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11-M

Titadyn

No resulta habitual que un informe técnico sobre cuestiones químicas se convierta en una obra de gran difusión. Pero si hace referencia al juicio por el mayor ataque terrorista sufrido por nuestro país, y si encima desvela las irregularidades cometidas durante el primero de los juicios por aquella masacre, no es de extrañar que el público lo haya acogido con la avidez propia de quien no ha conseguido todavía respuestas para sus preguntas y busca desesperadamente un porqué para tantas mentiras.

No resulta habitual que un informe técnico sobre cuestiones químicas se convierta en una obra de gran difusión. Pero si hace referencia al juicio por el mayor ataque terrorista sufrido por nuestro país, y si encima desvela las irregularidades cometidas durante el primero de los juicios por aquella masacre, no es de extrañar que el público lo haya acogido con la avidez propia de quien no ha conseguido todavía respuestas para sus preguntas y busca desesperadamente un porqué para tantas mentiras.
Si el libro Titadyn, de Antonio Iglesias y Casimiro García Abadillo, ha tenido tanta repercusión es, fundamentalmente, porque seguimos sin conocer qué fue lo que explotó en los trenes aquella mañana del 11 de marzo de 2004, gracias a la cadena de manipulaciones y despropósitos que alguien puso en marcha ese día. Repasemos los hechos:
1) Al producirse el atentado, los miembros de las Fuerzas de Seguridad, cumpliendo con su obligación, recogieron toneladas de restos en los trenes atacados. Hoy en día sabemos que se retiraron al menos unas 90 toneladas antes de que los vagones fueran enviados al desguace.

2) Sin embargo, se incumplió el protocolo y esas muestras jamás se llegaron a enviar a la Policía Científica para que procediera a su análisis.

3) Aunque debieron ser conservados hasta la celebración del juicio, como marca la Ley de Enjuiciamiento Criminal, los vagones atacados comenzaron a ser desguazados tan sólo 48 horas después de la masacre.

4) Las 90 toneladas de restos recogidas en los vagones atacados desaparecieron como por arte de magia, sin que sepamos qué fue de ellas.

5) Centenares de objetos de las víctimas (incluyendo ropa, documentación, calzado) fueron quemados en el vertedero de Valdemingómez.

6) Decenas de restos electrónicos recogidos en los trenes fueron reducidos a polvo en una trituradora industrial de las afueras de Madrid.

7) Los informes detallados de los análisis realizados a las muestras recogidas en los trenes jamás fueron adjuntados al sumario del 11-M.

8) En lugar de ello, a la opinión pública se le dijo que el explosivo utilizado era Goma 2-ECO, sobre la base de dos pruebas aparecidas fuera de los trenes: un resto de explosivo supuestamente encontrado dentro de una furgoneta Kangoo en Alcalá de Henares y una supuesta bomba, no explosionada, que apareció en una comisaría de policía de Vallecas.

9) Meses después, en la Comisión de Investigación del 11-M, el entonces jefe de los Tedax, Sánchez Manzano, afirmó que se había encontrado nitroglicerina en los focos de explosión, lo que echaba por tierra la hipótesis de se había empleado Goma 2-ECO, porque este explosivo no contiene nitroglicerina. Cuando Libertad Digital señaló esa contradicción, el jefe de los Tedax achacó sus palabras a un error.

10) Después de dos años de instrucción, no se llegó a incluir en el sumario un informe en el que se detallara qué componentes de explosivo se habían encontrado en cada uno de los focos. Cuando se preguntó en el juicio a la jefa del laboratorio de los Tedax por qué no había indicado qué componentes se habían encontrado, contestó que porque "nadie" le había preguntado.

11) Ante la falta de pruebas sobre el explosivo utilizado en los trenes, el tribunal presidido por el juez Gómez Bermúdez ordenó realizar una prueba pericial.

12) Para evitar posibles manipulaciones, el tribunal ordenó grabar la prueba en vídeo.

13) A pesar de que en su día se recogieron toneladas de muestras, a los peritos se les entregó un minúsculo conjunto de ellas, la mayoría de las cuales habían sido lavadas previamente con agua y acetona. No tenían la menor garantía de que las muestras no hubieran sido previamente manipuladas, y ningún soporte documental que acreditara que, efectivamente, procedían de los trenes. Por cierto, de alguno de los focos no recibieron prueba alguna.

14) A pesar de los pesares, en esa prueba pericial aparecieron componentes (nitroglicerina, dinitrotolueno) que no forman parte de esa Goma 2-ECO que la versión oficial sostenía se había utilizado.

15) Cuando apareció por primera vez uno de esos componentes que no forman parte de la Goma 2-ECO, la grabación en vídeo de la prueba se interrumpió, debido a un providencial corte en el fluido eléctrico.

16) Posteriormente se repitieron los análisis, y empezaron a aparecer en multitud de muestras todo tipo de componentes que antes no habían aparecido.
En cualquier otro país con una Justicia digna de ese nombre el tribunal habría interrumpido o anulado el juicio y tomado las medidas necesarias para que se pusiera a disposición del juez instructor la totalidad de las pruebas recogidas en los escenarios del crimen. Pero el tribunal presidido por Gómez Bermúdez dio por bueno que en los trenes se había utilizado Goma 2-ECO, sin pedir que se aclarara el destino de las muestras recogidas en los trenes, sin pedir que se repitieran unos análisis que habían resultado un completo fiasco, sin pedir explicaciones a quienes durante dos años de instrucción sumarial habían ocultado los componentes aparecidos en los focos de explosión, sin explicar de modo plausible cómo era posible que aparecieran componentes que no forman parte de la Goma 2-ECO y sin pedir responsabilidades por los misteriosos cortes de luz que habían hecho imposible garantizar que no se habían producido manipulaciones durante la prueba pericial.

Baltasar Garzón.Es en este contexto que uno de los expertos que participó en esa prueba, Antonio Iglesias, decidió repasar toda la documentación obtenida durante la realización de la misma, con el fin de intentar aclarar las dudas que la propia prueba no sólo no había despejado, sino que había contribuido a aumentar. Titadyn es el resultado de ese esfuerzo por encontrar explicación a lo que aparentemente no la tenía.

El libro incluye un extenso prólogo de Casimiro García Abadillo, en el que se repasa de modo somero la historia previa al juicio y el transcurso de éste. El subdirector de El Mundo desvela sabrosos detalles que no hacen sino aumentar nuestra preocupación por las condiciones en que se desarrollaron la investigación judicial y el juicio más importantes de nuestra historia. Cuenta, por ejemplo, cómo distintas unidades policiales llegaron casi a las manos por ver quién controlaba las investigaciones; cómo el juez Garzón sostuvo en la tarde del 11-M ante Del Olmo que ETA era la responsable de la masacre; cómo se retuvieron durante horas, en la misma tarde del 11-M, los resultados de los análisis realizados a las muestras enviadas por los Tedax, o cómo el presidente del tribunal, Gómez Bermúdez, le dijo personalmente al autor que compartía muchas de las dudas sobre las investigaciones oficiales que Del Olmo ("Un juez muy limitadito") había dirigido.

Tal vez lo más escandaloso del prólogo sea el relato sobre el modo en que el ponente de la sentencia y presidente del tribunal cambió a última hora su sentencia, debido probablemente a presiones políticas: eliminó aspectos que hubieran hecho desmoronarse el castillo de naipes de la versión oficial y obligado a realizar una nueva investigación, libre de manipulaciones. Citando al magistrado Alfonso Guevara, cuenta también García Abadillo que el escandaloso resumen de la sentencia leído por Gómez Bermúdez ante los medios de comunicación no fue consensuado con los otros dos miembros del tribunal. Es decir, que aquella obscena escenificación, con la que se pretendía desacreditar las investigaciones periodísticas sobre el 11-M, fue obra exclusiva del presidente del tribunal.

El análisis elaborado por el perito Antonio Iglesias es, evidentemente, un texto de alto contenido técnico, aunque Iglesias se ha esforzado por incluir toda la información necesaria que permita al lector seguir las explicaciones. Explicaciones, por otra parte, que no son ni más arduas ni más difíciles de comprender (al menos en un plano general) que cualquier capítulo de una de esas series de investigación criminalística tan populares hoy en día. En concreto, Iglesias ha incluido al principio del libro toda la información relevante acerca de los tipos de explosivo existentes y de las técnicas de análisis que se utilizan para detectar su presencia, con lo que resultan perfectamente comprensibles (aunque tal vez un tanto arduos) los datos detallados de análisis que se proporcionan en la parte central del libro para cada una de las muestras que los peritos tuvieron que analizar durante el juicio.

Gómez Bermúdez.La parte fundamental de Titadyn son las conclusiones que el autor extrae de esos exhaustivos análisis. Y esas conclusiones son enormemente inquietantes. En primer lugar, Iglesias llama la atención sobre el sorprendente hecho de que las escasas muestras procedentes de los trenes se entregaran a los peritos previamente lavadas con agua y acetona, sin que al mismo tiempo se adjuntaran los líquidos de lavado, como es habitual en otros casos de ataque terrorista. Este aspecto es importante, porque quiere decir que las posibilidades de detectar algo realmente útil en esas muestras eran reducidísimas. La única que no estaba lavada era una muestra de polvo de extintor supuestamente recogida en uno de los focos de explosión. Y fue precisamente al analizarla cuando aparecieron componentes de explosivo (nitroglicerina, dinitrotolueno) que no forman parte de la Goma 2-ECO y sí del Titadyn, otra clase de dinamita. Fue después de la aparición de ese retrato robot del Titadyn cuando se produjo el peculiar episodio del apagón en las dependencias de la Policía Científica, cuando las cámaras de vídeo que el juez Gómez Bermúdez había ordenado instalar dejaron de grabar. Y después de ese apagón empezaron a aparecer componentes tanto de la Goma 2-ECO como del Titadyn en muchas otras de las muestras entregadas a los peritos, incluidas algunas que no eran de explosivo y otras que ya se habían analizado y en las que no había aparecido previamente nada de nada.

Para explicar la presencia de esos componentes del Tidadyn, la sentencia del 11-M tuvo que hacer todo tipo de juegos malabares, recurrir a diversas teorías absurdas sobre contaminación de muestras. Durante el juicio se llegaron a barajar tres teorías de cómo o dónde se podían haber contaminado las muestras: en la fábrica, en la mina y durante el almacenamiento en las dependencias policiales. Recurriendo a argumentos científicos, Antonio Iglesias desmonta una a una esas teorías, y al final sugiere al lector la única explicación verdaderamente verosímil: la aparición de todos esos componentes extraños después de aquel providencial apagón no pudo ser sino deliberada. Lo cual nos devuelve a la única muestra en la que, en principio, aparecieron componentes de explosivo sin ninguna manipulación previa: la del polvo de extintor. La conclusión del estudio es clara: si asumimos que esa muestra procedía realmente de los trenes y no había sido lavada ni manipulada previamente, entonces es imposible que en los trenes del 11-M estallara Goma 2-ECO, como nos dijeron. Lo que habría estallado sería Titadyn, porque son sus componentes los que aparecen en esa única muestra supuestamente no manipulada.

Un segundo aspecto importante en las conclusiones del perito Antonio Iglesias es el relativo a la sospechosa coincidencia de dos muestras enviadas por los Tedax a la Policía Científica en la tarde del 11-M. Aquel día, desde la unidad entonces dirigida por Sánchez Manzano se enviaron a la Policía Científica dos muestras aparentemente distintas, para que se las comparara: un resto de cartucho supuestamente encontrado en una furgoneta Kangoo que había aparecido en Alcalá de Henares y una muestra-patrón de explosivo Goma 2-ECO. Iglesias sugiere en su estudio que, en realidad, las dos procedían de un mismo cartucho. Los argumentos en que el perito se basa son éstos:
1) El supuesto resto de la furgoneta Kangoo estaba contaminado por la misma sustancia (metenamina) que la muestra-patrón. En cambio, en la Goma 2-ECO del resto de escenarios analizados (mochila de Vallecas, piso de Leganés), esa contaminación no aparecía.

2) El análisis granulométrico de las muestras indica una coincidencia casi perfecta entre el resto de Goma2-ECO supuestamente encontrado en la furgoneta y la muestra-patrón enviada desde la unidad de Tedax, lo que sólo se explicaría si ambos restos de explosivo provinieran del mismo lote de fabricación.
Pero eso apunta, evidentemente, a que el resto de Goma 2-ECO supuestamente encontrado en la Kangoo no procedía de los trenes, sino que fue colocado, en realidad, por la/s misma/s persona/s que seleccionó/seleccionaron un trozo de Goma 2-ECO para enviárselo a la Policía Científica. En otras palabras: que no es verdad que aquel resto de explosivo procediera de una bomba del 11-M, sino que fue colocado por alguien interesado en orientar las investigaciones hacia la Goma 2-ECO.

El hallazgo del perito Antonio Iglesias explica a la perfección algunas de las incógnitas más llamativas del 11-M. Por ejemplo, cómo es posible que dos perros distintos no olieran resto alguno de explosivo en la Kangoo en la mañana del 11-M: si los perros no olieron ese resto de cartucho fue por la sencilla razón de que en aquella furgoneta no había ningún resto de explosivo cuando la olieron los perros; el resto de cartucho tuvo que ser colocado después, una vez que la furgoneta fue transportada al complejo policial de Canillas. Como también se explica por qué no se quisieron enviar a la Policía Científica las muestras recogidas en los trenes: porque los análisis habrían puesto de manifiesto que lo que estalló en los trenes nada tenía que ver con el resto de cartucho supuestamente encontrado en la Kangoo. Como también se explica cómo es posible que durante dos años nadie quisiera especificar los componentes que se habían encontrado en los análisis realizados por los Tedax a las muestras de los trenes: porque probablemente en esos análisis aparecían componentes que no entran en la composición de la Goma 2-ECO.

¿Y qué importancia tiene que el explosivo fuera uno u otro? Pues que si en realidad nos mintieron, si no es verdad que en los trenes estallara Goma 2-ECO, entonces toda la versión oficial del 11-M se viene abajo, porque está basada en pruebas encontradas fuera de los trenes y que contenían Goma 2-ECO. Si no es verdad que en los trenes estalló Goma 2-ECO, entonces toda esa compleja trama de confidentes e islamistas de pacotilla, a los que se detuvo a partir de esas pruebas colocadas que contenían Goma2-ECO, no sería otra cosa que una inmensa cortina de humo.

Hay que felicitar a La Esfera de los Libros por esta novedad editorial. Titadyn es un análisis serio y riguroso sobre uno de los principales aspectos de las investigaciones del 11-M: el de los explosivos, es decir, el arma del crimen, que todavía hoy seguimos sin saber cuál fue. Los datos que el libro pone sobre la mesa son de una extraordinaria gravedad; tanto, que requerirían una explicación exhaustiva y suficiente por parte de los poderes públicos o una reapertura inmediata de las investigaciones judiciales y policiales. Porque un país no puede vivir con la sospecha de que las investigaciones sobre la mayor masacre terrorista de su historia estuvieron manipuladas desde el principio. A ver si alguien recoge el guante lanzado con la publicación de este libro.


ANTONIO IGLESIAS Y CASIMIRO GARCÍA ABADILLO: TITADYN. La Esfera de los Libros (Madrid), 2009, 440 páginas.

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