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Ignacio Cosidó

La herencia envenenada

El Gobierno que surja de las urnas el próximo 20 de noviembre no sólo recibirá una herencia envenenada de casi cinco millones de parados, sino que además heredará una ETA incrustada nuevamente en las instituciones democráticas.

El Gobierno que surja de las urnas el próximo 20 de noviembre no sólo recibirá una herencia envenenada de casi cinco millones de parados, sino que además heredará una ETA incrustada nuevamente en las instituciones democráticas, fortalecida política y socialmente, amparada por mediadores internacionales y tratando de recomponer su maltrecha organización criminal. La política antiterrorista de Rubalcaba, basada en la negociación y la rehabilitación política de los terroristas, ha retrasado la derrota definitiva del terrorismo en al menos una década. Una derrota que será, junto a la recuperación económica, el segundo gran desafío que deberá afrontar el nuevo Gobierno.

 En mi opinión, el Gobierno socialista ha cometido dos errores sumamente graves en su política antiterrorista. El primero fue la frustrada negociación política con los asesinos desarrollada en la Legislatura anterior. El segundo es haber permitido la vuelta de ETA a las instituciones democráticas sin haber exigido previamente su disolución y la condena del terrorismo. El control de decenas de ayuntamientos vascos o navarros ha permitido a los terroristas romper el aislamiento político y social que había provocado su declive en la última década y amenazaba con extinguirla si hubiéramos persistido en ese cerco democrático. Por el contrario, la política de Rubalcaba ha conducido a que el proyecto totalitario de ETA amenace con convertirse el próximo 20N en la fuerza mayoritaria del País Vasco gracias, en buena medida, a la campaña que socialistas y nacionalistas le están haciendo.

El poder político que hoy ostenta el brazo político de ETA ha devuelto a los terroristas el control institucional y social sobre numerosas e importantes poblaciones vascas y navarras, les permite financiar su proyecto con abundantes fondos públicos y avanzar en los mismos objetivos estratégicos por los que la banda ha matado a cientos de personas durante décadas. Pero lo más lamentable es que ese poder permite a ETA intentar reescribir su historia de terror relatándola como una historia de liberación que justifica sus crímenes e impone desde las instituciones su proyecto, el que instaura la amenaza sobre la convivencia pacífica y las libertades de todos.

La autodenominada Conferencia Internacional de Paz que se celebrará el próximo lunes en San Sebastian muestra además como ETA está intentando lavar su imagen internacional ante la pasividad, cuando no la complacencia, del actual Gobierno. La internacionalización del supuesto "conflicto vasco" ha sido un objetivo prioritario de la banda terrorista a lo largo de toda su historia. Como organización terrorista, ETA había sido proscrita por la práctica totalidad de la comunidad internacional gracias en buena medida a la eficaz acción exterior de los gobiernos de José María Aznar. El nuevo Gobierno, por el contrario, encontrará una ETA con importantes conexiones en el exterior que en algún caso han sido alentadas por el propio gobierno socialista.

La incuestionable eficacia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, especialmente de la Guardia Civil en estos últimos años, ha colocado a ETA en un momento de gran debilidad criminal. La ostentación partidista que Rubalcaba hace de esos éxitos no puede ocultar que esa eficacia se debe a que, en muchos casos, los guardias civiles, policías, fiscales y jueces no se dieron por aludidos por la negociación entre el Gobierno y ETA y al hecho de que éstos hayan seguido trabajando ajenos a cualquier tejemaneje político con los terroristas. Pero como bien saben quiénes luchan en primera línea contra ETA, la organización aún no ha desaparecido y sigue constituyendo una amenaza. Es más, hay constancia de que simultáneamente al lanzamiento de los comunicados de alto el fuego, la banda está tratando de recuperar su capacidad criminal. La impresión es que Rubalcaba está vendiendo la piel de la serpiente antes de cazarla.

El nuevo Gobierno recibirá una herencia envenenada porque será mucho más difícil expulsar a los terroristas de las instituciones democráticas de lo que hubiera sido impedirles volver. Si el nuevo Gobierno aplica la estrategia de firmeza que conduce a la derrota de los terroristas puede encontrarse no solo con una mayor oposición política y social en el País Vasco y Navarra, sino con una reacción de la banda conforme a su propia naturaleza asesina. Tengo la convicción de que ni una cosa ni la otra torcerán la determinación de Mariano Rajoy de derrotar al terror, pero sepamos que pese a los cantos de sirena que ahora escuchamos lo cierto es que nos queda un camino duro y difícil hasta lograr la derrota incondicional y definitiva de ETA que, no tengo duda, vamos a conseguir todos los españoles. También en esto es importante decir la verdad.    

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