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José T. Raga

Inteligencia o, al menos, imaginación

¡Qué vergüenza de Gobierno para una nación con tanta historia!

Comenzaba el primer Gobierno de Sánchez cuando ya llegué a una conclusión, confirmada hasta hoy por el curso de los acontecimientos.

La conclusión, no descubro nada, porque es de nítida evidencia, era que la inteligencia no iba a ser la nota distintiva del señor presidente; ni su carrera académica ni la política permitían suponerle semejante atributo.

Pero, hombre, aunque no fuera inteligente, al fin y al cabo, había sido elegido por los votos, y éstos no suelen buscar inteligentes, y hasta desprecian la inteligencia.

Aunque cierto es también que los votantes, para compensar semejante desprecio, exigen a cambio, al menos, algo que contribuya a lo que el pueblo valora y desea; renunciando a la inteligencia, al menos, suelen exigir imaginación.

Pues tampoco Sánchez alcanza los estándares mínimos de la imaginación. Es más, da la impresión de que vive en una nube, en un sueño, que cree real pero que está muy alejado de la realidad.

Por ejemplo, cree que en Europa veneran sus opiniones, valoran sus planteamientos, cuando la realidad es la contraria. Tan contraria es que ya se habla de la alarma para Europa, para Hispanoamérica (América Latina, para algunos) y para muchos más países de lo que han dado en llamar el sanchismo que gobierna España.

Su imaginación es tan escasa y alejada de la realidad que buena muestra de ello es su venta a los postores del poder que la Constitución atribuye a un presidente del Gobierno, todo a cambio de unos insignificantes votos, humillándose con ocasión y sin ella ante el pueblo que le votó.

¿Es que no imagina otra posibilidad? El Presupuesto con el que gobierna está multiprorrogado; ¿por qué no una prórroga más, si cambia leyes cuando le conviene, por simples acuerdos del Consejo de Ministros?

Además, señor presidente: mírese al espejo, ante el que espero que sea más sincero de lo habitual y reconozca que, cualquiera que sea el Presupuesto que se apruebe, usted no piensa someterse a él. No puede ni piensa cumplirlo, porque sus compromisos adquiridos sobrepasan cualquier presupuesto racional que aprueben las Cortes Generales.

¿Tenemos que suponer que el desorbitado déficit y la disparatada deuda pública generados por sus Gobiernos eran imprescindibles, o fueron producto de su incapacidad para gobernar según normas?

Además, si considerara que su poder está legitimado por la satisfacción del pueblo, ¿por qué no convocar elecciones?

¿O es que todo es mentira? La primera: que todos los españoles somos iguales ante la Ley. ¿Cómo justifica el cupo vasco y por qué no lo aplica a todas las autonomías? Simplemente, porque es un privilegio del pueblo vasco. Dígaselo a Bildu, a ver cuál es la respuesta.

¡Qué vergüenza de Gobierno para una nación con tanta historia! Aunque la Historia tiene sorpresas; no olvide las últimas palabras de Julio César: tu quoque, fili mei? La máxima adulación puede tornarse en máxima traición.

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