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MANIQUEÍSMO EPISCOPAL

Historia de un abad y de un masón

Lo que el diario El País ha unido, que no lo separe la Iglesia. Matrimoniaron por las calendas del estío, en forma de aparición mediática y de posterior aprovechamiento torticero, el abad de Monserrat, José María Soler, y el director de la revista de Estudios masónicos, y no sé cuántas cosas más, "Conde de Aranda. Estudios a la luz de la francmasonería", Ilia Galán, a la sazón profesor de la Universidad Carlos III.

Lo que el diario El País ha unido, que no lo separe la Iglesia. Matrimoniaron por las calendas del estío, en forma de aparición mediática y de posterior aprovechamiento torticero, el abad de Monserrat, José María Soler, y el director de la revista de Estudios masónicos, y no sé cuántas cosas más, "Conde de Aranda. Estudios a la luz de la francmasonería", Ilia Galán, a la sazón profesor de la Universidad Carlos III.
El Abad de Montserrat, José María Soler

No es que quisieran ellos, ni mucho menos –no se nos entienda mal, por Dios– convertirse en una pareja de hecho de la teología política más políticamente correcta en nuestros predios. Lo que ha sucedido es que, aprovechando que el desconcierto pasaba por allí, la periodista María Antonio Iglesia sacó, entresacó y robó al abad de Monserrat unas jugosas declaraciones en una entrevista, con foto de portada inclusive. Luego, nuestro destacado miembro de la Logia las llevó a su cordel, sin más lógica, para arremeter contra los obispos, la Iglesia en España, los católicos "conservadores" o nacional-católicos, como se les denomina, quién sabe si refiriéndose a los vascos y a los catalanes.

¡Qué coincidencia! Ofició la ceremonia de la confusión y dio por inaugurado el curso eclesial el periódico de PRISA, el más interesado, al parecer, en la información religiosa de cuantos existen y se publican, aunque sólo sea por el número de páginas que dedican a la religión y a la Iglesia.

Aburridos andábamos, abrasados de calor casi más que un bosque gallego, cuando saltó la liebre de la chistera de Polanco y nos regaló la primera historia periodística, ya no del verano, del próximo invierno. Quiéralo o no el abad de Monserrat, a no pocos nos ha costado creer que la misma persona que participara en las conferencias con motivo del veinticinco aniversario del ministerio episcopal del cardenal Rouco Varela, en la catedral de la Almudena, fuera el que entrara al juego del maniqueísmo eclesial con el envío de mensajes a los cardenales Cañizares y Rouco y a sí se sabe quién de la Conferencia Episcopal.

Decía en la entrevista que hay obispos que sienten nostalgia del nacional-catolicismo y de muchas cosas más; que la Conferencia Episcopal debería esforzarse por crear un clima de confianza "en el otro lado" o que "los responsables de la Iglesia en España utilizan un lenguaje demasiado dogmático en lugar de otro que pueda ser comprendido por el otro", por citar los argumentos no muy sangrantes. Una pregunta para la teología del otro: ¿Acaso los problemas de los cristianos y de lo cristiano hoy, en España, ante políticas legislativas y propuestas sociales de naturaleza ética, no son algo más que problemas de método, "de crear un clima de confianza en el otro"?

El cardenal Ángelo ScolaEl cardenal Ángelo Scola, desde la distancia geográfica y la cercanía intelectual, ha declarado recientemente al diario italiano Corriere della Sera , refiriéndose a Zapatero, que "un gobernante que desdeña la presencia de un millón de sus ciudadanos con el Papa y olvida las raíces de su país comete un error". Preguntado por el "zapaterismo", respondió que "la política debería sostener el trabajo de los sujetos populares que actúan en la sociedad. ¿A quién se deben los partidos políticos? Al pueblo. El Estado debería dominar menos y gobernar más. Y todos deberíamos tener estima de la verdad, de la bondad y de la belleza, provengan de donde provengan; de otro modo, nos arriesgamos a ser injustos, y oscilaríamos entre el justicialismo jacobino y el permisivismo moral".

Al abad de Monserrat –qué pena que no se lo haya recordado su glosador el señor Galán– se le ha olvidado hablar a fondo del problema de la educación. Al cardenal Scola, no. Tengamos en cuenta que la libertad de educación mide la naturaleza auténticamente democrática de una sociedad. "Es sobre todo necesario –señala el purpurado veneciano– superar un factor de bloqueo que impide el ejercicio de una plena libertad de educación en las escuelas y en la universidad: el mito de la escuela única. El obstáculo principal para el desarrollo del sistema educativo es el mito de la escuela única. Este modelo persiste hoy en contra de toda racionalidad. De hecho, en una sociedad fragmentada y plural como la nuestra, este sistema es radicalmente ineficaz".

La sorprendente y triste entrevista al abad de Monserrat ha inaugurado el curso eclesial. Y lo ha hecho con un estruendoso pistoletazo de salida. Chirría no sólo lo que dice, sino lo que elocuentemente no dice; aquello de lo que no habla, lo que calla. ¿Por qué calla? Y cuando no dice nuestro abad, glosa nuestro masón...
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