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SER MADRE

Una mujer en fiesta

Llegadas las vacaciones del verano, sobre todo a partir de la “Virgen de julio”, la Virgen del Carmen, la vida de algunas ciudades y pueblos se reconvierte totalmente. Los medios de comunicación lo reflejan en el tipo y contenido de los programas, los periódicos son más cortos y escasean las noticias fuertes. Todo el mundo está de vacaciones y abundan las noticias de las fiestas, que se reparten entre la diversión de los famosos y las manifestaciones religiosas de devoción a la Virgen. Así somos dentro de esta piel de toro extendida.

Llegadas las vacaciones del verano, sobre todo a partir de la “Virgen de julio”, la Virgen del Carmen, la vida de algunas ciudades y pueblos se reconvierte totalmente. Los medios de comunicación lo reflejan en el tipo y contenido de los programas, los periódicos son más cortos y escasean las noticias fuertes. Todo el mundo está de vacaciones y abundan las noticias de las fiestas, que se reparten entre la diversión de los famosos y las manifestaciones religiosas de devoción a la Virgen. Así somos dentro de esta piel de toro extendida.
La Virgen del Carmen
Creo no equivocarme al decir que el mes de agosto concentra el mayor número de fiestas patronales, romerías y peregrinaciones en toda la geografía española, en torno a la “Virgen de agosto”. Es raro el pueblo, barrio, comarca, parroquia y ciudad que no tiene una fiesta dedicada a la Virgen en el verano; los pueblos de España están en fiesta en torno a la Virgen María. Todo el mundo participa, hasta los más alejados de la Iglesia. Lo religioso convoca, contagia, cohesiona, une, no sólo en las fiestas; es una de sus funciones sociales. Hay diversidad de motivaciones, hay fervor religioso auténtico y una mezcla de paganismo y diversión, pero hay también un fondo de religiosidad sentida y vivida que nadie tiene derecho a despreciar o condenar.
 
En una nación profundamente mariana, sembrada de santuarios y advocaciones a María, se hacen más graves y detestables las ofensas y burlas proferidas por la facción homosexual zerolista en su exhibición de zafiedad e insultos el pasado día 2 de julio. Yo todavía espero que algún socialista, por supuesto “decente”, pida disculpas en beneficio de la convivencia que todos deseamos.
 
Letizia Ortiz, futura madreOtro foco de atención en este verano, frívolamente incluido en el ámbito de los famosos, es el embarazo de una mujer, ya saben a qué me refiero. Los medios que, cada semana, dedican cientos de páginas a todo tipo de historias “rosa” nos han hecho caer en la cuenta de que hay una mujer embarazada en España. El mismo día en que recuerdan cómo se desarrolla felizmente el embarazo de Leticia, una mujer abandona a su hijo recién nacido en un contenedor, se realizan una decena de abortos y se trafica con embriones y fetos humanos para fabricar cosméticos. Un mundo fragmentado y desquiciado.
 
Lo más chocante es ver cómo aquellos que se presentan como la progresía mediática, emancipada de ídolos, mitos y fetiches, se dedican a fabricar ídolos con pies de barro, a vender basura televisiva para enriquecerse, traficando con la intimidad de las personas, con la historia de su vida y de sus familias; se presenta como “un gran trabajo de nuestro equipo de investigación” lo que no pasa de ser la trivialización de la sexualidad, la familia, el amor, la relación de pareja, en definitiva, el juego aventurero con todo lo sagrado para el hombre, es decir, con todo aquello que no puede admitir negociación y mercadeo.
 
Hoy no hay una mujer embarazada en España, hay cientos de miles. Aunque obvia decirlo, el embarazo de María, la cajera del supermercado, es tan motivo de alegría como el de Leticia. Tengo para mí que los Príncipes de Asturias son una pareja, como tantas que se casan este verano, que se unen en matrimonio por amor y lo hacen fecundo procreando. Pertenezco al común de los mortales que se alegra con el alumbramiento de la vida. El nacimiento de un niño es siempre una muestra de la confianza que Dios tiene en el ser humano; Dios multiplica su imagen en el mundo creado a su semejanza. Eso de que nacemos para ser iconos, es decir, representaciones de Dios, no habría que tomarlo con frivolidad; la vida, su origen, desarrollo y final biológico, no puede tomarse nunca a la ligera.
 
¿Tenemos acaso algunos principios a los cuales no queremos renunciar a costa de nada? Si empezamos afirmando que todo es negociable, que no hay nada irrenunciable ni absoluto por si mismo, se puede llegar a cualquier cosa: a hacer leyes que permiten a los padres terminar con la vida de sus hijos y a éstos terminar con la vida de sus padres. Especialmente en estas cuestiones fundamentales, los creyentes debemos buscar la mayor coherencia entre lo que creemos y lo que estamos dispuestos a manifestar en la vida. También aquí sirve la advertencia del Concilio Vaticano II en Gaudium et spes 43, donde dice que el divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos creyentes debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época, y una de las causas del ateísmo y la indiferencia religiosa.
 
El alumbramiento de la vida y la fiesta van juntos y tienen nombre de mujer. Hacer memoria de la Virgen como modelo de creyente debe generar actitudes y opciones coherentes en el día a día. Soy de los que apuesto siempre por la protección y la defensa de la vida. Incluso en aquellas situaciones complejas en las que otros sugieren propuestas de muerte, como el aborto y la eutanasia, yo creo en la capacidad humana del hombre para alumbrar soluciones de vida y esperanza. Yo creo que no hay nada más progresista, si se quiere decir con esta palabra lo que hay de más comprometedor de la inteligencia, la conciencia, la responsabilidad y el amor del ser humano.
 
Escribo camino de Honduras, donde espero vivir una fecunda experiencia de comunicación, estudio y aplicación de la Doctrina social de la Iglesia, con un grupo de cerca de cincuenta responsables de las Caritas de Centroamérica. Ellos son testigos y protagonistas de la Iglesia que peregrina en aquellas latitudes con los pobres y desheredados; es la misma Iglesia que peregrina en Europa atenta a los nuevos desafíos y a los nuevos retos a esta orilla del mar. Desde allí, espero despedirme de los lectores en esta “temporada” hasta el día 7 de septiembre.
 
 
Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social “León XIII”.
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