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THRILLER POLÍTICO

La trama Gladio

La muerte de un aristócrata español en Miami desata una oleada de reacciones en los lugares más insospechados: en los gobiernos estadounidense y español, en unos contrabandistas de armas en Albania, en las secciones de sucesos de medio mundo... ¿Qué tenía Alejandro Gayú para ser la causa inmediata de todo ello? Tenía en sus manos la trama Gladio. Así, precisamente, se titula la cuarta novela de Miguel Ángel Rodríguez, MAR.

La muerte de un aristócrata español en Miami desata una oleada de reacciones en los lugares más insospechados: en los gobiernos estadounidense y español, en unos contrabandistas de armas en Albania, en las secciones de sucesos de medio mundo... ¿Qué tenía Alejandro Gayú para ser la causa inmediata de todo ello? Tenía en sus manos la trama Gladio. Así, precisamente, se titula la cuarta novela de Miguel Ángel Rodríguez, MAR.
Los aficionados al cine de acción se moverán cómodos por sus páginas, entre otras cosas porque, en realidad, esta novela es un guión de cine: los gestos están pensados para la cámara, y los ritmos para el montador.
 
El planteamiento es cercano a decenas de thrillers estadounidenses. Gladio es una red secreta, en el extrarradio del orden público y de la conversación impresa o televisada de la comunicación de masas. MAR lleva al lector por sus extremos, sus laberintos, con confianza, sabiendo lo que hace y dejando a cada paso todas las pruebas de lo que conoce. Tiene algo de alarde, cómo negarlo, y el autor no puede presumir sin ofrecer, quizá, algún dato de más.
 
La trama Gladio pasó por un proceso parecido al del FMI. Esta institución se creó para mantener el sistema de tipos fijos de cambio ideado en Bretton Woods. El sistema saltó por los aires, pero el FMI no desapareció. Simplemente se arrogó nuevas funciones, y con ellas ha logrado seguir adelante. A Gladio le ocurrió igual, pero sus objetivos eran más inconfesables.
 
Fue Gladio, en la novela, una organización paralegal que llegaba hasta donde los servicios secretos no querían para impedir que los comunistas llegaran, legal o ilegalmente, al poder, para evitar que se infiltraran en las instituciones occidentales y lograran, desde ellas, socavar las democracias. Se le hace responsable de la muerte de Aldo Moro, de la victoria de Solidaridad en Polonia y de la caída del comunismo, nada menos. Con Washington y el Vaticano moviendo los hilos. "La cara más oculta de la CIA", se nos dice. Gladio hubiera sido, de tener historia, esa organización que demostraría la maldad intrínseca de "los americanos" y "la Iglesia", capaces de cualquier crimen con tal de que todo siga igual para que "la justicia" jamás triunfe.
 
Gladio se quedó sin enemigo. Y "necesitamos esa amenaza para sentirnos vivos", dice un personaje central en un momento de confesión. La amenaza, el peligro, es real: las redes terroristas internacionales y su acceso al armamento nuclear. Es ahí donde Gladio opera su metamorfosis, no se sabe si para convertirse en una criatura menos fea. La trama, que "funcionaba bien", se infiltró en las redes de contrabando de armas para desviar los cargamentos desde su destino final hacia los arsenales de la CIA u otros servicios de inteligencia de confianza.
 
La amplia presencia española en el Vaticano es lo que, por las circunstancias, coloca a un español, Alejandro Gayú, al frente de Gladio. Su muerte deja la organización descabezada y en peligro de caer en manos de un grupo de criminales o iluminados. El libro va desvelando los detalles de la espectacular muerte del aristócrata español y, con ella, de la propia organización.
 
El accidente que lleva a Gayú a la cúpula de la trama otorga al Gobierno español un protagonismo que normalmente no le correspondería, y MAR nos revela con soltura los entresijos de la situación. Notamos la incomodidad de las sillas en que se departe con el presidente, recorremos pasillos subterráneos para llegar a estancias en que no hay recepciones oficiales y se toman decisiones con el ceño fruncido.
 
MAR da cuenta de cómo, desde las cloacas de Gladio, hasta el Gobierno se beneficia de los automatismos de la prensa para servir sus propios intereses. También nos habla de la displicencia, quizá justificada, con que se observa la opinión pública desde el poder. Dice un militar sobre los terroristas: "Los conozco, los padecí ocho años. No tienen escrúpulos, y menos contra un país que, digámoslo claro, ni tiene las defensas oportunas, ni tiene una opinión pública preparada para luchar contra fantasmas". Unos fantasmas que se saben reales pero contra los que, si se lanza un ataque... "¿No hemos empezado a llamar a eso ‘ataque preventivo’?", ironiza un personaje.
 
Subyace a toda la novela, a todo el guión, en realidad, la pretensión de que Occidente, un sujeto algo etéreo, lo suficiente como para que varios personajes se refieran a él con significados distintos, está en peligro. Y que ese peligro explica, cuando no justifica, que alguien se tome la molestia de mancharse las manos en su defensa. No lo dice el autor, que se limita a exponer el asunto. Al fin y al cabo es una obra de ficción, no de filosofía política. Pero plantea la cuestión para que el lector llegue a sus propias conclusiones.
 
Quizá debería haber tenido MAR más en cuenta que el arranque de una novela es tan importante como el resto del libro, pero lo importante es que en La trama Gladio encontramos la acción característica del thriller político y la emoción que depara el ir descubriendo las cartas del adversario en una partida, hasta que la última revela toda la jugada...
 
 
Miguel Ángel Rodríguez: La trama Gladio. Debolsillo, 2006; 480 páginas.
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