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José T. Raga

Carta a los Reyes Magos

Pido a Sus Majestades que infundan, hasta con derroche, compromiso pleno con la verdad a quienes desempeñan cometidos en la función pública.

Invadido por la ilusión y lleno de la natural esperanza, ambas propias de la segunda infancia, deseo expresar a Sus Majestades los Reyes Magos mis peticiones, confiado en su poder y en ser oído por quienes ofrecieron al Niño Dios los obsequios más sublimes, propios de las más altas dignidades.

Como muchos españoles, y también como no pocos más allá de nuestras fronteras, deseo para todo el mundo, con mayor énfasis para los más carentes, un año 2017 de paz y de prosperidad. Que cese el terror, el conflicto, la crueldad de las guerras y de la violencia, y que quienes más lo necesitan se vean asistidos por los bienes y derechos que atiendan sus carencias.

Hecha esta petición, que a nadie puede extrañar, pues debería ser unánime de toda la humanidad, resonando en todos los confines de la Tierra, me atrevo a añadir un deseo, aunque, en este caso, mirando muy de puertas adentro de nuestra querida tierra, simplemente porque, siendo nuestra, la queremos.

Así, pido a los tres Reyes Magos infundan, hasta con derroche, compromiso pleno con la verdad a quienes desempeñan cometidos en la función pública; tanto mayor cuanto más elevada sea la función desempeñada. Que tengan como objetivo de su acción el bien común de la nación, como parte del bien común de la humanidad. Que la ideología no sea más que un cauce para alcanzar ese bien común.

También racionalidad en ellos y en quienes, atentos a su misión, la analizan y la difunden a través de los medios para que sea conocida por toda la comunidad. La racionalidad implica coherencia y congruencia, abandonando actitudes sectarias, simplemente, por el origen de la propuesta.

Que por ningún medio se trate de convertir en científico lo que no pasa de ser una pretensión, en ocasiones un capricho beneficioso para los próximos. Cuando se hable de problemas económicos, lo hacemos todos los días, que se distinga muy bien entre el campo científico de la que, con razón, llamamos Economía con letra mayúscula, de principios irrenunciables, y el de elección entre alternativas.

Saber que hay cosas que no se pueden discutir y no pueden ser objeto de votación, porque son evidentes, favorecería mucho la vida social. Convencido de que si votásemos en el parlamento la ley de la gravedad, con toda probabilidad no saldría aprobada, según de quien partiera la propuesta, desearía que no ocurra lo mismo cuando de principios económicos se trate.

La Economía sólo valora el buen uso de los medios disponibles para atender unos fines preestablecidos. No es su misión juzgar los fines ni tampoco los medios. No es una ciencia ética, sino que simplemente nos informa del resultado de la relación entre unos y otros, para que elijamos con conocimiento pleno de sus consecuencias.

Que la racionalidad de cada acción humana en 2017 resplandezca con luz propia, en tanto que de entre todos los seres creados sólo la persona humana es racional.

Así lo espero.

En España

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