Poco después, en el mercado, he recibido otra felicitación empañada por la nostalgia: "Feliz Navidad, señora, aunque ya se sabe que en estas fiestas, todos estamos tristes por un motivo u otro". Si en la primera se traslucía el lamento por una celebración que ya no tiene motivo para tal, esta segunda le sustraía la capacidad de ser compañía y significado de penas y alegrías. Ha sido entonces cuando me he acordado del magnífico poema titulado el Viaje de los Magos del premio Nobel en el que se cuenta, como anuncia su título, el recorrido de tres hombres que desde sus tierras parten para asistir a un Nacimiento. La novedad del poema es la perspectiva que Eliot elige para el relato, uno de los Magos dicta una historia a un escriba ("...pero escribid esto, escribid esto..."). Quiere dejar constancia de algo que sucedió en el pasado y que ahora –en el momento de la escritura- recuerda. Aquí se puede ver la estima que da a ese viaje hasta el punto de querer dejarlo por escrito. Un valor que no olvida las dificultades que padecieron en el camino - frío, falta de cobijo, cansancio de los animales, rebelión de los siervos-, tantas contrariedades que los tres magos llegaron a pensar que aquel viaje era una locura. Pero lo que quiere dejar en palabras y por escrito es que ese esfuerzo para asistir a un Nacimiento, fue tan significativo que estaría dispuesto a volverlo a realizar.
Es sorprendente la falta de perspectiva histórica del Mago, no sabe qué pasó exactamente, no sabe quién es Jesús de Nazaret, ni siquiera se le nombra, pero lo que sabe es que aquel Nacimiento le reveló su nacimiento y su muerte –su yo, su historia, su origen y su destino-. Ya nunca más ni él, ni sus compañeros de viaje volverán a ser los mismos porque anhelan un nuevo nacimiento: "Volvimos a nuestros sitios, estos Reinos,/ pero ya no más a gusto aquí, en el viejo estado de cosas,/ con una gente extraña aferrándose a sus dioses/ Me alegraría de otra muerte".