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José García Domínguez

¿Qué se les puede dar a esos catalanes?

Eso del referéndum es un engañabobos que no va a ninguna parte. Entonces, ¿qué se puede hacer?

Eso del referéndum es un engañabobos que no va a ninguna parte. Entonces, ¿qué se puede hacer?
Pedro Sánchez. | EFE

Sería muy bonito, claro, poder engañarlos como a chinos, algo que con toda seguridad andarán maquinando a estas horas los asesores áulicos del presidente Sánchez. Pero, para empezar, a los chinos no los engaña nadie. Y, para continuar, conviene saber que esto va de catalanes, no de chinos. Va de unos catalanes, los de la Esquerra, que hace apenas cinco minutos en el reloj de la Historia tumbaron en las Cortes a todo un Gobierno del Reino de España. Y también va de otros catalanes, los de la CUP, que bien poco antes habían hecho exactamente lo mismo, tumbarlo, con todo un presidente de la Generalitat de Cataluña, aquel Artur Mas del mentón mussoliniano y el altivo tupé enlacado. Sánchez y sus aprendices de brujo van a tratar de tomar el pelo, pues, a unos catalanes acostumbrados a lanzarse al agua sin flotador. Porque si el Gobierno de España depende de la Esquerra, urge no ignorar que el de Cataluña sigue en manos de la CUP, chiruquera colla asilvestrada que no tiene miedo alguno a perder el sillón porque nunca en su vida se ha sentado en nada remotamente parecido.

Así las cosas, por muy listo que se crea ese chico, Redondo, habrá que darles algo, algo concreto, tangible y mensurable, algo que vaya más allá del indulto y de la cargante quincalla retórica sobre lo mucho que nos queremos todos cuando hay buen rollo, resiliencia y afán transversal de concordia. Y como tampoco son tontos, no se les podrá contentar con la promesa de un referéndum descafeinado, lo que vende por ahí Illa. Más que nada porque un referéndum tal lo podrán convocar ellos mismos por su cuenta y riesgo (la iniciativa legal para otra eventual reforma del Estatut corresponde al Parlament de Cataluña, no a la Moncloa). Eso del referéndum es un engañabobos que no va a ninguna parte. Entonces, ¿qué se puede hacer? Bueno, se puede hacer el ridículo. Y, compatible con lo anterior, se puede reactivar, siempre por la puerta de atrás, aquella Disposición Tercera del Estatut, la anulada en su integridad por el Constitucional, que imponía a las Cortes y al Gobierno de España un trato financiero exclusivo y privilegiado para Cataluña en detrimento del resto de las autonomías. Por ahí, nadie lo dude, acabarán yendo los tiros de la mesa de negociación. Al tiempo.

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