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José García Domínguez

A Sánchez le va a tocar la lotería

Esquerra va a necesitar la bala en la recámara del soporte del PSC ante las eventuales espantadas de sus socios.

Esquerra va a necesitar la bala en la recámara del soporte del PSC ante las eventuales espantadas de sus socios.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, mira a Gabriel Rufián. | Europa Press

Cataluña es quizá, o sin ese quizá, el último rincón de Europa donde todavía no se ha extinguido el protagonismo de las masas en la política a través de grandes organizaciones creadas ex profeso para encauzar su actuación colectiva. Aquel viejo mundo del siglo XX, con sus partidos, sindicatos de clase y organizaciones civiles bajo cuyos paraguas organizativos se encuadraban cientos de miles o de millones de activistas, ya no existe en ninguna parte; en ninguna, salvo en Cataluña. Al punto de que su verdadero hecho diferencial resulta ser justo ese. En el resto de España, igual que en el resto de Occidente, el único contacto con la actividad política de la gente de la calle se limita ahora a ejercer de telespectadores pasivos ante las pantallas de plasma de sus hogares.

En cuanto a los partidos, han vuelto a adoptar la naturaleza que les fuera propia en el siglo XIX; esto es, la de cascarones vacíos donde pequeñas élites endogámicas, cooptativas y oligárquicas cooperan o compiten entre sí por el poder. Eso es el PP y el PSOE, pero también Podemos o Vox. Bien, pues Cataluña, decía, es otra cosa. Y ello explica todo lo que allí ha venido ocurriendo desde el año 17. Porque ni Puigdemont ni Junqueras estaban locos cuando hicieron lo que hicieron. Si lo hicieron fue porque no se veían capaces de soportar la presión de esas masas organizadas en torno a la ANC y a Òmnium. Y ahora ocurre lo mismo.

Junts no querría romper con Esquerra en el Gobierno, pero la ANC se lo pone muy, muy difícil. Así las cosas, lo más probable sigue siendo que no se produzca el divorcio, algo que supondría un coste demasiado alto para los posconvergentes a solo ocho meses de unas elecciones municipales. Pero Junts vivirá a partir de ahora en una constante tensión interna entre apocalípticos e integrados. Algo de lo que se beneficiará… Sánchez. Porque Esquerra va a necesitar, y en todas las votaciones en el Parlament, la bala en la recámara del soporte del PSC ante las eventuales espantadas de sus socios. Se tendrán que acabar, pues, las chulerías de Rufián en Madrid. A Sánchez, sí, le va a tocar la lotería.

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