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'LOS LIBROS SON TÍMIDOS'

Ratones de biblioteca

¿Por qué leemos? Parece difícil dar una única respuesta a esta pregunta: por afición, placer, vicio, necesidad... Puede que haya tantos motivos como lectores, y probablemente cada uno de nosotros considere que su relación con los libros es única, que lo nuestro es diferente. Tal vez sea así; pero, queridos devotos de la Cofradía del Libro, tenemos muchas más cosas en común de lo que parece.

¿Por qué leemos? Parece difícil dar una única respuesta a esta pregunta: por afición, placer, vicio, necesidad... Puede que haya tantos motivos como lectores, y probablemente cada uno de nosotros considere que su relación con los libros es única, que lo nuestro es diferente. Tal vez sea así; pero, queridos devotos de la Cofradía del Libro, tenemos muchas más cosas en común de lo que parece.

Al menos ésa es la conclusión a la que se llega tras leer la deliciosa Los libros son tímidos, de la italiana Giulia Alberico, que reflexiona en esta breve obra autobiográfica sobre las raíces de su afición a la literatura evocando las lecturas de su infancia y adolescencia.

A Alberico, y a tantos de nosotros, el amor a los libros le nació en sus primeros años de vida, antes incluso de que supiera leer. Alberico recuerda cómo de niña escuchaba a los mayores cuando, en voz alta, descifraban esos signos incomprensibles que se convertían en historias maravillosas. La curiosidad y la impaciencia por conocer esas historias sin depender de los demás hicieron que aprendiera a leer sola. Así

empezó una aventura de la que me enamoré.

Seguiremos a nuestra protagonista en su aventura, desde sus primeros años en el remoto pueblecito en el que su madre ejercía como maestra hasta su época de estudiante en la gran ciudad. En casas, aulas, trenes, o en medio del campo, siempre veremos a Giulia pasar por estas páginas sin separarse de sus fieles compañeros, los libros: colecciones infantiles, clásicos griegos y latinos, poesía, biografías, cuentos, novelas... También revistas, folletines, el Reader's Digest y hasta fascículos coleccionables; nada escapará a su voracidad lectora.

Para Alberico, el placer de la lectura no se limita a abrir un libro y desentrañar su contenido; es una experiencia mucho más amplia, en la que participan todos los sentidos: elegir un volumen, sentir su olor, palparlo, pasar sus páginas, cortar las hojas intonsas... A menudo, y esto nos resultará familiar a muchos lectores, el simple hecho de tener los libros en su poder le resultará un gozo:

Tendida en la cama de regreso de la librería; los libros recién comprados junto a mí. Los huelo, los toco, releo la contraportada, cojo uno de ellos, luego otro, otro más; me encuentro en ese bienestar que sigue a la adquisición y precede a la inmersión en una historia. Ahí están: mis libros, un botín que me colma de simple alegría.

Esta capacidad de describir experiencias comunes a los bibliófilos, de poner por escrito algo que muchos sentimos y tal vez no acertamos a expresar, es uno de los grandes méritos de Alberico. Al conocer su trayectoria como lectora uno siente que no está solo ni es un bicho raro: hay alguien más para el que leer es tan importante como para nosotros y que experimenta lo que experimentamos nosotros al tener un libro entre las manos. Lejos de sentirnos desencantados al ver que no somos tan únicos como pensábamos, enseguida experimentamos simpatía por la autora y por nuestros semejantes lectores, simpatía que crece cuando descubrimos que muchas de nuestras obras preferidas lo son también de Giulia: y es que pocas cosas unen más a dos desconocidos que el descubrimiento de un amor –o un odio– compartido.

Entre los favoritos de Alberico se cuentan clásicos como La marcha Radetzky, de Joseph Roth; Matar un ruiseñor, de Harper Lee; Memorias de Adriano, de Yourcenar, o Resurrección, de Tolstoi, pero en su mayor parte se trata de obras de autores italianos. Algunos de ellos son sobradamente conocidos: Alessandro Manzoni, Italo Calvino, Alberto Moravia... Otros, quizá, no resultarán tan familiares al lector hispano. Pero éste es otro de los aciertos de la obra: nos descubre libros nuevos, nos invita a conocerlos, despierta nuestra curiosidad. Algunos son citados sólo por el título, pero de otros la autora hace un breve resumen, explicando los pasajes que más le conmueven, así como los motivos por los que han influido en su vida y en su forma de pensar, de comprender la realidad y comprenderse a sí misma.

No suponga el lector que ahí va a encontrar una serie de aburridas consideraciones sociológicas, o sesudas reflexiones sobre la importancia de la literatura y de la cultura en general; Alberico es amena, sencilla, divertida. Es culta, pero no una pedante que adopta poses de intelectual. Y, quizá lo más importante, sabe transmitir su amor por la lectura. Como escritora y como profesora de literatura, ha encontrado la clave para llegar a su público. Respecto a su faceta docente, afirma:

No he abandonado la idea de sacudir la mente y el corazón de los jóvenes vendiéndoles la única mercancía que soy capaz de vender: un poco de poesía, de literatura, de historia. La ofrezco de la única manera que sé: con entusiasmo, que es gratuito por naturaleza y, a veces, contagioso.

Pero aunque ésta sea una obra dedicada a la literatura, no trata únicamente de ella: es también una apasionante crónica personal y familiar de la Italia de los años cincuenta y sesenta; la historia de una vida inseparablemente unida, como la de tantos de nosotros, a los libros. Y es, sin duda, un testimonio de gratitud: hacia su familia, sus amigos, sus compañeros de escuela, los profesores que le descubrieron los clásicos y los libreros y editores que, con sus conocimientos, profesionalidad y dedicación, vienen alimentado su pasión lectora desde hace tanto.

A propósito de editores, es de justicia señalar que leer Los libros son tímidos no sería la maravillosa experiencia que es sin la gran labor del traductor Francisco de Julio Carrobles y de la editorial Periférica. Gracias a las notas, los anexos y el listado de todos los libros mencionados en la obra, con sus correspondientes ediciones en español, el lector no se pierde en las frecuentes citas y referencias al mundo editorial italiano, sino que encuentra una magnífica guía para poder seguir las recomendaciones de la autora.

Si tras leer esta hermosa obra volviéramos a plantearnos la pregunta de por qué leemos, probablemente nuestra respuesta fuera la misma que nos ofrece Giulia: pura y simplemente, por amor.

GIULIA ALBERICO: LOS LIBROS SON TÍMIDOS. Periférica (Cáceres), 2011, 128 páginas. Traducción de Francisco de Julio Carrobles.

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