Una suave melancolía intenta abrirse paso en esa zona desgarrada llamada alma. Hasta que, llevado por un impulso irresistible, en el descanso, se acerca al piano. Y toca.
Todos le miran. Sus dedos como alas sobre el teclado arrancan melodías, primero, gracias a la memoria de las manos, luego directamente del corazón, que le da saltos mortales en el pecho. Por si fuera poco, la propietaria del lugar, una mujer bonita, se acerca y canta con él. Y luego se suman los demás músicos. El pianista canta con ella para que el desconocido siga tocando, porque su estilo le recuerda a un celebrado músico de sus tiempos jóvenes. Y resulta que es aquél músico..., y el tiempo transcurre y el ingeniero pierde otro tren de retorno a casa y después otro más, mientras su mujer, sobresaltada, sale en su búsqueda. Y él lo sabe y la espera.
Estas historias que se entrecruzan y cuento mienten lo que es la novela a la que aludo (Borges decía que contar una novela es traicionarla), llamada Una noche en el club, de Christian Gailly, quien en estas páginas elabora una pieza que se inscribe en la tradición de recia raigambre francesa moderna: un texto breve, rotundo, espléndidamente escrito.
El lenguaje, la arquitectura del libro, es la esencia del mismo; la técnica audaz que adopta es capaz de atrapar el mundo, disperso y multiforme, que se propone contar en el lapso de una noche larga y casi febril. Una noche en el club.
En consecuencia, el escritor francés va y viene por el tiempo, con incursiones que iluminan retrospectivamente la historia y otras intrusiones que, al contrario, se adelantan a lo que sucederá. Luce, Gailly, una poderosa intuición para llegar al corazón de la historia sin que nada quede por el camino, evitando férreamente los caminos que se bifurcan. El amor por la música, por cierto, se desprende del libro como un arcoiris.
Y con ese fondo musical, el novelista va sacando fotografías del corazón de aquel hombre con intentó luchar contra su destino y de la solitaria mujer del club, que esa noche se siente por él atraída, sin olvidar a la propia esposa del ingeniero/músico.
La opción técnica del autor es ciertamente original. Enriquece los dramas y las transfiguraciones de los nocturnos personajes que la habitan. El flujo del tiempo está sabiamente administrado, y, en los acontecimientos más triviales, encontramos momentos transfigurados en estas almas en pena que flotan perdidos en sus desconciertos. Por tanto, el libro, que posee alto valor literario, tiene con el lector (como diría Michel Tournier) bodas fecundas, felices.