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Manuel Pastor

Ryan y su leyenda urbana

No puedo más. Escribo esto cansado de escuchar a un coro de loritos españoles repetir una absurda y vieja leyenda urbana neoyorquina contra Paul Ryan.

No puedo más. Escribo esto cansado de escuchar a un coro de loritos españoles repetir una absurda y vieja leyenda urbana neoyorquina contra Paul Ryan.

No puedo más. Escribo esto cansado de escuchar a un coro de loritos españoles repetir una absurda y vieja leyenda urbana neoyorquina contra Paul Ryan. Este fenómeno es como un virus y existe el riesgo de que se convierta en una epidemia. Aunque el lector no se lo crea, en esta historia tonta coinciden con el presidente Obama españoles tan diferentes como el catolicón José Manuel de Prada, del programa Lágrimas en la lluvia de Intereconomía, y mi admirado César Vidal y José García Domínguez, de Libertad Digital. Ya lo insinué en mi artículo "Salvar al candidato Ryan", pero entonces pensaba que el peligro solo lo representaban los progres y los radicales de izquierdas. Ahora veo con preocupación que el virus ha contagiado también a liberal-conservadores y keynesianos razonables.

Hace ya más de un año que echó a rodar la matraca, en medios progres neoyorquinos (el diario New York Times, las revistas New York y New Yorker...). El propio Ryan lo comentó con fino sentido del humor: "Uno sabe que ha llegado a la alta política cuando se entera de que protagoniza una leyenda urbana. Ésta es la mía". Se trata del rumor de que el presidente de la Comisión del Presupuesto de la Cámara de Representantes es un fanático de Ayn Rand. El presidente Obama inmediatamente lo asumió para descalificar el Plan Ryan sobre el presupuesto y el control del déficit como ejemplo de "darwinismo social de los republicanos". La revista New York afirmó que Ryan obligaba a sus colaboradores a leer La rebelión de Atlas, "evangelio capitalista de Rand". El idiota (pese al Nobel y el Príncipe de Asturias) Paul Krugman escribiría en el NYT: "Ryan es un devoto de Ayn Rand que quiere acabar con las ayudas a los pobres". El virus pronto contagió a los católicos progres de la Universidad de Georgetown (donde se educó ese modelo de virtudes que es el expresidente Clinton), motivando la protesta de 90 profesores contra las ideas de Ryan. Uno de ellos, el jesuita Thomas Reese, lo explicó en el superprogre Huffington Post: "Me temo que el chairman Ryan refleja los valores de su filósofa favorita, Ayn Rand, y no los del evangelio de Jesucristo. La supervivencia de los más aptos puede estar muy bien para los darwinistas sociales, pero no para los seguidores del evangelio de la compasión y el amor".

Personalmente, no tengo la menor simpatía por Ayn Rand, pero algunos amigos míos, muy diferentes ideológicamente, como el ácrata Ramón Cotarelo y el liberal-conservador José María Marco, se han interesado intelectualmente por ella y han escrito ensayos serios sobre su pensamiento (otros admiradores españoles de la autora de El manantial son Savater, Escohotado, Sánchez Dragó y algunos jóvenes libertarios del Instituto Juan de Mariana). Pero Paul Ryan –católico practicante y discípulo de Reagan (vía Vin Weber, William Bennett, Jeane Kirkpatrick y Jack Kemp)– ha sido muy claro al respecto:

Cuando era joven, sus novelas suscitaron mi interés por la economía, la Escuela de Chicago y Milton Friedman (...) Rechazo su filosofía. Es una filosofía atea. Reduce las interacciones humanas a meros contratos y es antitética a mi cosmovisión [católica] (...) que se basa epistemológicamente en Santo Tomás de Aquino.

Ryan suscribe los principios católicos de solidaridad y subsidiariedad, y cita al papa Benedicto XVI, quien en su encíclica Luz del Mundo se toma muy en serio el problema de la deuda global:

Vivimos a expensas de generaciones futuras. En este sentido es claro que vivimos en la falsedad.

(Las citas están tomadas de la entrevista que Robert Costa –que investigó los orígenes de la leyenda urbana– hizo a Ryan mucho antes de que éste fuera el candidato republicano a la vicepresidencia, y que publicó con el título "Ryan Shrugged" en National Review el pasado 26 de abril).

Tras las elecciones del pasado martes, parece que todo el mundo hubiera descubierto el acantilado o abismo financiero sobre el que Ryan viene alertando desde hace años, ante la astronómica deuda nacional pública de los Estados Unidos (camino ya de los 17 billones de dólares), deuda que Obama dobló en su primer mandato, en el que el número de pobres aumentó espectacularmente: si en 2008 había 31 millones de personas dependientes del programa de cupones alimentarios, ahora son casi 47.

Es muy lamentable la ignorancia que tenemos en España de la cultura política norteamericana, incrementada por la obamamanía galopante, incluso en ámbitos liberal-conservadores, quizás como remoto legado del arielismo del 98. Patético el programa de Prada en Intereconomía dedicado a la democracia americana, que, con alguna excepción, fue un festín de antiamericanismo y anticapitalismo. Las leyendas urbanas, totalmente falsas, se repiten continuamente (junto a la de Ryan, otra muy frecuente, tópica, es la de calificar al Tea Party de racista, fascista, etc.; cuando se trata de un movimiento muy similar a lo que aquí representa, por ejemplo, Ciutadans, Sr. García Domínguez), y nadie las cuestiona. Pues bien, pese a la victoria pírrica de Obama (algún día se entenderá por qué), Paul Ryan ha sido reelegido por una mayoría del 55% de los votantes en su distrito de Wisconsin (su octava victoria consecutiva, desde 1998), por tanto seguirá presidiendo el Comité de Presupuesto en la Cámara de Representantes y ejerciendo de facto como líder intelectual del Partido Republicano. En el Senado, entre muchos otros, brillan dos miembros del Tea Party, Marco Rubio (Florida) y Ted Cruz (Texas), dos jóvenes políticos hispanos, republicanos y conservadores que representan lo mejor y el futuro más prometedor de esa gran democracia.

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