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EL NUEVO ESTILO DEL PAPA RATZINGER

Diálogo a campo abierto

Es la tercera vez, y no puede ser casualidad. El Papa se ha sentado frente a un nutrido grupo de sacerdotes, en este caso de la diócesis de Roma, ha escuchado pacientemente sus preguntas (¡hasta quince!) y después ha respondido sin papeles. Nótese que en estos encuentros nada está preparado, y el Papa puede encontrarse con preguntas que oscilan desde la petición de un consejo espiritual hasta los asuntos que ventilan los telediarios.

Es la tercera vez, y no puede ser casualidad. El Papa se ha sentado frente a un nutrido grupo de sacerdotes, en este caso de la diócesis de Roma, ha escuchado pacientemente sus preguntas (¡hasta quince!) y después ha respondido sin papeles. Nótese que en estos encuentros nada está preparado, y el Papa puede encontrarse con preguntas que oscilan desde la petición de un consejo espiritual hasta los asuntos que ventilan los telediarios.
Imagen del encuentro de Benedicto XVI con los sacerdotes de Roma

Imagino que más de un monseñor ha enarcado las cejas ante semejante riesgo. Sobre todo porque después, la Oficina de Prensa de la Santa Sede transcribe el contenido de estos coloquios y lo hace público. Sin duda estamos aquí ante un nuevo estilo de ejercer el ministerio de enseñar propio del Sucesor de Pedro, que nos hace pensar en la forma de enseñanza de los apóstoles en las primeras comunidades. El Papa Ratzinger era bien conocido por ser un hombre de escritura, pero demuestra que también se encuentra muy a gusto rodeado de su pueblo, a pie de obra, como un padre que escucha las preocupaciones de sus hijos y responde con humildad, pero también con sabiduría, a sus inquietudes y problemas.

En su reciente encuentro con los párrocos de Roma, hubo de afrontar cuestiones tan diversas como la soledad de los jóvenes, el vacío de Dios en nuestra sociedad, la situación en África o el papel de la mujer en la Iglesia, por mencionar sólo algunos. Es impresionante su análisis sobre la gran defección del cristianismo que se ha producido en Occidente durante el último siglo, realizada paradójicamente en nombre de una equívoca opción por la vida. Y sin embargo, señala Benedicto XVI, una sociedad que excluye a Dios cae en una cultura de muerte, como estamos viendo ahora mismo. Entonces, el núcleo de la pastoral consiste en ayudar a hacer una verdadera opción por la vida, comprendiendo que Cristo es el rostro humano del Dios que es amor, que nos da la vida y nos enseña a entregarla, justamente para que no se pierda. Esto conecta con otra respuesta sobre la situación de los jóvenes, que "en las discotecas tratan de estar muy cerca unos de otros, pero en realidad sufren una gran soledad, y también incomprensión". El Papa habla de la necesidad de recuperar el fondo común y permanente de la experiencia humana, que nos abre a lo divino y es lo único que permite una verdadera comunión entre los hombres.

Tres apuntes más, de este inusitado coloquio. África es, según Benedicto XVI, la gran esperanza de la Iglesia, un continente en el que a pesar de sus numerosas dificultades bulle una gran fe, en el que la unidad católica es un factor decisivo para impedir la dispersión, y en el que el cristianismo es una semilla potente de construcción y de reconciliación. Sobre las mujeres en la Iglesia, el Papa subraya que su tarea carismática tiene a lo largo de la historia un verdadero influjo en el gobierno eclesial; pero si bien es cierto que el ministerio sacerdotal está reservado a los varones, dentro de la estructura sacramental querida por el Señor, Benedicto XVI acepta que se plantee la necesidad de abrir nuevos espacios de responsabilidad para las mujeres en el ámbito del gobierno de la Iglesia. Un último comentario sobre los papas del siglo XX, al hilo de una intervención sobre Pío XII: precisamente en un siglo turbulento, con dos guerras mundiales y sendas ideologías totalitarias, y con un duro rechazo de la fe cristiana, Dios quiso dar a la Iglesia una serie de grandes papas difícilmente comparable con cualquier otra desde los tiempos del martirio en Roma. De esta manera, sugiere Benedicto XVI, hemos podido verificar históricamente la verdad del primado del Sucesor de Pedro.
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