriminadas e inefectivas en sus resultados". Régis Debray atribuía al terrorismo un papel positivo pero subsidiario: "Distrae las fuerzas del adversario de la lucha central en un costoso e inútil esfuerzo de protección".

Con frecuencia se incurre en el error de confundir el terrorismo con la guerrilla urbana. Las dos plantean estrategias y tácticas distintas, como distintas son las maneras en que se les hace frente.

Pese a su sofisticación, la efectividad del ataque del 11 de septiembre de 2001 fue relativamente marginal en términos estrictamente militares. En cambio, su impacto sobre la voluntad y la moral de la sociedad americana fue enorme.

El líder de Al Qaeda devino símbolo del terrorismo. Su muerte fue un gran logro, pero eso fue lo único que consiguió el comando seal de EEUU: destruir un poderoso símbolo. La incógnita está ahí. ¿Dejará definitivamente paso el terrorismo a los estallidos populares? Sólo el tiempo lo dirá, pero ya se ha abierto un camino diferente y contagioso. 

 

© Diario de América

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