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CARLOS GARCÍA DE ANDOIN

Los cristianos socialistas

En medio de la vorágine deconstruccionista del socialismo real sorprende, en estos últimos días de avanzadilla laicista y de respuesta romana contundente, el contraste entre el protagonismo que en ambientes eclesiales o, mejor dicho, eclesiásticos, tiene la corriente de cristianos socialistas y su escasa o nula preponderancia dentro del partido socialista, al menos en lo que a imagen e incidencia pública se refiere.

En medio de la vorágine deconstruccionista del socialismo real sorprende, en estos últimos días de avanzadilla laicista y de respuesta romana contundente, el contraste entre el protagonismo que en ambientes eclesiales o, mejor dicho, eclesiásticos, tiene la corriente de cristianos socialistas y su escasa o nula preponderancia dentro del partido socialista, al menos en lo que a imagen e incidencia pública se refiere.
Carlos García de Andoin, a la derecha, durante la presentación de su último libro
Muestra de la actividad por conquistar espacios de pensamiento, de reflexión y de influencia de esta minoritaria realidad es la desenfrenada actividad que su cabeza visible, el otrora laico liberado por la diócesis de Bilbao y responsable de la formación del laicado de esa diócesis, Carlos García de Andoin, está desarrollando en algunas publicaciones teológicas españolas. Nos encontramos, si cabe, con un esfuerzo por activar un diálogo entre socialismo y cristianismo que más que tener un valor en sí parece ser una fácil cobertura de las políticas de José Luis Rodríguez Zapatero, o un esfuerzo de razón explicativa harto complejo de lo que el partido socialista está haciendo en y con la sociedad española.
 
Dos textos nos ayudan a entender los contextos de la avanzadilla de esta reactivada quinta columna. El primero se publicó en la revista Iglesia Viva (221-2005), con el título “Cristianismo y laicidad cara a cara”, y el segundo, en la revista de los jesuitas españoles, Sal Terrae (93-2005), titulado “Meditaciones para un diálogo constructivo”. Dos piezas de ineludible lectura para quien desee escudriñar los presupuestos sobre los que se asienta la compatibilidad entre el Evangelio y las políticas de los socialistas españoles. Me referiré, principalmente, al último artículo citado, dado que sintetiza, en gran medida, los principios sobre los que asentar un “diálogo constructivo”. Respetuoso con los nombres y con los escenarios de los cambios producidos en la Conferencia Episcopal en las últimas semanas, y con las aparentemente nuevas formas de relación entre la Iglesia en España y el gobierno, el autor insiste en la voluntad del presidente Zapatero de encauzar las relaciones con la Iglesia en un “marco de diálogo y serenidad”.
 
Una de las tesis que sostiene nuestro articulista es que la Iglesia, al menos su jerarquía, después de la decepción con el Partido Popular de la primera legislatura, se entregó en sus brazos de forma acrítica en la segunda al rebufo de las mayorías, y, posteriormente, no fue capaz de asimilar la victoria socialista. Vieja argucia la de querer llevar los términos de la proposición al esquema prefijado y hacer entender al lector que la Iglesia se había entregado al PP, en el año 2000, a cambio de un cambio legislativo que le beneficiase. Si el PP consideró que la enseñanza de la religión no tenía el estatus que merecía, o que había que insistir en las raíces cristianas de Europa, o que la renuncia a una legislación sobre el “matrimonio homosexual” y el derecho de adopción no encajaban en su forma de gobierno, no es ciertamente porque estuviera en una permanente timba de intercambio de cartas con la Iglesia, cediendo a sus propuestas, sino porque su electorado demandaba una determinada forma de hacer política que, al menos, reflejara un interés por las demandas reales de los ciudadanos y no una compulsiva intervención por modificar el panorama moral de la sociedad, sus costumbres y sus principios de relación. No podemos olvidar que cuando la Iglesia tuvo que criticar la modificación de la Ley de reproducción asistida, y la consiguiente posibilidad de investigación, o la política de inmigración, lo hizo sin ningún complejo.
 
Pero lo más grave del sustrato de la argumentación del responsable de la corriente de cristianos socialistas es la concepción de la fe y de la Iglesia que subyace en su propuesta y que, ineludiblemente, conduce a una disolución de estas realidades constitutivas para el creyente. En un permanente ejercicio de justificación de la política laicista del PSOE y de sistemático reto a la Iglesia, considera que ésta está contribuyendo a una peligrosa polarización de la vida social. Olvida un dato importante a estas alturas del análisis de la situación: la Iglesia no ha sido la que ha iniciado una desaforada carrera por modificar el sustrato moral de España. Al contrario, su vocación y misión se desarrolla en las coordinadas de un necesario juicio moral de la realidad en la que está inmersa. La Iglesia cree en la justicia de la verdad y en la verdad de la justicia. Las dicotomías entre estos dos supuestos pertenecen una dialéctica impropia de un pensamiento católico, universal. Acusa a la Iglesia de “no reconocer honradamente el impulso moral que anida en buena parte de las políticas que está impulsando el Gobierno de Zapatero”. Afirma, incluso, que “con todas las limitaciones de lo contingente, en términos generales, la política socialista supone un avance en le horizonte de los valores evangélicos”. Que Dios le conserve la vista, exclamaría un castizo. A saber (sic en el texto): la política internacional y la alianza de civilizaciones; la política territorial basada en la diversidad, la tolerancia y el diálogo; la política de inmigración; la de igualdad y lucha integral contra la violencia de género; la apuesta en la educación en los valores en la escuela; el espíritu de la reforma educativa; la autorregulación de la programación infantil… ¿Y las que no cita? ¿Está seguro de que el Evangelio, la Doctrina social de la Iglesia, están inspirando estas políticas? Ojo con el diálogo cuando no se definen previamente los términos... ni las intenciones.
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