Menú
REUNIÓN DE LA SOCIEDAD MONT PELERIN

Sobre la libertad en el mundo occidental

Friedrich von Hayek fundó la Sociedad Mont Pelerin en 1947 para combatir el aparentemente inexorable avance del socialismo y de sus parientes colectivistas más virulentos: el fascismo y el comunismo. Con unos 550 discípulos de Hayek reunidos en Londres a comienzos de octubre, el sentir predominante puede resumirse en que, si por fin ganamos la pelea, ¿por qué estamos tan sombríos?

Hayek murió a los 92 años en 1992, habiendo vivido para recibir el premio Nobel de economía en 1974 y presenciar la caída del Muro de Berlín en 1989. Nada de eso parecía posible cuando en 1944 publicó "Camino de servidumbre": Keynes dominaba la teoría económica, el socialismo fabiano estaba en ascenso en Gran Bretaña y el New Deal (nuevo reparto) prevalecía en Estados Unidos. La brillante obra de Hayek argumentaba que la centralización de la economía es una tarea imposible, conducente a cada vez más duras medidas de control autoritario y culminando en totalitarismo.

Parecía un alarmismo excéntrico, pero la experiencia vindicó la visión hayekiana. Los economistas están ahora de acuerdo en la necesidad de la descentralización de decisiones en el mercado. En la reunión en Londres, la Sociedad Mont Pelerin honró a una distinguida lista de antiguos miembros, encabezada por los premios Nobel James Buchanan y Gary Becker. Milton Friedman, el único de los 36 miembros fundadores que sigue activo, participó en una videoconferencia.

Ya ninguna persona práctica habla de socialismo. La idea de empresas nacionalizadas decayó a partir de 1948. Luego del colapso del comunismo en 1989, todo el mundo habla de privatizar. Y en ninguna parte se ve más claro esto que en las conferencias de los partidos políticos británicos, llevadas a cabo al mismo tiempo que la reunión de la Mont Pelerin. Tambaleándose por escándalos y divisiones internas, el Partido Conservador apoya un sistema hayekiano de reembolso parcial de la asistencia médica privada para diversificar el mercado, un programa de vales educativos y profundización de la privatización del sistema de pensiones. La semana anterior, el Partido Laborista trataba ineptamente de copiarse esas mismas ideas. Es notable que mientras los conservadores definen la agenda, los laboristas mantienen el poder.

El primer ministro Tony Blair practica brillantemente una política triangular. Su más reciente herejía es apoyar la posición del presidente Bush en Irak, algo que no es popular en su partido, pero demuestra su disposición a llevar la contraria. Los votantes confían que no seguirá la ideología partidista al despeñadero.

La oposición, por su parte, está dividida entre hayekianos y tradicionalistas. Los conservadores prosperaron bajo las políticas de libre mercado de la Sra. Thatcher, pero los aristócratas se cansaron de ser aleccionados por la hija de un tendero. La sacaron en 1990 y desperdiciaron toda una década forcejeando respecto a Europa. Ese programa atrasado, con tono proteccionista, no puede unificar a los conservadores y mucho menos lograr el respaldo de la mayoría.

El ejemplo inglés es interesante y se aplica otras partes. Los discípulos de Hayek recuerdan su ensayo "¿Por qué no soy conservador?". El era más bien un liberal, según se entiende ese término en todas partes fuera de Estados Unidos. Los liberales, según el credo editorial del Wall Street Journal, defienden la libertad individual y el libre mercado. Ven las decisiones descentralizadas del mercado no sólo como económicamente eficientes, sino como la defensa moral de la libertad en contra de la intromisión del rey o del Estado colectivista.

Los conservadores, por el contrario, defienden la autoridad y desconfían del cambio. Como lo describía Hayek en su ensayo: "La mentalidad conservadora, en definitiva, cree que dentro de cada sociedad existen personas patentemente superiores, cuyas valoraciones, posiciones y categorías deben protegerse, correspondiendo a tales excepcionales sujetos un mayor peso en la gestión pública".

El orden liberal prevaleció en el siglo XIX, pero en el siglo XX fue retado por el surgimiento del pensamiento socialista. Por eso los liberales y conservadores se unieron en su oposición a las "reformas" socialistas. Estados Unidos fue una excepción porque fue fundado como una república liberal y "lo que en Europa se llamó liberalismo constituyó la base sobre la que se edificó la vida política americana; por eso, los defensores de la tradición americana han sido siempre los liberales, en el sentido europeo de la palabra".

La filosofía liberal de Hayek siempre vio más allá de simplemente acabar con la planificación gubernamental. Sus seguidores aquí reunidos están inconformes porque saben que su éxito no llegó a crear un orden verdaderamente libre, recuperándose la libertad del siglo XIX. La libertad sí avanza en el mundo, dijo Milton Friedman, porque las reformas en Rusia y los cambios en China dominan la situación. Pero en las democracias industriales tradicionales, los logros son grises.

En los estados benefactores europeos, los impuestos alcanzan la mitad de los ingresos. Uno de los conferencistas comentó que si hubiese sido así antes de la Revolución Francesa, "habría un recaudador de impuestos colgado de cada poste de luz". (El informe de la OCDE indica que los ingresos gubernamentales alcanzaron 44% en la U.E. y 31% en EE.UU., creciendo en ambos en alrededor de 2% en la última década).

El imperio de la ley, es decir, que las decisiones legales se basen en leyes predecibles y en precedentes, ha sido frecuentemente sustituido por decisiones arbitrarias de burócratas reguladores. Aunque la estatización ha sido derrotada, el colectivismo ha reaparecido bajo el disfraz ambientalista y con los supuestos derechos de grupos y étnias.

De alguna manera, los ciudadanos de los estados benefactores han sido condicionados en la aceptación rutinaria de esas "nobles" intrusiones. Temas que quedan en nuestra mente y agradecemos a los grandes economistas y filósofos que escuchamos en Londres hacernos pensar sobre esos principios fundamentales.

Robert L. Bartley es director del Wall Street Journal, diario donde fue publicado originalmente este artículo y autorizó la traducción de © AIPE.


0
comentarios