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Inquebrantables adhesiones

De nuevo hoy, la guerra contra el terrorismo, Gescartera y la situación política del vicepresidente segundo del Gobierno ocupan las portadas de los principales diarios.

Todos destacan el ultimátum de Bush a los talibán para que entreguen a Ben Laden y la explosión en la ciudad saudí de Jobar, que ayer causó la muerte de dos extranjeros, un estadounidense y, al parecer, un británico. Aunque fuentes oficiales norteamericanas desvinculan este suceso de los atentados del 11 de septiembre, todos los diarios recuerdan el atentado de 1996 contra la zona residencial de la base aérea norteamericana en esta misma ciudad, que costó la vida a 19 estadounidenses y heridas a 400. En su momento, el atentado se atribuyó a Ben Laden, aunque no pudo probarse; aunque una cosa sí es segura: los sectores ultramontanos del gobierno semi-feudal de Arabia Saudí, aliado nominal de Occidente, nunca han visto con buenos ojos la presencia de “infieles”, que “mancillan la tierra sagrada del Profeta”. No es de extrañar que alguien –Ben Laden o cualquier otro fanático- se tome en serio sus tesis. De momento, los norteamericanos, con el fin de evitar problemas, han optado por no emplear sus bases en Arabia Saudí para el ataque a los talibán, según publica El Mundo.

ABC, oportunamente, destaca en su editorial las razones de la superioridad de las sociedades Occidentales respecto de las teocráticas musulmanas. En Occidente existe una línea divisoria entre Estado y religión; entre fundamentalismo y terrorismo frente a democracia y urnas. Occidente representa la libertad individual y la razón frente a la barbarie ancestral, las guerras santas y los designios celestes; en Occidente se distingue al asesino por convicción religiosa, del mártir. Y es precisamente ese gran símbolo de la convivencia pacífica y cosmopolita, Nueva York, lo que los integristas –que odian la diversidad- han querido atacar.

Como contraste, El Mundo, dedica su suplemento de crónica al testimonio de una familia musulmana española, residente en Granada, cuya cabeza, un leonés convertido al Islam, suscribe la pena de muerte que emana de la sharia para el apóstata, por el peligro que para la comunidad esto supone; y también la poligamia, porque “ablanda” el instinto posesivo de la mujer, quien debe encontrar su libertar y realización personal en el “mundo interior”. Que tomen nota los que dicen que igual da ocho que ochenta en cuestiones de civilización.

En cuanto a Gescartera, hay que destacar las entrevistas que ABC y El Mundo realizan a Alberto Ruiz-Gallardón y a José María Ruiz de la Serna, ex apoderado de Gescartera. Ruiz-Gallardón, a estas alturas, todavía suscribe la tesis de la estafa y alaba la transparencia y responsabilidad del Gobierno, quien, según él, ha puesto a disposición de los parlamentarios toda la información disponible. Asimismo, sostiene que el escándalo no debe empañar la positiva labor de Rato al frente de la economía española y afirma que el vicepresidente segundo cuenta con el respaldo de todo su partido, sin que haya perdido un ápice de popularidad. La carta de Pedro J. Ramírez va en la misma línea, y compara, a título de excusa que abona la tesis de la causalidad, la financiación de PRISA a través de Banesto con el crédito obtenido por la familia Rato, aprovechando la ocasión para propinar una puya a la competencia; aunque no sabemos si la comparación con Banesto deja a Rato en mejor o peor lugar, y es que hay “favores” que ni siquiera llegan a la categoría de flacos. Semper fidelis, que dirían los marines norteamericanos, o "inquebrantable adhesión", que diríamos los españoles

La entrevista de El Mundo a Ruiz de la Serna aporta datos sobre la operativa de Camacho para vaciar Gescartera y sobre las remuneraciones exorbitadas (un 41%) que éste otorgaba a ciertos clientes personales con cargo a una cuenta de liquidación de operaciones con clientes. Uno de éstos era Roberto Santos; y Ruiz de la Serna afirma que algunas personas oyeron a Camacho decir que el dinero que depositaba Santos era del ex ministro del Interior, José Luis Corcuera, aunque a él no le consta.

También a tenor de Gescartera, El País publica hoy un suplemento donde se resumen las andanzas del clan Camacho y la transformación de la “pulga” Bolsa Consulting en el monstruo Gescartera mientras la CNMV “papaba moscas”.

Conforme pasa el tiempo, la piadosa hipótesis de la negligencia de la CNMV va transformándose rápidamente en indicio de prevaricación.


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