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LECTURAS BRASILEÑAS

De Gilberto Freyre a José Guilherme Merquior

Un viaje reciente a Brasil me ha permitido constatar que el dinamismo político, económico y social de esta nación está acompasado con sus tradiciones intelectuales de carácter liberal.


	Un viaje reciente a Brasil me ha permitido constatar que el dinamismo político, económico y social de esta nación está acompasado con sus tradiciones intelectuales de carácter liberal.

La vigencia del liberalismo brasileño se ve por todas partes. Autores liberales como Gilberto Freyre y Sergio Buarque de Holanda son estudiados en las universidades, y sus libros, reeditados maravillosamente y prologados por otros grandes intelectuales y políticos contemporáneos.

Me sorprendió el prólogo que escribió el ex presidente Cardoso a la grandiosa obra de Freyre Casa-grande y senzala; no le duelen prendas a Cardoso a la hora de reconocer todos los errores e injusticias que un sector de la inteligencia brasileña, especialmente vinculado a la izquierda socialista y comunista, cometió con el liberalismo y el modelo de Estado nacional propuesto por Freyre ya en los años cuarenta. Este prólogo es más que una autocrítica de Cardoso, en verdad representa el reconocimiento de que la izquierda se había equivocado en su crítica a la nación brasileña y en su búsqueda de salidas revolucionarias y tercermundistas.

Otro ejemplo de continuidad cultural, es decir, de pujanza intelectual, lo observé en una nueva edición de otro libro delicioso de Freyre, Além do apenas moderno, que vio la luz en 1973. Esta edición aparece prologada por José Guilherme Merquior, curioso liberal, gran discípulo de Aron y lector apasionado de Ortega y Paz.

Merquior murió en plena juventud, pero nos dejó una obra importante, sobre todo en el campo de la teoría política, que no ha perdido vigencia. Entre todos sus libros todavía se dejan leer con placer Liberalismo viejo y nuevo, Rousseau y Weber y El marxismo occidental. De Merquior ha dicho Ernest Gellner, su maestro y compañero, que si el liberalismo poseyera su parte autoritaria, su Fe y su Ética, y sus santos, entonces, sin sombra alguna de duda, Merquior figuraría como ejemplo resplandeciente para el Komsomol del liberalismo. Amaba el pensamiento, y amaba la vida de la política. Amaba incluso la política del pensamiento y su infraestructura social, y amaba el contenido intelectual de la política.

La obra de Merquior abarca muy distintos campos, desde la crítica de arte y la cultura hasta la historia de las ideas políticas, pasando por importantes monografías científicas sobre la obra de Rousseau, Weber, Levi-Straus y Foucault. La pluralidad de asuntos tratados por Merquior no limita en ningún caso su perspicacia para desarrollarlos. La variedad de temas, que había aprendido de su paso durante varios años por el seminario de Levi-Strauss y por la lectura de la obra de Aron, fue complementada con el rigor y la profundidad adquiridos en la London School of Economics, donde tuvo como maestros a Dahrendorf y Gellner.

Su obra sobre Weber le condujo en los años ochenta a entrar en la "prosa cuarentona de un liberal neoilustrado", por emplear sus propias palabras. Acaso por eso Merquior critica, por un lado, el historicismo como una teoría rígida de las leyes de la historia pero, por otro lado, reivindica el sentido de la historia como un punto de vista universal, es decir, no renuncia a reconstruir el núcleo racional de la historia. Merquior, pues, es un pensador de matices, o sea un pensador. Su filosofía política de carácter neoliberal constituye la prueba más contundente de su capacidad de matización sobre un asunto que va más allá de la erudición; se trata nada más y nada menos que de la vida. En Hispanoamérica, y más concretamente en Brasil, ser liberal es algo más que una opción intelectual. Es un asunto de vida o muerte.

¿Qué tipo de liberalismo defiende Merquior? Su liberalismo es compatible con los ideales democráticos de la modernidad y con el Estado de Derecho que crea el marco de la democracia occidental. Se aleja su liberalismo del de Hayek y del de la Escuela de Chicago en un punto importante; y es que Merquior defendió una suerte de "bonapartismo económico":

Así como el bonapartismo político consistía en salvar a la burguesía de sí misma, yo creo que existen espacios para que salvemos nuestro capitalismo, que es un capitalismo –dependiente del contexto nacional– a veces poco robusto. A nuestro capitalismo hay que salvarlo de los propios capitalistas, especialmente cuando utilizan mecanismos paternalistas y parasitarios que defienden al capitalista sin defender al capitalismo.

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