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MITOS SOCIALISTAS

Los trucos de García Márquez

El colombiano Gabriel García Márquez es uno de los prosistas más importantes de la literatura hispánica contemporánea. Su calidad artística y literaria resulta incontestable, y su aportación a la prosa narrativa marcó un momento decisivo. Pero, como hombre, su sectarismo político y su activismo en favor de la tiranía resultan tan vergonzosos como reprochables.

El colombiano Gabriel García Márquez es uno de los prosistas más importantes de la literatura hispánica contemporánea. Su calidad artística y literaria resulta incontestable, y su aportación a la prosa narrativa marcó un momento decisivo. Pero, como hombre, su sectarismo político y su activismo en favor de la tiranía resultan tan vergonzosos como reprochables.
El dictador de Cuba, Fidel Castro, y el escritor Gabriel García Márquez.
No hace falta relatar aquí el permanente servilismo de García Márquez a algunos de los regímenes más antiliberales y totalitarios del siglo XX. En Hispanoamérica son recurrentes sus apoyos a los gobernantes más tiránicos y opuestos a los valores democráticos, como Fidel Castro. Ahí están las imágenes de Gabo sonriendo junto al dictador cubano, y también sus declaraciones en favor de tan abyecto tirano.
 
Esto constituye una parte de los trucos de García Márquez. Bastaría recordar el doble rasero del mago Gabo: primero, al negar su apoyo a una carta de protesta de otros escritores tras el encarcelamiento del poeta cubano Heberto Padilla, en 1971; segundo, y al mismo tiempo, al expresar su fe en la honradez y vocación intelectual de los firmantes y culpar a las agencias de prensa en vez de a Castro.
 
En los últimos años García Márquez se ha convertido en un personaje casi novelesco, un ser no sólo mitificado por la izquierda, también por una parte de la derecha acomplejada, y aupado a las alturas –tras el Nobel– por los capitostes del totalitarismo iberoamericano y mundial. Gabo es ya una especie de mago prestidigitador, en versión más sofisticada, intelectual y culta que la de los titiriteros castristas de quienes escribimos en otra columna.
 
Este García Márquez, hábil manejador de la palabra y de los trucos, se convierte por momentos en alguno de sus mejores personajes literarios, como el de aquella Mamá Grande de los funerales. Porque ideológicamente el gran Gabo es, a la vez, muchas cosas: el activista en su laberinto antiliberal, el mago de cien años de falsedad ideológica, el prestidigitador de la mala hora y de los tiempos del cólera –que en su vida se hace ira y ataque a la democracia–. Es también el náufrago errado en las playas de Cuba y el testigo impasible de la muerte anunciada de los fusilados castristas.
 
Detalle de la portada de una edición de MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES.Como buen mago del marketing, Gabo afirmó en el I Congreso Internacional de la Lengua Española (Zacatecas, 1997): "Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna". Se desató la polémica y aumentaron las ventas de sus obras. Después hemos visto más trucos de mercadotecnia, como el de la publicación del primer volumen de sus memorias: Vivir para contarla, donde expone su historia de infancia y juventud desde su falso cristal ético y desde su distorsión ideológica.
 
Viene después otro truco mágico: el de su última novela, Memoria de mis putas tristes; con dos desenlaces distintos, según fueran ediciones "piratas" vendidas en las calles de Bogotá por el Grupo Editorial Norma o ediciones "autorizadas"... Todavía está por explicarse cómo los llamados editores "ilegales" de García Márquez tuvieron acceso a los originales del libro… Pero el caso es que tanto lío reportó gratísimos resultados económicos al mago.
 
Ya antes, en marzo de 2001, García Márquez y sus amigos de la izquierda "intelectual" colombiana escribieron al presidente español, José María Aznar, una carta para advertirle de que no pisarían España hasta que sus compatriotas dejaran de necesitar un visado para ello. Cuatro años después, el mago Gabo incumplió su palabra, viajó a nuestro país y quiso pasar inadvertido, en otro de sus trucos del arte de birlibirloque.
 
El caso es que la cosa no coló, y Gabo ha estado por España en abril de 2005. Andaba por Barcelona acompañado de otro de sus amigos millonarios de la izquierda, el novelista mexicano Carlos Fuentes –autor del reciente panfleto Contra Bush–. Estos dos socialistas de caviar se presentaron allí para participar en una reunión del comité de dirección del Foro Iberoamérica que tenía por objeto organizar la VI Asamblea de éste, que tendrá lugar en Lisboa el próximo otoño.
 
Tal reunión incluyó una cena, en el aristocrático Palacio de Pedralbes, ofrecida por el presidente autonómico catalán, el socialista francófono Pasqual Maragall, ex alcalde de Barcelona, con quien Gabo acudió el año pasado a varios actos celebrados en México, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Aunque Gabo incumplía su amenazante promesa hecha a Aznar de no pisar territorio español, la misma Generalitat no pudo dejar de informar de la presencia del mago en Barcelona junto a Carlos Fuentes, copresidente de dicho Foro.
 
La prensa española, a través de varias fuentes, comentó que en la tarde del 27 de abril García Márquez visitó por sorpresa, junto a Carlos Fuentes, la Casa del Libro, ubicada en el céntrico Paseo de Gracia. Varios testigos presenciales informaron a los reporteros de que ambos escritores estuvieron mirando algunos libros, y de que Gabo adquirió un ejemplar de El Quijote. En una breve conversación con el director de la librería, García Márquez le explicó que estaba buscando una edición del Quijote "sin notas", para leerlo como lo había hecho en su juventud.
 
Carlos Fuentes (al fondo, José Saramago).Parece que a Gabo no le gustan las anotaciones... ni los críticos de literatura, gracias a los cuales su fama ha alcanzado cotas insospechadas por él cuando vivía en su Aracataca natal. Lo más curioso es que los testigos añadieron que, cuando ambos escritores se dieron cuenta de que estaban siendo observados y de que la clientela de la librería empezaba a acercarse a ellos para que les firmaran libros, el mago colombiano y su amigo mexicano pusieron pies en polvorosa y desaparecieron del local.
 
Este desprecio al público lector es uno más de esos gestos tan propios de quienes –como Gabo y su escudero– dicen representar al pueblo pero huyen de él en cuanto se les acerca. Constatamos, así, el gran amor de estos dos escritores socialistas por el pueblo llano y trabajador. Constatamos también su firme creencia en la justa redistribución de la riqueza mundial, siempre y cuando no incluya sus millones de dólares, resultantes de los derechos de autor de sus libros.
 
Habría bastado una firmita del mago Gabo para satisfacer a los ingenuos y bien intencionados clientes de aquella librería. Pero ni eso. Son los trucos de una vida entera que hace falta todavía contar de verdad. Lo mismo que cuando, en su verborrea de los años 70, había prometido no publicar un solo libro hasta que Augusto Pinochet saliera del poder. Jamás cumplió su palabra. Había prometido no volver a España. Pero volvió.
 
No entraremos aquí a dilucidar otros posibles trucos del mago, como aquella carta de despedida, enviada en 1999 a miles de direcciones de correo electrónico, donde el escritor expresaba su intención de retirarse de la vida pública por razones de un galopante cáncer linfático. Aunque Gabo negó ser el autor de dicha misiva, la realidad es que el supuesto texto apócrifo ha servido también de excelente operación de mercadotecnia para él.
 
La magia de Gabo acaso sirva para escribir excelentes cuentos y novelas del llamado "realismo mágico". Pero esa magia no funciona para disimular su pelaje moral. Tampoco sirve para esconder sus lamentables errores ideológicos: los mismos que han ido permitiendo –con su silencio– que en Cuba se hayan fusilado a miles de inocentes y que hoy sigan hacinados otros tantos en las cloacas de las cárceles castristas.
 
Ese es el terror, no la ortografía, tampoco la democracia liberal. Esta es la increíble y triste historia del mago Gabo, y de su amigo desalmado.
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