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Jonathan S. Tobin

Un consenso inmoral sobre Siria

¿Qué tienen que ofrecer Donald Trump o Hillary Clinton en respuesta a esta desgracia? Nada.

¿Qué tienen que ofrecer Donald Trump o Hillary Clinton en respuesta a esta desgracia? Nada.
Homs, devastada por la guerra | Cordon Press

De vez en cuando alguien del New York Times se topa con una gran verdad. En un artículo que apareció en portada el lunes pasado, Mark Landler y Mark Mazzetti comentaban que el lamentable fracaso de la política siria de la Administración Obama ha sido en general obviado por la opinión pública estadounidense y por los dos candidatos a la presidencia.

El artículo dice correctamente que Washington ve el "osario" sirio como "un desastre lejano en vez de como una crisis urgente". Y a pesar de que la claque de Obama reconoce en el Times que ha sido un desastre sin paliativos, nadie está presionando a la Administración para que corrija el rumbo.

La cuota de culpabilidad de Obama por el desastre humanitario en Siria se ha agrandado con su decisión de desviar la responsabilidad del caos hacia Rusia. Vladímir Putin, tratando de resucitar el viejo imperio soviético, se ha comprometido a mantener a su cliente, el régimen de Asad, en el poder. Las fuerzas de Asad (junto con sus aliados, Irán, Hezbolá y Rusia) son los principales responsables no sólo de la la mayor parte de las atrocidades, también de que la población suní respalde al ISIS y a otros grupos radicales, a los que perciben como sus únicos defensores.

Obama se negó a pasar a la acción en los primeros días de la guerra civil, y se aferró a esa postura incluso cuando Asad cruzó la "línea roja" de Obama y empleó armas químicas. La inacción del presidente obedecía en parte a su deseo de apaciguar tanto a Rusia como a Irán.Ahora sabemos que el acuerdo ruso sobre las armas químicas de Asad fue una farsa y que éste sigue utilizando esas armas ilegales. Mientras el baño de sangre sigue cobrándose vidas, lo único que puede hacer Obama es propugnar inútilmente un alto el fuego que no quieren ni Asad ni los rusos, ya que la guerra se ha inclinado a su favor.

Como señala acertadamente el Times, la Administración no tiene un plan b en el que apoyarse, mientras que los ruegos del secretario de Estado, John Kerry, han sido desoídos en Moscú, Damasco y Teherán. Funcionarios anónimos de EEUU dicen que el presidente no tiene interés en ampliar la ayuda a los rebeldes que están luchando contra Asad, el ISIS y otras fuerzas islamistas. Aunque la batalla se está volviendo cada vez más confusa, especialmente en zonas asediadas como Alepo, no se debería confundir a los rebeldes que están recibiendo suministros de la CIA con los elementos que actúan bajo la marca Frente al Nusra. La decisión de Obama significa claramente que los intentos de Kerry de lograr un alto el fuego son una tapadera para que EEUU deje a Siria en manos de los rusos, maniobra que probablemente dará lugar a más matanzas.

¿Qué tienen que ofrecer Donald Trump o Hillary Clinton en respuesta a esta desgracia? Nada.

A pesar de sus constantes insultos al presidente Obama, las políticas de Trump parecen seguir estrechamente la línea de la Administración. La defensa de Trump del apaciguamiento ante Rusia podría significar en realidad una continuación de las políticas actuales, que giran en torno al abandono por parte de EEUU de sus responsabilidades en la región. Esto no se ve afectado por sus críticas a Irán (que contradicen su postura sobre Rusia), su palabrería vacía en defensa de Israel y sus golpes de pecho respecto a la lucha contra el ISIS.

Se ha dicho que Clinton, en privado, está resucitando su antiguo apoyo a una zona de exclusión aérea en Siria (que Obama rechazó). Pero en privado se cuida de no mostrar discrepancias con Obama. Tampoco es probable que una presidenta Clinton vaya a orientar una Administración demócrata progresista hacia el tipo de uso de la fuerza que pudiese lograr que la coalición Asad-Rusia-Irán dejara de matar gente o permitiese un cambio de poder en Damasco, condición primordial para derrotar al ISIS.

Ambas campañas creen que al pueblo americano no le importa Siria, al margen de cuántos estén muriendo allí o de lo lamentables que sean las imágenes de las víctimas. Por desgracia, parecen estar en lo cierto. Hasta el punto de que cualquiera que preste atención a Siria se verá envuelto en un tramposo debate sobre los refugiados que enfrenta un altruismo progresista y poco realista contra un miedo realista, pero miope, al terrorismo.

Ejerciendo el liderazgo y exhibiendo sentido de la responsabilidad moral respecto a Siria, la Casa Blanca podría haber facilitado la única respuesta posible a semejante apatía y deshonestidad. Hay tan pocas esperanzas de que eso suceda en enero como las que hay ahora con Obama en la presidencia.

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