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Maite Nolla

Nuestros Papandreus

Con el asunto de Grecia a muchos políticos –y al mundo de la opinión política– les está pasando como a los chicos y chicas por romanizar que nos muestran en Hermano Mayor: que no se reconocen en el video.

Con el asunto de Grecia a muchos políticos –y al mundo de la opinión política– les está pasando como a los chicos y chicas por romanizar que nos muestran en Hermano Mayor: que no se reconocen en el video. Ya saben que el órdago de Papandreu se considera intolerable, populista y, en definitiva, poco serio. Grecia la lía, Grecia no es de fiar y Grecia patatín y patatán.

El caso es que lo que sucede ahora en Grecia no es muy distinto de lo que vivimos en España en pleno mes de agosto, cuando los alemanes y los franceses nos invitaron amablemente a reformar nuestra Constitución. Aspavientos aparte y aunque aquello fuera algo más simbólico que otra cosa, la reacción de muchos de los que consideran ahora a los griegos un peligro, no distó excesivamente de lo que ha dicho Papandreu. Como siempre el nacionalismo catalán cumplió con todas las expectativas y fue, con mucho, el que se llevó el triunfo; aunque en esta ocasión no les faltó compañía. El ultramoderado Papandreu i Lleida llegó a perfilar una teoría sobre la ruptura del pacto constituyente, por más que treinta y tres de los cuarenta y siete diputados que se eligen por Cataluña votaran a favor de la reforma. El atisbo sin concretar de que las obligaciones impuestas desde Europa podían ser un límite al autogobierno –léase al descontrol en nombre de la "Nación"–, excitó al nacionalismo, que como ustedes ya saben no necesita mucho para excitarse. Se parapetaron en la supuesta marginación, pero el fondo iba por otro sitio. Y, como les decía, no fueron los únicos. Rubalcaba dijo que él no lo hubiera hecho así. Carmen Chacón pidió un referéndum, conforme a la línea editorial de su empresa de comunicación; algo que ni era necesario ni le quitaba un ápice de legitimidad y de legalidad al pacto entre Zapatero y Rajoy. Lo de Chacón con mucho más delito que lo de Rubalcaba, porque "P punto" no dejaba de ser el gran perjudicado por el acuerdo de traspaso de poderes, y Chacón sabía o debía saber que la reforma era una imposición sin alternativas. Vaya, que aunque ya estuviera pensando en sus cosas, era ministra de Zapatero en el momento de autos. Hasta Rosa Díez estuvo fatal, qué quieren que les diga. La reforma de nuestra Constitución no fue más que una bonita declaración de intenciones, sin punto de comparación con el plan que se impone ahora a los griegos. Pero allí que salieron nuestros "Papandreus" a ver quién la decía más gorda.

En España

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