La moda nos llevaba a mecernos en ensoñaciones universalistas, o al menos europeizantes. El más provinciano se declaraba cosmopolita, y cuanto más nos enclaustrábamos en las recién inventadas señas de identidad local, consecuencia fatal de la celebrada pluralidad cultural de la Península, más nos transformábamos en espíritus libres, sin límites ni fronteras...
La deriva ha dado pie a una curiosa manera de ser, que participa al mismo tiempo de la mansedumbre y de la rebeldía sin objeto. Nadie es más que yo, piensa el borrego, y aparta de una cabezada a quien le precede en la fila del matadero. Son algunas de las consecuencias de ese largo trabajo de disolución de todo lo que nos une, de aquello que nos hace partícipes de lo que le ocurre a los demás y nos induce a cooperar con ellos.
Los borregos, como es sabido, no presumen de patriotismo. Tal vez estén orgullosos de no necesitarlo. El universo entero se cifra en su pequeño mundo lanar, que no va más allá de sus guedejas. ¿Pensar que debemos algo a alguien, que hemos recibido algo como legado, que deberíamos esforzarnos por mejorarlo; compartir, intentar hacer felices a los demás, o al menos mostrarnos corteses y bien educados? Sandeces.
Para dar lustre a esta posición se ha utilizado profusamente una frase de Samuel Johnson, según la cual el patriotismo es el último refugio de los canallas. Como James Boswell, de cuyo libro sobre Johnson está sacada esta cita, no apuntó en qué momento su amigo tuvo la famosa ocurrencia, la frase ha sido muy cursada en los tiempos de borreguismo blasé que acabamos de pasar. La publicación de una recopilación de ensayos del propio Dr. Johnson viene a aclarar un poco el asunto.
Samuel Johnson fue un gran ensayista, periodista y estudioso inglés del siglo XVIII. Fascinó a sus contemporáneos con su combinación de conservadurismo, curiosidad y escaso respeto a la estupidez y la superstición. De ahí salió la extraordinaria biografía escrita por James Boswell a que antes aludía. Teníamos pocos textos suyos traducidos, por lo que hay que celebrar la aparición de estos ensayos reunidos bajo el título de uno de ellos: "El patriota".
Johnson cultivó el género del ensayo corto, a medias entre la reflexión moral y el análisis político, y en esta edición se recogen algunos de los mejores, de entre los menos circunstanciales. Muchos de ellos resultan memorables, como el breve diálogo de los buitres ("La visión que el buitre tiene del hombre")o sus reflexiones sobre la libertad de expresión ("Libertad de expresión"). Johnson amalgama sentido común, buen humor y erudición para procurarnos un momento de alivio, en esta hora en que la sensatez parece sometida a asalto continuo.
El que da título al conjunto parte de algo que, siendo evidente, parece completamente olvidado. Con ocasión de unas elecciones –las Saturnalias, las llama en recuerdo de los festejos romanos–, Johnson escribe:
La deriva ha dado pie a una curiosa manera de ser, que participa al mismo tiempo de la mansedumbre y de la rebeldía sin objeto. Nadie es más que yo, piensa el borrego, y aparta de una cabezada a quien le precede en la fila del matadero. Son algunas de las consecuencias de ese largo trabajo de disolución de todo lo que nos une, de aquello que nos hace partícipes de lo que le ocurre a los demás y nos induce a cooperar con ellos.
Los borregos, como es sabido, no presumen de patriotismo. Tal vez estén orgullosos de no necesitarlo. El universo entero se cifra en su pequeño mundo lanar, que no va más allá de sus guedejas. ¿Pensar que debemos algo a alguien, que hemos recibido algo como legado, que deberíamos esforzarnos por mejorarlo; compartir, intentar hacer felices a los demás, o al menos mostrarnos corteses y bien educados? Sandeces.
Para dar lustre a esta posición se ha utilizado profusamente una frase de Samuel Johnson, según la cual el patriotismo es el último refugio de los canallas. Como James Boswell, de cuyo libro sobre Johnson está sacada esta cita, no apuntó en qué momento su amigo tuvo la famosa ocurrencia, la frase ha sido muy cursada en los tiempos de borreguismo blasé que acabamos de pasar. La publicación de una recopilación de ensayos del propio Dr. Johnson viene a aclarar un poco el asunto.
Samuel Johnson fue un gran ensayista, periodista y estudioso inglés del siglo XVIII. Fascinó a sus contemporáneos con su combinación de conservadurismo, curiosidad y escaso respeto a la estupidez y la superstición. De ahí salió la extraordinaria biografía escrita por James Boswell a que antes aludía. Teníamos pocos textos suyos traducidos, por lo que hay que celebrar la aparición de estos ensayos reunidos bajo el título de uno de ellos: "El patriota".
Johnson cultivó el género del ensayo corto, a medias entre la reflexión moral y el análisis político, y en esta edición se recogen algunos de los mejores, de entre los menos circunstanciales. Muchos de ellos resultan memorables, como el breve diálogo de los buitres ("La visión que el buitre tiene del hombre")o sus reflexiones sobre la libertad de expresión ("Libertad de expresión"). Johnson amalgama sentido común, buen humor y erudición para procurarnos un momento de alivio, en esta hora en que la sensatez parece sometida a asalto continuo.
El que da título al conjunto parte de algo que, siendo evidente, parece completamente olvidado. Con ocasión de unas elecciones –las Saturnalias, las llama en recuerdo de los festejos romanos–, Johnson escribe:
No son merecedores de un escaño en el Parlamento quienes no sean patriotas, porque sólo ellos están en disposición de proteger nuestros derechos, y sólo en ellos podemos depositar nuestra confianza. Patriota es el hombre cuya conducta pública está sometida a un principio único: el amor por su país; quien, en su actividad parlamentaria, no alberga esperanzas o temores personales ni aguarda favores o agravios, sino que todo lo somete al interés común.
Es posible que dentro de algunos años alguien se asombre de que verdades tan palmarias y tan sencillas de entender hayan acabado siendo olvidadas, y se haya impuesto una forma tan retorcida y agobiante de ver las cosas como la que impera. Uno de los encantos de la lectura de Johnson, y de algunos otros conservadores de su especie, consiste en ver restaurado lo que es evidente con la máxima sencillez, sin esfuerzo aparente, sin aparatosidad alguna. Como el propio Johnson dice, en una frase que es un programa patriótico y un comentario sobre su propia obra:
Quien de veras aspira al bienestar general ha de poner sus virtudes al alcance de todos, para que así todos puedan apreciarlas e imitarlas.
SAMUEL JOHNSON: EL PATRIOTA Y OTROS ENSAYOS. El Buey Mudo (Madrid), 2010, 238 páginas. Traducción: ANA NUÑO y MARIANO JOSÉ VÁZQUEZ ALONSO.