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POUR UNE UNION OCCIDENTALE...

Una visión francesa del vínculo transatlántico

Edouard Balladur, ex primer ministro de Francia, ex hombre de confianza de Chirac, ex candidato a la Presidencia de aquel país (contra su otrora mentor), ha escrito un breve (120 páginas) e interesante libro sobre las relaciones trasatlánticas: Pour une union occidentale entre l'Europe et les Etats-Unis (Por una unión occidental entre Europa y EEUU).

Edouard Balladur, ex primer ministro de Francia, ex hombre de confianza de Chirac, ex candidato a la Presidencia de aquel país (contra su otrora mentor), ha escrito un breve (120 páginas) e interesante libro sobre las relaciones trasatlánticas: Pour une union occidentale entre l'Europe et les Etats-Unis (Por una unión occidental entre Europa y EEUU).
Edouard Balladur.
Balladur pertenece a la vertiente más realista del gaullismo, a aquella que es capaz de mantener la cabeza relativamente fría cuando las circunstancias políticas o internacionales provocan que las hormonas del nacionalismo se descontrolen más de lo habitual. Nicolas Sarkozy fue uno de sus seguidores, lo que le costó que Chirac le ignorara. Hombre extraordinariamente competente como administrador del Estado, y con una gran experiencia política e internacional a sus espaldas, sus comentarios deben ser leídos con atención.
 
Tras la crisis de Irak, el giro antinorteamericano de Chirac y Schroeder, la suicida aproximación a Rusia y China, el susto ante lo que dicha aproximación supone, dado el comportamiento de los dirigentes de estos países, el ascenso de Sarkozy y el nuevo giro proamericano, resulta interesante observar cómo un viejo zorro replantea la situación. La lectura de Pour une union... no defrauda, y ello por varias razones.
 
Balladur hace un retrato fidedigno del estado en que se encuentran Francia en particular y Europa en general. Reconoce signos de decadencia continental, aunque rechaza que la situación sea irremediable. Asume que nuestra economía pierde peso en el mundo, debido a la emergencia de nuevas potencias y, sobre todo, al empuje del área del Pacífico. Paralelamente, deja constancia de que nuestra influencia diplomática ha disminuido considerablemente y, sobre todo, de que nuestra capacidad militar es incomparable con la que teníamos hace décadas. Europa existe en el imaginario internacional, pero la gran división que existe en su seno sobre qué política seguir en la escena internacional merma su margen de maniobra.
 
La medicina que propone entronca tanto con la reflexión de la derecha francesa sobre sus propios problemas –v. el discurso de Sarkozy en la campaña electoral– como con la seguida en otros países europeos. Para poder recuperar el papel que nos corresponde, lo primero que hemos de hacer es tener voluntad de ser, y eso requiere reivindicar el legado histórico de Occidente. Si Europa rechaza su pasado, está negando su futuro. Luego, el reto inmediato al que nos enfrentamos es una guerra civil en el terreno de las ideas entre una izquierda mayoritariamente relativista y derrotista y una derecha en general prooccidental y defensora de los principios y valores tradicionales.
 
En el plano internacional, Europa no puede defender sola sus intereses. Necesita de Estados Unidos. Como Estados Unidos necesita a Europa. Ninguno de los dos puede actuar en solitario.
 
La asociación transatlántica debe refundarse. Los términos sobre los que se estableció durante la Guerra Fría ya están superados. Toca abrir un gran debate desde unas nuevas posiciones. Hoy, ambos actores comparten una economía común, pero no como consecuencia de un acuerdo diplomático, sino de años de inversiones cruzadas. Esta realidad da forma a un núcleo de interés fundamental, que debe ser completado con un conjunto de principios y valores compartidos, con el hecho de que somos Occidente y que, queramos o no, nos enfrentamos a los mismos retos y amenazas.
 
El nuevo debate exige que Europa se convierta en un socio fiable, capaz de asumir responsabilidades tanto diplomáticas como militares. Eso, hoy, es imposible, por lo que urge poner en marcha los procesos que nos permitan hacerlo. Estados Unidos, por su parte, tiene que aceptar una relación más igualitaria, tiene que saber escuchar y tiene que superar su tendencia primaria a utilizar la fuerza para resolver problemas.
 
Por une union... supone una crítica demoledora de la visión chiraquiana, pero no deja de caer en prejuicios tipicamente gaullistas. La imagen que en sus páginas da Balladur de la política norteamericana es, a menudo, demasiado caricaturesca, impropia de un hombre de su experiencia. Se nota aquí demasiado la humillación que siente la clase dirigente francesa ante la autonomía norteamericana. Los franceses desearían contar mucho más, ser tratados con mucha mayor deferencia, que sus consejos realmente se atendieran… Ahora bien, entre líneas se percibe el reconocimiento de que no siempre han estado a la altura de las circunstancias.
 
Muy significativo para entender la política francesa es la importancia que el autor da a la imagen que de nosotros se tiene en el resto del planeta, y en particular en el mundo árabe y en Extremo Oriente. Balladur, como el conjunto de la sociedad francesa, se siente afectado por la crítica al colonialismo y al neocolonialismo que se hace de forma continua, cuando no obsesiva, desde esas tierras. Esta mala conciencia está impresa en la cosmovisión que los liceos franceses proyectan sobre sus estudiantes y es un elemento fundamental a la hora de diseñar las políticas del Hexágono. El autor lo reconoce cuando pide a Europa que supere ese complejo colonial y vuelva asumir la idea de que tiene que actuar en el mundo como una gran potencia.
 
Para aquellos que disfrutan con el gaullismo resultará una experiencia particularmente grata la lectura del capítulo quinto, dedicado a explicar por qué Estados Unidos no debe caer en la tentación, hoy representada por el senador Obama, de volver al aislacionismo diplomático y al proteccionismo económico. ¡Es que no hay manera: hagan lo que hagan, los americanos siempre actuarán mal! Si intervienen, porque intervienen; si no lo hacen, porque no lo hacen. Mientras no se limiten a seguir el sabio consejo de París, estarán condenados al error.
 
Ironías aparte, este libro es una reflexión interesante, tanto por lo que dice como por los temas que ignora. Es una prueba más de que la Europa liberal-conservadora ha comenzado a reaccionar ante la deriva decadente en que nos encontramos, de que algunos son capaces de establecer correctamente las coordenadas del problema y las líneas maestras de la política que ha de seguirse.
 
 
EDOUARD BALLADUR: POR UNE UNION OCCIDENTALE ENTRE L'EUROPE ET LES ETATS-UNITS. Fayard (Paris), 2007. 120 páginas.
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