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'WELLSPRINGS'

Mario Vargas Llosa: una travesía intelectual

Mario Vargas Llosa, uno de los más grandes escritores vivos, es también conocido, especialmente en España y América Latina, como un gran defensor de los ideales de la sociedad libre.


	Mario Vargas Llosa, uno de los más grandes escritores vivos, es también conocido, especialmente en España y América Latina, como un gran defensor de los ideales de la sociedad libre.

En el mundo hispano, por tanto, es más que un gran escritor; es un intelectual público en el pleno sentido de esta gastada expresión, y sus opiniones sobre temas políticos (así como sobre literatura, cultura y arte) son un elemento fijo de la vida intelectual de esa parte del mundo. Sus escritos son siempre elegantes e inteligentes, y reflejan el punto de vista de un liberal clásico: probablemente Vargas Llosa sea hoy en día el más prominente expositor en lengua española de dicho punto de vista. En Wellsprings, uno de sus libros más recientes, ofreció hace un par de años un compendio de su pensamiento actual.

Los primeros tres capítulos contienen las Conferencias Richard Ellmann sobre Literatura Moderna, que el autor dictó en Emory University en 2006; conferencias que versaron sobre "tres maestros" de las letras hispanas: Miguel de Cervantes, Jorge Luis Borges y José Ortega y Gasset. De este último, Vargas Llosa sostiene que debería ser considerado una figura clave en el desarrollo de la tradición liberal. Sin duda es cierto que a Ortega le interesaban poco los asuntos económicos, y que eso suponía una deficiencia en su análisis de la problemática social, pero también lo es que, como el propio Vargas Llosa ha señalado en numerosas ocasiones, el liberalismo clásico no se reduce únicamente a la defensa de la economía de mercado:

El pensamiento liberal contemporáneo tiene mucho que aprovechar de las ideas de Ortega y Gasset. Ante todo, el redescubrir que, contrariamente a lo que parecen suponer quienes se empeñan en reducir el liberalismo a una receta económica de mercados libres, reglas de juego equitativas, aranceles bajos, gastos públicos controlados y privatizaciones, aquél es, primero que nada, una actitud ante la vida y ante la sociedad, fundada en la tolerancia y el respeto, en el amor por la cultura, en una voluntad de coexistencia con el otro, con los otros, y en una defensa firme de la libertad (...) La libertad económica es una pieza maestra, pero de ningún modo la única, de la doctrina liberal. Debemos lamentar, desde luego, que muchos liberales de la generación de Ortega lo ignoraran. Pero no es menos grave reducir el liberalismo a una política económica de funcionamiento del mercado con una mínima intervención estatal (...) La doctrina liberal es una cultura en la más ancha acepción del término, y los ensayos de Ortega y Gasset la reflejan, de manera estimulante y lúcida, en cada una de sus páginas. (Págs. 68-69).

Wellsprings incluye otros cuatro capítulos, dedicados al nacionalismo, a la historia latinoamericana y a dos pensadores que, según confesión propia, han ejercido una influencia decisiva y profunda sobre el pensamiento de Vargas Llosa: Isaiah Berlin y Karl Popper.

Encuentros (y desencuentros) con la izquierda

Dado su prominente perfil actual como portavoz del liberalismo, es fácil olvidar que Vargas Llosa fue una vez un típico hombre de izquierda. En efecto, como casi todos los intelectuales de su generación, en su juventud estuvo estrechamente vinculado con las causas izquierdistas y fue un gran admirador de la revolución cubana. Esto se debió en parte al clima de opinión dominante en esa época, especialmente en Francia, donde pasó sus años formativos como escritor. También contribuyó su fuerte tendencia anti-autoritaria, y el hecho de que el autoritarismo en América Latina estuviera por mucho tiempo asociado a regímenes de derecha.

Con el tiempo llegó a convencerse de que la revolución armada no era una opción viable para el mejoramiento de las condiciones sociales en América Latina, y de que la justicia social sólo podría alcanzarse mediante reformas graduales en el contexto de un régimen democrático. Por consiguiente, empezó a interesarse cada vez más por las condiciones propias de una democracia efectiva.                 

El cambio en su pensamiento político y social se refleja en dos importantes novelas de la primera mitad de los años ochenta: La guerra del fin del mundo (1981) e Historia de Mayta (1984). En ambas, el tema central es la miopía que impide a quien la padece comprender los puntos de vista de sus oponentes. Posteriormente, el propio Vargas Llosa explicó (al comentar Mayta) que llegó a darse cuenta de que todas las ideologías son ficciones, y de que en lugar de proporcionar soluciones sólo agravan los problemas:

Muchos jóvenes, muchos intelectuales, muchos políticos progresistas estaban usando la ideología, usaban estas ideas políticas que supuestamente describían la realidad (...) y de hecho sólo agregaban a la misma un mundo puramente imaginario. Me parecía extraño que esa ficción (...) fuera una causa importante de violencia y brutalidad en América Latina; y que esas detalladas y complejas construcciones ideológicas, en las que se describía una sociedad (...) ideal como meta que debería alcanzarse por medio de la revolución, (...) fueran, de hecho, un mecanismo que estaba destruyendo nuestras sociedades, creando mayores obstáculos al progreso real.

(Mario Vargas Llosa, A Writer's Reality, Syracuse University Press, 1991, págs. 149-50).

Caballero errante de la imaginación liberal

Vargas Llosa atribuye una buena parte de su cambio de enfoque al influjo, precisamente, de Isaiah Berlin y Karl Popper, autores que empezó a leer y estudiar seriamente a fines de los años 70 y comienzos de los 80. Una de las cosas que más admira de Berlin, nos dice, es su escepticismo ante las soluciones definitivas a los problemas del mundo:

Una constante en el pensamiento occidental es la creencia de que existe una sola respuesta verdadera para cada problema humano, y que, una vez hallada esta respuesta, todas las otras deben ser rechazadas por erróneas. Creencia complementaria de la anterior y tan antigua como ella es la de que los más nobles ideales que animan a los hombres –justicia, libertad, paz, placer, etc.– son compatibles entre sí. Para Isaiah Berlin, estas creencias son falsas, y de ellas han derivado buena parte de las tragedias de la humanidad. De ese escepticismo el profesor Berlin extrae argumentos poderosos y originales en favor de la libertad de elección y del pluralismo ideológico. (Pág. 139).                

El capítulo sobre Popper empieza con una afirmación categórica: "Para Karl Popper, la verdad no se descubre: se inventa" (pág. 160), lo que podría parecer una formulación extrema de una teoría que de hecho es bastante compleja y matizada, aunque Vargas Llosa argumenta su tesis con su elegancia acostumbrada. Ahora bien, lo que este ensayo dice acerca de Popper no es tan interesante como lo que dice acerca del propio Vargas Llosa. El énfasis popperiano en la falsabilidad, el papel de la crítica y la aceptación provisional (pero nunca incondicional) de las hipótesis científicas claramente tuvo un importante impacto sobre la manera en que Vargas Llosa entendía el mundo:

La teoría de Popper sobre el conocimiento es la mejor justificación filosófica del valor ético que caracteriza (...) a la cultura democrática: la tolerancia. Si no hay verdades absolutas y eternas, si la única manera de progresar en el campo del saber es equivocarse y rectificar, todos debemos reconocer que nuestras verdades podrían no serlo y sí, en cambio, lo que nos parecen errores de nuestros adversarios. (Págs. 165-66).

De este modo, tanto el pluralismo berliniano como la incertidumbre popperiana sirven como antídotos para el dogmatismo y el fanatismo, los grandes enemigos de la libertad en la cosmovisión vargasllosiana.

Estos son ensayos interesantes y perspicaces sobre dos importantes pensadores liberales escritos por un maestro de la prosa moderna. No obstante, es interesante notar que, en estas páginas, la defensa más apasionada de la libertad como valor intrínseco no proviene de un filósofo sino, muy apropiadamente, de otro novelista: don Miguel de Cervantes, que en su obra máxima hace decir a Don Quijote:

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.

Mario Vargas Llosa fue una vez descrito (por Gerald Martin) como "el caballero errante de la imaginación liberal". Es bueno saber que la tradición liberal en las letras españolas, tradición que se remonta a los tiempos de Cervantes, se mantiene viva.

 

© El Cato

MARIO VARGAS LLOSA: WELLSPRINGS. Harvard University Press (Cambridge, Massachusetts), 2008, 208 páginas.

JULIO H. COLE, profesor de Economía en la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala).

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