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José García Domínguez

Otro 11M

aún ignoro si el viernes alguna portada gubernamental ocupará cinco columnas con un título que rece “El mundo en vilo, pendiente de las represalias de Blair”, o algo por el estilo

En el momento en que comienzo a teclear este artículo, todavía no han aparecido en los kioscos las ediciones impresas de los periódicos. Así que aún ignoro si el viernes alguna portada gubernamental ocupará cinco columnas con un título que rece “El mundo en vilo, pendiente de las represalias de Blair”, o algo por el estilo. En cualquier caso, la carnicería que el terrorismo islamista acaba de cometer en Londres volverá a poner en evidencia a Zapatero y su factoría propagandística a raíz de la traición a nuestros aliados en Irak.
 
Y es que el Once de Septiembre, la Edad Media declaró una guerra total de exterminio contra el mundo libre y civilizado. Desde entonces, todos estamos amenazados de muerte por un ejército nihilista cuyo único objetivo es destruir nuestra cultura para someternos a una delirante teocracia sanguinaria. También desde entonces, los Estados Unidos e Inglaterra han asumido el liderazgo de la iniciativa política y militar para evitar que seamos aniquilados por esas fuerzas de la barbarie. Porque aquel día, el Once de Septiembre, empezó un combate sin cuartel que, como todos los que en la Historia han sido, únicamente podemos ganar o perder; no caben términos medios. Y cuando los gobernantes son probados en envites así, a vida o muerte, sólo los muy necios creen moral que quepa optar entre  las disyuntivas éticas que ofrecía Juan de Mairena a toda existencia humana: cobijarse au dessus de la mêlé o estar a la altura de las circunstancias.
 
Pero ya escribió Oriana Fallaci que aún existe una enfermedad infinitamente más letal que el cáncer: el miedo, esa patología contagiosa que se alimenta de oportunismo e irresponsabilidad en dosis iguales. Así, el único precepto cristiano que parece estar dispuesto a conservar el Gobierno español ante esta contienda mundial, es el piadoso mandato bíblico que ordena poner la otra mejilla. Por eso, mientras el “gilipollas” de Blair (Bono dixit) combatía a los genocidas, Zetapé, no satisfecho con legitimar intelectualmente la causa de nuestros sepultureros del Once de Marzo, no saciado tras invitar a la deserción de los países serios en el frente iraquí contra Al Qaeda, no realizado vitalmente tras ofender la bandera de los únicos que defienden nuestros valores, ponía en marcha esa ocurrencia de la Alianza de Civilizaciones. He ahí la gran aportación española frente el mayor desafío que ha sufrido el mundo libre tras el final de la Guerra Fría. He ahí la coartada moral del presidente para ocultar tras una sonrisa la impúdica evidencia de los síntomas de su enfermedad.
 
Acertó la Fallaci con el diagnóstico de esa epidemia que recorre el continente. Igual que lo hizo al sentenciar que el Corán es el nuevo Das Kapital, Mahoma el nuevo Karl Marx, Ben Laden el nuevo Lenin y el Once de Septiembre la nueva toma de la Bastilla. Sólo erró por omisión al olvidar que nuestro Zetapé es el nuevo Dalai Lama.         

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