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Luis Herrero

Espabila, PP

Si Pablo Casado cree que los electores le agradecerán que se haya quedado cruzado de brazos mientras España se iba al carajo, se equivoca.

Si Pablo Casado cree que los electores le agradecerán que se haya quedado cruzado de brazos mientras España se iba al carajo, se equivoca.
EFE

Por desgracia, todo parece indicar que el próximo Gobierno tendrá rostro comunista y alma separatista. Lo único que puede evitar que esa desgracia sin precedentes se materialice es una sobrepuja de ERC a la hora de fijar el precio de su abstención en la investidura. Si se sube a la parra y pide cosas que Sánchez no le puede dar, se acabó lo que se daba. En eso radica ahora mismo el interés de la situación política: en saber si Junqueras imposibilita o no el pre acuerdo suscrito por Sánchez e Iglesias. No haría falta escribir nada más para dar por demostrado que la viabilidad del nasciturus gubernamental depende de la decisión de un delincuente que quiere acabar con el Estado. Si fuera verdad que el socialismo repudia la idea de un Gobierno que dependa del separatismo catalán —como tantas veces dijo Sánchez durante la campaña—, el pre acuerdo de marras no se habría firmado jamás. Los dos firmantes saben de sobra que sin el beneplácito de Junqueras, el documento es papel mojado. ¿Cabe mayor dependencia?

Habrá quien diga —de hecho los voceros socialistas no paran de repetirlo— que una abstención del PP mataría dos pájaros de un tiro: acabaría con el bloqueo político y convertiría en irrelevante el sentido del voto separatista. Pero no es verdad. El bloqueo no significa imposibilidad de formar Gobierno, sino imposibilidad de gobernar. Ya teníamos Gobierno: el de la moción de censura. Y si dejamos de tenerlo fue por su incapacidad para gobernar. Ahora lo que se nos dice es que esa incapacidad solo puede subsanarla una de estas dos soluciones: o restituir el Gobierno que fracasó —el de la moción de censura— o investir a otro —coalición de socialistas y populistas con la abstención del PP— que está condenado al fracaso. ¿Alguien en su sano juicio piensa que el PSOE y Podemos están en condiciones de elaborar unos Presupuestos Generales del Estado que merezcan el voto afirmativo del PP? ¿Entonces, de qué diablos estamos hablando? ¿De qué sirve investir un Gobierno que no pueda gobernar? Esa película ya la hemos visto.

Un apoyo gratuito del PP al Gobierno progresista urdido por Sánchez no serviría para nada bueno. O nos llevaría a una nueva situación de bloqueo, o sentaría las bases para que se produjera un acercamiento posterior a los independentistas, amos y señores de la bisagra que da o quita mayorías absolutas. Hace bien Casado en negárselo. Pero se equivoca gravemente en no ofrecerle un apoyo condicionado. Gratuito, no —nada tendría de patriótica una abstención que arroja al Gobierno al dique seco o a los brazos de Junqueras—, pero condicionado, sí. ¿Condicionado a qué? A unos presupuestos razonables que nos permitan encarar la crisis que viene con ciertas garantías, y también a unos cuantos pactos de Estado que sirvan para fortalecer el Régimen del 78. Es la mejor solución posible. Es mala una nueva repetición electoral, es peor un Gobierno que no pueda gobernar, es mucho peor un gobierno que para gobernar tenga que pactar con ERC y no es posible —hoy por hoy— un Gobierno de coalición PSOE-PP.

La pregunta es: si la abstención condicionada es la mejor solución posible, ¿a qué espera el PP para proponerla? ¿Qué chorrada es esa de que Sánchez no le coge el teléfono o que no quiere exponerse a que le den el no por respuesta? Cada palo debe aguantar su vela. La responsabilidad del PSOE será rechazarla, si la rechaza, y la del PP será la de no haberla propuesto, si sigue en sus trece de no hacerlo. Si Casado cree que los electores le agradecerán que se haya quedado cruzado de brazos mientras España se iba al carajo, se equivoca. Y si cree que le fortalecerá liderar la Oposición a un Gobierno monstruoso, también se equivoca. Los monstruos asustan, y las personas asustadas buscan refugio tras los líderes que exhiben mejor musculatura. Desde ese punto de vista, Abascal tiene las de ganar. De abril a noviembre Vox consiguió casi el doble de apoyos que el PP y esa tendencia no tiene pinta de atenuarse. ¿A qué espera para darse cuenta? Para un político, un error de tiempo —que se lo pregunten a Rivera— es peor que para un escritor un error de gramática. El segundo se subsana; el primero, no. Y Casado ya ha perdido dos veces. O espabila, o se lo lleva la corriente.

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